LA RUTA POLÍTICA
Luis Barragán
La vida
política, en tanto compromiso que deviene oficio, es muy exigente. Obviamente,
bajo los regímenes iliberales, muchísimo más.
Tratamos
fundamentalmente de la acción, pero ésta no la hay sin pensamiento respecto al
destino ineludiblemente compartido de una localidad, de un país, de un
hemisferio, del mundo entero. Sin embargo, sí como no hay política sin acción,
ni pensamiento, tampoco la hay sin afectos y emociones.
El asunto luce
importante, entre otros motivos, porque la versión digital de la vida política
es superflua, banal, sensacionalista, efímera, esquemática, harto ligera. Y,
con otro empleo de las herramientas electrónicas en boga, puede adquirir el
compromiso, el carácter, la profundidad, la sensibilidad, la eficacia, que siempre tuvo.
Sobran los
opinadores de oficio que la reducen, la simplifican, la relegan a una simple
experiencia de mercadeo. Suelen fracasar y generar otros fracasos más, en el caso
de contar con una ingenua audiencia: hacen más farándula que análisis político,
finalmente, caricaturizado por la improvisación, el oportunismo, la ignorancia,
el prejuicio, la vanidad.
Nadie pide que
estos opinadores sean consumados intelectuales, a sabiendas que la reflexión
política no es tarea exclusiva de los politólogos. Nadie pide que los
opinadores sean los dirigentes exitosos de una oposición arriesgadísima, porque
se requiere de determinadas habilidades y destrezas que no se compra en botica.
Y es que, faltando poco, en ambos casos, en las ideas y en la acción, se
requiere de los sacrificios y peligros propios de una vocación, disposición y
talento.
Demandamos un
poco más de sentido común, porque es de un duro pedalear en medio de la acción,
el pensamiento, la sensibilidad, como puede reflejarse en una muy didáctica
ilustración de Tatsuya Tanaka. La política es también conocer, informar,
vivenciar, respetar, dialogar, batallar cívicamente, saber ganar y saber
perder. Y es que la ruta política se hace, haciéndola.
Ilustración:
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