martes, 15 de marzo de 2022

Acorralamiento

EL CONFLICTO RUSIA-UCRANIA VISTO DESDE VENEZUELA 

Humberto González Briceño  

Lo primero que comprendimos cuando estalló la crisis militar entre Rusia y Ucrania es que no podíamos los venezolanos saltar a condenar a Rusia o apoyar a Ucrania sin antes lograr un entendimiento cabal de los  coletazos de esa crisis en Venezuela. En la confrontación de intereses geopolíticos los nuestros (los de los venezolanos que luchamos contra el chavismo) parecieran estar en contradicción con los de Ucrania como país sin que esto signifique condonar agresiones contra la población civil aún en situación de guerra.

Pero es que la presión de las corporaciones mediáticas y los dueños de las redes sociales va en dirección de condenar a Rusia y a todo aquel que se atreva a dudar de la opinión hoy hegemónica. Más allá de las opiniones personales que cualquiera pueda tener lo que nos interesa hoy es examinar la situación desde un punto de vista geopolítico en su impacto sobre la situación en Venezuela haciendo a un lado consideraciones de tipo psicológico e incluso propagandístico.

No es cierto que la intervención militar que pide Ucrania a Estados Unidos y la OTAN tenga similitudes con la intervención militar internacional que en algún momento pedimos para Venezuela. Ucrania está en el centro de un conflicto que ha sido creado artificialmente para ponerle un freno a la expansión imperial de Rusia. Es legítimo que Rusia en el ejercicio de sus capacidades imperiales quiera retomar el control de Ucrania que, antes de la maniobra de los comunistas soviéticos, era parte integral de Rusia y no algo distinto.

También es legítimo que los vecinos de Rusia administren sus temores y vean en esa acción una amenaza para sus propios países. Tan legítimo como el derecho que podría asistir a cualquier ucraniano de enfrentar por la fuerza las pretensiones rusas. Lo que cambia toda la dinámica es la torpe decisión de los Estados Unidos nuevamente convertido en policía del mundo, bajo la dirección de los demócratas, de sumarse al coro de otros países que ven en esta coyuntura la justificación para enfrentar a una Rusia que acusan de autoritaria, imperialista y enemiga de la civilización occidental.

La Rusia autoritaria y capitalista de hoy nada tiene que ver con el régimen comunista soviético de ayer, aunque algunos insisten en darle vida a ese espectro. De hecho la Rusia de hoy podría tener más intereses geopolíticos y culturales con Occidente que la propia China tan favorecida por la administración demócrata en Estados Unidos. Sin embargo, la narrativa dominante en los medios norteamericanos es a condenar el expansionismo ruso de su plataforma continental muy parecido, por cierto, a lo que hizo en su momento los Estados Unidos tomando control de extensas áreas de México y comprando a precio de ganga la zona de Alaska precisamente de los rusos.

Casi que por impulso reflejo deberíamos salir a condenar la acción de Rusia contra Ucrania por el hecho de que Rusia ha sido clave e instrumental en el sostenimiento militar del régimen chavista. Por lo que la instalación de las bases militares rusas en Venezuela significan y por la disposición que tiene el régimen chavista de cederle el territorio a cualquier país dispuesto a confrontar militarmente con Estados Unidos es por lo que las razones para pedir una intervención militar internacional no eran sólo domésticas sino geopolíticas. La disposición del régimen chavista de poner el territorio venezolano a la orden para instalar armas de largo alcance es una amenaza real para la seguridad continental de los Estados Unidos más incluso que el control de Ucrania por parte de Rusia. Aunque el gobierno ucraniano insista en hacer de su guerra la tercera guerra mundial involucrando a más países en contra de Rusia.

Para los venezolanos que estamos en una guerra a muerte contra el régimen chavista condenar a Rusia y apoyar al gobierno de Ucrania nos pone automáticamente del lado del grupo de países -¿intereses?- liderados por los Estados Unidos e Inglaterra que ahora proponen financiar al chavismo levantándole las sanciones internacionales y comprándole  petróleo. Según Estados Unidos, Rusia es enemiga de Occidente y comprarle petróleo sería financiar su maquinaria de guerra. Los operadores del Partido Demócrata resolvieron que entonces era preferible financiar la maquinaria represiva del chavismo que ahora se encuentra en una posición privilegiada de la mano de su más insospechado aliado, el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.

