LILA MORILLO Y EL CAMBIO POLÍTICO EN VENEZUELA
Agotada apreciación, los analistas que pueblan el
circuito digital suelen inculpar a los partidos políticos de lo ocurrido a
finales del siglo pasado en Venezuela, librando de toda responsabilidad a
individualidades y grupos que, además, pasando ahora por debajo de la mesa, igualmente
propiciaron lo que terminó siendo el socialismo del siglo XXI. Por supuesto que
la contribución de las otrora élites políticas fue tan fundamental como el
modelo rentista que también nos explicó, pero es necesario detenerse en la
reaparición del multipartidismo, el fenómeno de la descentralización y la pugna
que alguien llamará generacional para convencernos de la mala puntería que se
tuvo al disparar interesadamente sobre los acontecimientos de entonces.
Porque es el presente el que debe ocuparnos,
advirtamos la absurda supervivencia del prejuicio antipartidista que todo lo
explica, todo lo puede, todo lo moraliza dada la insoportable pureza de los
críticos. Es solo aparente el vacío de un ideario, de un imaginario, de una ilusión
de libertad y democracia, por lo demás, crecida, generalizada y sostenida la
conciencia de un momento histórico que espera por la adecuada versión y
modelaje de los que tienen suficiente tiempo o lo emplean por completo a los
asuntos del poder, a los aspirantes y especialistas del bien común en la
materia.
Principiando la actual centuria, todavía se hacían
sentir los ídolos del espectáculo televisivo que orientaban – incluso –
políticamente a nuestros hogares, pero – menos de una década después –
olvidaron algunas tentaciones y afanes, yéndose al exilio en reclamo de una
vocación y un oficio inconfundibles. Décadas muy atrás hubo artistas de una sólida
e incuestionable popularidad que aportaron con la realización plena de sus varios talentos al cambio político en Venezuela que le dio expresión a las
transformaciones sociales y económicas que alcanzaron una dimensión histórica.
Hay leyes tan universales como la de gravitación con sus equivalentes en el campo cívico que, mereciendo la vanidad del latinazo, resume principios como zapatero a su zapato (ne sutor ultra crepidam) y no se puede asar o cocinar dos conejos al mismo tiempo (non licet duos lepores simul capere). Al parecer, de esto supo Ronald Reagan.
Ilustración: Henry Buttner.
Material impreso: Revista Momento, varios números de los años 60 del XX.
16/12/2025:
https://www.elnacional.com/2025/12/lila-morillo-y-el-cambio-politico-en-venezuela/




No hay comentarios.:
Publicar un comentario