domingo, 4 de mayo de 2025

Fecha centenaria

LUIS HERRERA Y RÓMULO

Guido Sosola

Conocí a Luis Herrera Campíns durante la campaña electoral de finales de 1958, cuando vino entre semana a la capital para una reunión de la dirección nacional de su partido. Estaba entregado de cuerpo y alma a la campaña por la diputación larense al mismo tiempo que la presidencial de Rafael Caldera, y acordó tomar un café con mi padre, quien – por cierto -  lo halagó porque le respondió en un italiano impecable, quizá con acento del norte y de seminarista venezolano, a un “musiú” conocido por los alrededores del Puesto de Socorro, en la esquina de Salas.

Ya legislador electo, adquirió cierta celebridad por el discurso que pronunció en el Capitolio a propósito del centenario de la Federación, por cierto, demasiado zamorano como se estilaba por entonces, pero - en el curso de toda la legislatura - resultó una pieza indispensable en la conducción política de las cámaras que estaban repletas de líderes muy promisorios, como quizá nunca antes ni después se tuvo en Venezuela. Huelga comentarlo, un relevo generacional de los años cuarenta que pondría a Pérez, Herrera, y Lusinchi en Miraflores, como luego no pudo hacerlo representante alguno de la gente del cincuenta y ocho.

Varios días después, en la sala de casa, compartiendo con mi viejo y otro señor que – si mal no recuerdo – fue un combativo dirigente sindical, Luis les contaba de una reunión a la que asistió no sé si en Miraflores, en el Palacio Blanco o en Los Núñez, con el presidente Betancourt, acompañando a Miguel Ángel Landaez, jefe de la bancada copeyana. Sorprendiendo a sus contertulios, en medio de la taza de café, y retuve el testimonio que oí sin querer: indicó algo así como que “Rafael tiene razón, Rómulo ha madurado y confía en el respaldo que le podamos dar”,  porque presagiaba demasiadas tormentas y de las peores con Cuba, antes que con Santo Domingo que capitalizaba a la opinión pública por el atrabiliario Trujillo y su bohemio hijo Ranfis.

La relación de Betancourt fue extraordinaria con Luis Herrera, un defensor a carta cabal del gobierno, convertido en jefe de la fracción parlamentaria de su partido a la vuelta de un año de la elección, leal y crítico y de una honradez a toda prueba. Por ello, cuando Rómulo entrega el poder a Leoni, aceptó una única reunión doméstica de despedida,  escaseando los políticos de oficio; dos personas que ponderó mucho y estimó especialmente por sus aptitudes políticas: Luis y Jaime Lusinchi, conscientes de gozar de la más alta estima del gran líder.

Por antiadeco que fuese o se mostró, entendía muy bien sus responsabilidades al frente del Estado. Durante su ejercicio presidencial, Luis mantuvo una relación de respeto y confianza hacia Rómulo, sabiéndolo un valor para la democracia.

Fotografías: Inicial: Rómulo Betancourt y Luis Herrera Campíns, tomada de la red. Y, la posterior, tomada de la cuenta e Instagram: CorreodeLara, con la siguiente leyenda: “En noviembre-diciembre de 1947, la Seccional COPEI–Lara se reunió bajo los almendros de El Oasis en Barquisimeto. Rafael Caldera, entonces joven candidato presidencial, dialoga codo a codo con Luis Herrera Campíns; justo detrás, Cléofe Andrade y otros dirigentes sellan con ilusión el rumbo de un proyecto ciudadano”.

04/05/2025:

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