PLAN DE BARRANQUILLA, O EL OTRO MODO DE HACER POLÍTICA
Luis
Barragán
La
situación política y existencialmente planteada para los venezolanos del
presente siglo, reclama la recuperación de una mínima, sobria y perfectible
tradición política que le dio soporte a nuestras más exitosas experiencias
institucionales; ejemplificada por el tratamiento consciente de los problemas,
la fijación necesaria y pública de sendas estrategias que desmiente toda la secretísima y mesiánica
confidencialidad de su elaboración, remite a una experiencia de indispensable
valoración. Valga la parábola histórica, el inmediato posgomecismo encontró a
una oposición enfermiza, quebrada y agotada, dando ocasión para la paciente
emergencia de un liderazgo luego condensado en las corrientes socialdemócrata,
socialcristiana y comunista, atascada la respuesta liberal, por aquellos años;
y, para la discrepancia y la coincidencia, surgieron documentos que provocaron
una dura polémica de décadas, incluso, cercanos al centenario, como el que nos
ocupa en esta oportunidad, demostrando – valga el énfasis - la existencia de un exilio político realmente
comprometido y útil.
Publicado
el 22 de marzo de 1931, el Plan de Barranquilla (PB) fue inicialmente suscrito
por los exiliados Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Pedro Juliac, Valmore
Rodríguez, Ricardo Montilla, César Camejo, Pedro Rodríguez Barroeta, Simón
Betancourt, Rafael Ángel Castillo, José Joaquín Palacios, Carlos Peña Uslar y
Mario Plaza Ponte. Al abordar el período histórico, Elena Plaza caracterizó y
catalogó los diferentes liderazgos de oposición que Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez conocieron, siguiendo cercanamente a Ramón J. Velásquez: todos
tradicionales, excepto el representado por los jóvenes que se dieron a conocer
a raíz de los consabidos acontecimientos de 1928, cuyo principal rasgo de
modernidad parte con la conformación de sendas organizaciones políticas que
consagraron el deslinde al fundarse el Partido Comunista de Venezuela (PACOV) y
la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), ambos de 1931 [PLAZA, s/f.:
42].
ARDI
tendrá por inspiración y sustento el citado plan de una indiscutible
trascendencia que, no faltaba más, marcaba la diferencia y suscitaba la amarga
disputa entre los revolucionarios y los reformistas [LENGRAND-SOSA, 1981:
182-187], sustitutiva de la más antigua entre los liberales y los
conservadores. Se ha dicho y mucho del referido PB, por lo que creemos en la
necesidad de dejar que el propio documento hable, intentando en lo posible una
perspectiva diferente; al respecto, por una parte, adoptamos la metodología
sugerida por [PUERTA BAUTISTA, 2023], revindicando, por otra, la elaboración y
divulgación de un documento político, herramienta que fue común y cotidiana en
el diario ejercicio político-partidista venezolano y, con mayor razón, al
incursionar en la opinión pública; y, además, demostrativo de un diferente modo
de hacer la política, hipótesis con la que abordamos el PB.
Agreguemos,
prácticamente se ha generalizado la idea de la política en nuestro país como un
fenómeno que nació con el ascenso de Hugo Chávez al poder si no, con su primera
aparición ante las cámaras de televisión tras el fracaso del golpe de Estado
que lo estelarizó. A pesar de representar un insólito salto a la premodernidad,
se ha confiado en la denostación que hizo concretamente del puntofijismo, por lo que el
desconocimiento histórico - todavía interesado – constituye una característica
ineludible del régimen, quizá corroborado una diferencia: “Si a los políticos
del pasado les gustaba lanzar sabias advertencias sobre la necesidad de conocer
los límites de nuestro propio conocimiento, a los miembros de la actual élite
en el poder les gusta más bien mostrar su solidaridad con la gente corriente haciendo
gala de una ignorancia compartida” [SALECL, 2023: 32 s.].
1.-
Aspectos fundamentales de un documento político
A
nuestro juicio, el siglo XX heredó del anterior las grandes y también
improvisadas proclamas políticas de frecuente invocación de las glorias
patrias, degenerando paulatinamente en un estilo panfletario y simplemente
coyuntural de acuerdo al caudillo de turno y los amanuenses disponibles, hasta
que irrumpe el PB, contrastando por su lenguaje y la naturaleza de los
planteamientos de una clara inspiración marxista y, específicamente, leninista
de la época; por ejemplo, la invocación del imperialismo y de la lucha de
masas, constituye una novedad por entonces. De fondo, estructura importantes
aspectos (contextualización, diagnóstico y pronóstico), que concitan o aspiran
a concitar un compromiso político de ruptura más allá de las circunstancias
para una definitiva transformación histórica del país: siendo la política un
término equívoco, convengamos en un modo alternativo de hacerla, como “un
acervo de conocimientos tocantes a la realidad social y la aplicación de ellos
a situaciones concretas”, yendo juntas y relacionadas la teoría y la praxis,
ejerciendo una conducción que motive, induzca, estimule, y consensue acciones
específicas tras una meta [BORJA, 1997: 767]. Por ello, concluimos con Manuel
Caballero, en su estudio preliminar: “… Este Plan es el primer documento de la
modernidad en Venezuela. Hasta entonces, las proclamas de los diversos
caudillos no hacían más que repetir las gastadas consignas del liberalismo, con
su invocación de una libertad abstracta” [PLAN, 2007: 61].