No vamos a ahorrar palabras de apoyo y solidaridad con el pueblo ucraniano que hoy es víctima de poderosos intereses financieros y militares que los han usado para provocar un conflicto con Rusia. Si hay que buscar culpables al sufrimiento de los ucranianos no solo se puede acusar a Rusia sino a Estados Unidos y los demás países de la OTAN que usan a Ucrania como proxy en su guerra imprudente contra Rusia. Con el mayor pragmatismo estos países alientan la posición de Ucrania y le suministran poderosas armas al tiempo que se excusan de no acordar una zona de exclusión aérea con el pretexto que eso sería interpretado como un acto de guerra directo contra Rusia como si el suministro de armas y el embargo internacional ya no lo fueran.

Tampoco los venezolanos podemos aceptar que se nos acorrale a escoger entre apoyar a los oligarcas de la Rusia de Putin y los de la Ucrania de Zelenski. Nuestra posición debe ser prudente, no neutral. Y en el ejercicio de esa prudencia para defender nuestros propios intereses y no otros estamos obligados a condenar a los verdaderos responsables del conflicto entre Rusia y Ucrania y a denunciar  a todo aliado del régimen chavista que le apoye en forma militar o económica, llámese Rusia o Estados Unidos.

Fotografía: https://jbpress.ismedia.jp/articles/-/69007

15/03/2022:

https://www.elnacional.com/opinion/el-conflicto-rusia-ucrania-visto-desde-venezuela

Breve nota LB:En la edición digital de El Nacional de hoy, de veinte textos de la sección de opinión, doce se refirieron al problema de Rusia y Ucrania, incluyendo el artículo de Humberto González. 

UNA GUERRA SIN JUSTIFICACIÓN

Humberto González Briceño  

La crisis militar Rusia-Ucrania ha permitido que circulen por todo el planeta ríos de propaganda tratando de justificar una u otra posición. Es el otro campo de batalla, el de las redes sociales y la opinión general donde se intenta legitimar una opción militar y condenar la otra. Estas campañas circulan en forma muy fluida la mayoría de las veces camufladas de “información” (que nunca es objetiva) y “análisis” (que siempre son tendenciosos). Esto complica la comprensión de una situación de por sí ya compleja y además produce efectos perniciosos cuando militares y políticos usan esas piezas de propaganda para basar sus decisiones.

El relato dominante hoy en redes sociales y medios condena la acción militar de Rusia contra Ucrania simplificando el conflicto a una presunta confrontación entre democracia liberal y autoritarismo o mejor aún a una batalla épica y definitiva  entre el bien y el mal. Desde esa nebulosa es prácticamente imposible entender la complejidad de la crisis y menos aún construir posibles alternativas que conduzcan a una paz negociada. La incapacidad para entender la naturaleza de esta confrontación combinada con otros poderosos intereses geopolíticos, militares y financieros que entran en juego multiplican en forma exponencial el daño humano y económico no solo para Ucrania y Rusia, en primer término, sino también para Europa y el resto del mundo. No hay espacio para mantenerse ajeno o neutral frente a un conflicto de estas dimensiones que nos alcanza a todos.

El recurso preferido de “periodistas” y “analistas” es exponer la crisis partiendo de la crisis misma haciendo abstracción, deliberadamente, del contexto y, lo más importante, los antecedentes y causas. Esto permite armar versiones tales como que un buen día Vladimir Putin enloqueció y decidió invadir Ucrania y al resto de países de Europa. Pareciera entonces que estamos frente a un conflicto que estalla hoy (entendiendo este hoy en un horizonte temporal de 25-30 años) y que no es el resultado de una sucesión de eventos relacionados que nos han traído hasta aquí.

Hay abundante literatura académica que explica como Ucrania, siendo parte integral de Rusia, fue desmembrada por una conveniente decisión administrativa de la Unión Soviética. Con el tiempo la creación de esta suerte de república artificial se convirtió en una realidad geopolítica en las guerras proxy contra Rusia y además alojando en su seno una variedad de grupos ultra nacionalistas que encontraron en el neo nazismo y el neo fascismo ideologías para justificar su propósito separatista.

