DE LA HUMILDAD POLÍTICAMENTE ENTENDIDA
Luis Barragán
Cada quien hace de su vida personal lo que venga en gana,
excepto que perjudique a los demás. Esto se hace más patente en el ámbito
político, el que inexorablemente concierne a todos, donde aún el más modesto
dirigente debe administrar sus propias e indelegables ínfulas, pues, por muy
pedante, soberbio y autosuficiente que fuere, ha de entender y aceptar cuán
lejos llegan sus responsabilidades en los procesos de recuperación de las
libertades públicas y de la democracia.
Cualidad, disposición, virtud, o actitud, la humildad
constituye el principal elemento que permite y facilita la agregación de
voluntades e intereses en la medida que los actores públicos, políticos y
sociales, reconozcan sus limitaciones y la necesarísima complementación de ideales
y esfuerzos, iniciativas y tareas, valorando al otro y a los otros. Sugiere el
desarrollo de una perspectiva realista tendida sobre los más legítimos idearios,
promovida la política como servicio y no privilegio, ciudadanía de la más
genuina plasticidad y no secta pseudo-religiosa, dirección colegiada y no
megalomanía escasamente reprimida, despliegue estratégico en lugar del
lanzamiento de los dados.
El mitómano autoconvencido de una grandeza ilimitada,
hambriento de reconocimiento, urgido de un protagonismo preferiblemente épico,
aunque tenga que inventarlo, solamente apunta a la política como espectáculo,
trastocado en un artificio cónsono con la era de los excesos digitales. Hoy más que nunca, requerimos de la
sinceridad, autenticidad, solidaridad, sencillez, recato, cooperación, transparencia
para la reelaboración del papel del dirigente político profundamente trastornado
por el impacto y proyección de una cultura chavista que, por supuesto, los
cientistas sociales deberán darle una más precisa denominación.
Importa reconocerlo, una larga y perversa pedagogía
del poder ha afectado a los sectores que no lo concursan, asumiendo convicciones
y conductas sobranceras, quizá por aquello de una experiencia política que nunca
se sintió como un temprano llamado al servicio de los demás, fuere o no en el
medio estudiantil, sino como el arribo de las más insólitas oportunidades –
incluso – crematísticas en el propio lado de la oposición. O, quizá, porque
responde a un fenómeno más universal que, en su más reciente libro (“Polarización,
soledad y algoritmos”, Siglo XXI Editores, Madrid), trabaja Antoni Gutiérrez-Rubí,
respecto a las desilusiones de la llamada generación Z, la polarización
política e ideológica en medio de la transición hacia los bytes cuánticos.
Las lecturas católicas del domingo próximo pasado,
sobre todo la del libro del Sirácide y el pasaje de san Lucas, nos impusieron
de la necesidad de un llamado pleno, plenario y a plenitud favorable a la
humildad política para el ejercicio honrado de una oposición responsable, habida
cuenta de la amarga experiencia acumulada por el poder innegablemente concupiscente
del siglo XXI. No ha de caber arrogancia alguna tratándose de una auténtica
hazaña: la definitiva superación de la pobreza espiritual que nos ha corroído,
incluso, en las relaciones interpersonales.
Gráfica: Luis XV, gráfica tomada de la red.
02/09/2025:
https://www.elnacional.com/2025/09/de-la-humildad-politicamente-entendida/
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