El
documento en cuestión, tiene también por contexto a América latina (SIC),
importante porque las numerosas dictaduras padecidas desde la centuria
anterior, superado el conflicto independentista, aislaron al país de la suerte
continental, salvo determinadas situaciones, como la del bloqueo a nuestros
puertos en 1902, u otras anteriores en las que igualmente se diligenciaba el
apoyo y protección de Estados Unidos, al confrontarnos con Gran Bretaña a
propósito del Esequibo; y podríamos sumar la idea de reconstruir la llamada
Gran Colombia o, al menos, con Cipriano Castro, procurar una sólida alianza de
las fuerzas liberales neogranadina y venezolana. Además, como lo señaló
Caballero, hubo inquietudes y un ambiente de agitación en este lado del mundo
por aquellos años [PLAN, 2007: 7 s.], entendiéndonos en el marco de la crisis
generalizada del capitalismo a partir de 1929.
En
relación al proceso de discusión entre los jóvenes suscriptores del PB, como
alude Plaza, no fue nada sencillo siendo obvio el “debate intenso y agresivo”
al calor de las lecturas y las experiencias por entonces acumuladas [PLAZA,
s/f: 41], teniendo por principal diagnóstico político la inevitable decrepitud
de Juan Vicente Gómez y el consiguiente conflicto interno del poder en torno a
la sucesión [PLAN, 2007: 65]. No obstante, como lo observara Caballero, sin
enemigo externo al cual combatir, las Fuerzas Armadas cumplen funciones de
policía nacional, “hecha más para la represión interna” [Ibidem: 41],
resolviendo e imponiendo su solución según las inmediatas circunstancias que
produjo la muerte de Gómez.
Los
firmantes del PB, pronostican un “pronto y decisivo conflicto” entre las masas
populares y el gobierno de los Gómez, por varios “factores concurrentes”, como
la insurgencia latinoamericana que levanta vuelo a partir de 1929, la crisis
económica, el saturado descontento de las masas, la anarquía de los seguidores
del régimen con “imposibilidad de acordarse para la sucesión”, provocando el
triunfo de la “voluntad nacional” por una “rigurosa lógica histórica” [PLAN,
2007: 65]. Nos parece fundamental el ejercicio, porque los rumores en torno a
la salud de Gómez se intensificaron en los últimos tres años de su existencia
[PLAZA, s/f.: 43], y, aunque parezca hoy demasiado obvio el desenlace de la dictadura
gomecista, por entonces era inmensa la interrogante, esforzándose los noveles
dirigentes políticos en acertar con un escenario en el que concursaban nociones
novedosas como “masas populares”, “lógica histórica” y “voluntad nacional”, en
el lenguaje político.
2.-
Voluntad de ruptura
Contrastante
con los manifiestos de la época, el PB destaca por las distintas medidas
enunciadas, como el período preconstitucional o de la transición protagonizada
por la civilidad, propugnando la desmilitarización de la administración
pública, la inmediata utilización de los bienes expropiados a los Gómez en
beneficio del pueblo, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente
para generar las leyes necesarias y reforzar al gobierno provisional, ensayando
un nuevo sistema que va más allá del cambio constitucional. La oposición que
expresa la modernidad rompe con el caudillismo, esgrime una voluntad de ruptura
con la movilización de las clases medias, la emergencia de partidos modernos y
otras organizaciones de masas, bajo el influjo del materialismo histórico,
teniendo por principal escenario el medio urbano [PLAZA, s/f.: 36 s.].
En
el orden institucional, el PB propone la construcción de un Estado garantista,
con libertad de expresión, asociación, reunión, libre tránsito, etc. Y el
establecimiento de un Tribunal de Salud Pública, capaz de procesar los delitos
ordinarios, la corrupción y la violación de los derechos humanos por los
prohombres y beneficiarios del régimen.
La
alfabetización, o el término tan particular como “desanalfabetización” que
implica o sugiere una acción perversa y deliberada del régimen a deponer, es
puntero indispensable junto a la formación técnico-industrial y agrícola.