Con el derrumbe de la Unión Soviética esa creación artificial llamada Ucrania se ve ahora reconocida en el concierto de las naciones como una república independiente y soberana. Esta es una realidad geopolítica con la cual la Rusia posoviética tendrá que convivir al igual que con otras repúblicas que fueron parte de la URSS y ahora están en su frontera.

La desaparición de la Unión Soviética produjo ipso facto la desarticulación del Pacto de Varsovia, alianza militar que agrupaba a los aliados de la URSS. Extinguida la amenaza soviética contra las democracias occidentales la desaparición del Pacto de Varsovia ha debido llevar de inmediato al desmantelamiento de su contraparte la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Aunque esto fue parte de lo que formalmente se le ofreció a la Rusia posoviética como garantía para su propia seguridad como potencia lejos de ser así la OTAN no solo continuó sus operaciones como siempre sino que emprendió la incorporación de antiguas repúblicas que pertenecieron en el pasado a la órbita soviética.

La razón para esta política fueron los temores de estas repúblicas ante una eventual resurrección del poder soviético esta vez encarnado en una Rusia con obvias y evidentes pretensiones imperiales. Estos miedos fueron hábilmente manejados por el llamado complejo militar industrial de Estados Unidos, a través de las políticas del Departamento de Estado, que se dio a la tarea de exacerbar la desconfianza y crear condiciones para justificar la expansión geopolítica y militar de la OTAN lo cual se traduce en ventas de armas sofisticadas y tecnología militar a sus nuevos clientes, ahora parte de la alianza militar.

No pocos catedráticos y estadistas estadounidenses han advertido desde 1991 que la expansión de la OTAN hasta las fronteras con Rusia sería interpretada por esta como una agresión directa y provocaría eventos de consecuencias imprevisibles. Y es que tanto derecho tiene la Rusia de Putin de sentirse amenazada por la instalación de armas nucleares en sus fronteras y áreas de influencia como en su momento lo tuvo Estados Unidos de Kennedy cuando la Unión Soviética instaló sus misiles en Cuba, a escasos minutos de la plataforma continental estadounidense.

Estamos frente a un conflicto que ha sido cuidadosamente planificado y que ha podido ser evitado. Es decir, si de verdad la vida de los ucranianos importa, como dicen los voceros de la OTAN, en lugar de enviar armas a Ucrania lo que deberían estar haciendo en este momento es emprender una negociación directa con Rusia para detener la guerra. Por el contrario vemos como los países “aliados” de Ucrania quieren seguir suministrándole  armas y usarla como proxy en su objetivo de enfrentar a Rusia.

Es curioso que cuando Volodimir Zelenski  declarara hace unos días que Ucrania no debería ser parte de la OTAN,  sus “aliados”, y entre ellos el más vocal de todo Estados Unidos, guardaron silencio. Porque en definitiva las condiciones que plantea Rusia para resolver este conflicto son muy claras: que no se instalen armas nucleares y bases misilísticas en sus fronteras y que no se acepten más países vecinos en la OTAN. Solo quienes viven del negocio lucrativo de la guerra pueden encontrar estas condiciones como irracionales.

En el centro de este conflicto están los ucranianos, víctimas de los bombardeos rusos, del ejército de Zelenski que los usa como escudos humanos y de los negocios del complejo militar industrial norteamericano con la OTAN. No hay razones para evadir una negociación directa con Rusia y prolongar el sufrimiento humano en Ucrania. Tal como lo dijo el geoestratega chino Lanxin Xiang quien dirige el Institute of Security Policy de Shanghai, esta es una guerra que no tiene justificación, pero sí causas.

22/03/2022:

https://www.elnacional.com/opinion/una-guerra-sin-justificacion-pero-con-causas


Breve nota LB
: Importante tomar en cuenta otras perspectivas de la guerra.  Por supuesto que hay discrepancias ideológica, pero no obsta a la indagación y aceptación de una interpretación fuera de la convención dominante.  

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