Sentidos los ecos de la llamada revolución de Córdoba, es natural que los firmantes
del documento, pivoteados por las aulas, respalden y realcen la autonomía
universitaria.
E,
igualmente, natural que planteen otro y decisivo modelo económico, con la
revisión de las inversiones extranjeras, la atención a los servicios públicos
estratégicos en manos del Estado y del municipio, la nacionalización de la
caída de las aguas, la política de no más endeudamientos. Por lo demás,
adelantándose al que anunció y aplicó López Contreras más tarde para sorprender
al país y a sus propios aliados, el PB lanza un programa mínimo, orientado a
edificar el consenso de las fuerzas progresistas y modernizadoras que, en las
próximas décadas, sabrá de una importante adaptación, ampliación y desarrollo,
agotándose con el cumplimiento del llamado Acuerdo de Puntofijo, como lo ha
señalado Caballero; acotemos, deslindará a las nuevas generaciones políticas,
posterior a la fundación en México del Partido Revolucionario Venezolano (PRV),
influido por la vieja política y los viejos políticos: “Es a partir de 1931
cuando se da el verdadero vuelco. Los jóvenes del 28 abandonan las ilusiones
´revolucionarias´ cuando se dan cuenta de que los jefes de las tales nada
tienen de revolucionarios, en el sentido que esa palabra tiene en el siglo
veinte” [CABALLERO, 1997: 53].
3.-
Conclusiones
El
PB renueva o genera una tradición propia del otro modo de hacer la política en
Venezuela, entendida ésta como experiencia simultánea del pensamiento, la
acción y la emoción, fundada en un firme, perseverante y trascendente
compromiso. Para la coincidencia y la discrepancia, el documento también le
concedió identidad a un grupo de jóvenes venezolanos, dándole claridad a sus
convicciones, perspectivas e iniciativas, en contraste con las ya agotadas
prácticas panfletarias del medio convencional.
Por
lo demás, por muchas décadas, no se entendió la política, incluyendo su
formulación al interior de los propios partidos para los más variados casos y
niveles, sin una formulación racional, susceptible de corrección y
profundización. El documento político, herramienta esencial de toda conducción
colegiada, inherente a la política misma que se entienda por democrática, ha
desaparecido desde mediados o finales del siglo XX, como ahora el análisis
político (realmente análisis, realmente político), en la era digital.
El
anatematizado PB, comprensible por la muy acalorada controversia de la inmediata
transición posgomecista que produjo, se nos antoja como una importante
referencia para las nuevas generaciones en tanto ejercicio, procedimiento,
método, o técnica para tramitar sus más profundas convicciones, constataciones
y pareceres. Nada baladí la ejercitación del pasado para prever –
interpretándolo – el presente mismo como anuncio del futuro.
Nada
gratuita la ignorancia activa y crecientemente compartida de la historia, a
favor de las versiones más disparatadas y anecdóticas. Perfectibles, los
venezolanos supimos de distintas y limpias modalidades para pensar, hacer y
sentir la política.
Referencias:
BORJA, Rodrigo (1997)
“Enciclopedia de la política”. Fondo de Cultura Económica, México.
CABALLERO, Manuel (1998)
“Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992)”. Monte Ávila Editores
Latinoamericana - Contraloría General de la República, Caracas.
LENGRAND, Eloi – SOSA,
Arturo (1981) “Del garibaldismo estudiantil a la izquierda criolla. Los
orígenes marxistas del proyecto de A.D. (1928-1935)”. Ediciones Centauro,
Caracas.
“PLAN de Barranquilla, 1931.
Análisis histórico” [Estudio preliminar: Manuel Caballero] (2007) Fundación
Rómulo Betancourt, Caracas.
PLAZA, Elena (s/f) “Los
regímenes de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez (1899-1935)”. XI Diplomado de
Historia de la Venezuela Contemporánea. Fundación Rómulo Betancourt –
Universidad Pedagógica Experimental Libertador,11/03/2025: Caracas.
PUERTA BAUTISTA, Lorena
(2023) “Metodología para el análisis de documentos históricos”. XI Diplomado de
Historia de la Venezuela Contemporánea. Fundación Rómulo Betancourt –
Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Caracas.
SALECL, Renata (2023) “Pasión
por la ignorancia”. Paidós / Planeta, Barcelona.
Fotografías:
Inicial, ©ArchivoFotografíaUrbana, cuenta facebookeana de Tomás Straka; de izquierda a derecha: German Tortosa, Raúl Leoni, Jóvito Villalba y Horacio Cabrera Sifones (Bogotá, 1937). Posterior, tomada de la red, el exilio de 1937.
11/03/2025:
https://www.elnacional.com/opinion/plan-de-barranquilla-o-el-otro-modo-de-hacer-politica/