EL NACIONAL - Domingo 08 de Enero de 2012 Siete Días/4
Entrevista Federico Vegas
"HEMOS OLVIDADO EL COMPROMISO ENTRE LA PALABRA Y LOS HECHOS"
El escritor afirma que el discurso del Presidente es una celebración del placer de expresarse bien del venezolano convertida en una trampa. Advierte que buscan acabar con la palabra no a través de la represión, sino abusando de ella para que no valga nada. Se ha creado una ilusión de democracia, sostiene, en la que la capacidad de reacción es eliminada
Tal Levy
" ¿Cuántos `ismos’ hubo en el siglo XX? Gomecismo, perezjimenismo y chavismo. Eso ya indica algo; uno no habla de romulismo o calderismo. Entonces, ese chavismo algo nos está queriendo decir y cada vez más estruendosamente", afirma Federico Vegas. "¿Quién ha hecho las denuncias más fuertes contra Hugo Chávez? Él mismo cuando dijo que iba a estar hasta el año 2030 y pico, qué denuncia mayor que esa de autoritarismo, de negación de democracia", señala el escritor que lamenta que la palabra "democracia" haya desaparecido del léxico político. "¿Conoces algún partido que la utilice? Ha sido abolida, incluso los mismos partidos de oposición le temen, como si fuera una palabra desprestigiada que va a ir mal con sus siglas".
--¿Comparte la visión de Armando, el personaje de Falke, cuando dice: "La historia de Venezuela comienza en Re mayor y termina en Mi sostenido. El Regenerador sustituye al Rehabilitador y éste al Restaurador, y todo mediante reacciones, reformas, revoluciones, revueltas y reivindicaciones, que tarde o temprano rematan en un mediocre `míomío’, en un `mí’ con demasiados bemoles"? --Evidentemente. Vivimos un "mío-mío" exacerbado, soportado en una revolución estática, con una lentitud asombrosa. Es patético porque para algunos es inconcebible y para otros maravilloso un endiosamiento cuyo destino es permanecer en el poder basado en la reiteración, para no hablar de resentimiento. Hay una frase más grave y es la de Rómulo Gallegos, que está al principio del libro: "Los venezolanos no sólo somos rebeldes a toda ley, deber o autoridad, sino también esclavos a toda fuerza e instrumento de toda tiranía".
Nos encanta rebelarnos contra todo lo que es autoridad, estructura, orden; en cambio, lo que es una opresión tiránica se va colando. El Gobierno ha sabido manejar esa dualidad de rebeldía contra la autoridad y sumisión a la tiranía.
Es poder y oposición. Las manifestaciones más fuertes contra el poder vienen del poder mismo, están ligadas a ese líder, máximo y absoluto, que lo domina todo. El caso más evidente son esos encapuchados que lanzan bombas lacrimógenas, cuando a los encapuchados siempre les lanzaban bombas lacrimógenas. Chávez llega gracias a que la sociedad tenía unos mecanismos de reacción, de cambio, y ahora él los está anulando. No es que Venezuela es casi una dictadura; Venezuela es una dictadura y casi.
Ese "casi" es un aditivo, no significa que no has llegado, sino que llegaste y elimina la opción de cambio porque te han quitado la posibilidad de rebelarte. Han creado una ilusión de democracia en la que anulan la capacidad de reacción. Por ejemplo, hubo elecciones legislativas y la oposición pudo vencer, pero fue una victoria ilusoria.
--En Venezuela se han roto los diques de contención verbales, devaluando el lenguaje.
La verborrea no deja espacio al silencio, por tanto tampoco al sosiego, y dificulta la reflexión.
¿La recuperación del país debe pasar por el lenguaje? --Claro, porque el lenguaje es nuestra ecología, nuestra biología; con él te comunicas con Dios, con las plantas, le hablas a los perros, a los bebés... La herramienta utilizada estos años no es la usual, que es tapar la boca como a la jueza Afiuni, sino lo contrario: llenar el espacio de palabras y poco a poco ir tomando los canales que hablan, los medios de comunicación. Ésa es la característica primordial del Presidente. Es terrible porque busca acabar con la palabra no a través de la represión, sino de un alud de discurso que hace que la palabra no valga nada, que pierda su significado.
--En el venezolano, incluso en los estratos bajos, hay un empeño, una preocupación, por hablar bien, bonito.
--Tanto es así que un hombre que hablaba bien dominó el país. Pero quizá así como hablamos bien, hemos olvidado el compromiso entre la palabra y los hechos. Esos países que tienen un lenguaje parco, a veces tosco, no quiere decir que no sepan expresar lo que sienten, sino que a lo mejor se fijan más en los sentimientos y en los hechos que en las palabras. Somos una cultura muy verbal, no quiero pensar en lo que la telenovela ha ayudado a desvirtuar el lenguaje; convierte las pasiones humanas en fórmulas que la gente se aprende. El discurso del Presidente en el fondo es una celebración de una de nuestras cualidades, que es el placer de expresarnos bien, convertida en una trampa. Lo que va prevaleciendo es un adormecimiento, un embrujo, no el compromiso con unos hechos concretos, sino la repetición de fórmulas, de promesas. Es pavoroso y puede que acabe con uno de nuestros principales recursos, nuestro lenguaje, que era algo para estar orgullosos y se está convirtiendo en una gran trampa política.
--Ha dicho que no cree que exista una urbe con mayor distancia entre lo que puede ser y lo que es. De hecho, solía jugar a ser el dueño de la ciudad, junto con William Niño Araque, y a imaginarla distinta. ¿Se ha vuelto imposible la Caracas posible? --Basta con asomarse para saber que uno está en un escenario privilegiado, concebido por los dioses para realizar algo maravilloso, en el que todo lo que está bien es imposible cambiarlo. El Ávila, al norte, parece diseñado para conducir la brisa. Todos los viajeros han hablado de cómo Caracas es una ciudad autolimpiante. La definición de colinas al sur es muy bella porque es una ciudad cóncava, consciente de sí misma, donde nos miramos los unos a los otros. Uno siente de una forma muy palpable que lo malo se puede cambiar. No hablemos de oportunidades tan maravillosas como el parque La Carlota, que de todas las obras del Gobierno sería la más fácil. La de parque es una visión pero hay otra más hermosa, la del patio de la ciudad donde los caraqueños pueden contemplar esa concavidad.
Pensando en lo bueno que no puedes cambiar y lo malo que sí puedes, recuerdo la Oración de la Serenidad, que recitan los alcohólicos: "Señor, concédenos serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que sí podemos y sabiduría para discernir la diferencia". Esa oración la deberían rezar los alcaldes, el Presidente, los urbanistas y todos aquellos que tienen que ver con la ciudad. En la urbe toda necesidad es una posibilidad perdida. Lo posible tiene una característica muy trágica y es que si no le prestas atención, decrece; mientras que las necesidades, si no les prestas atención, aumentan.
Las ciudades que se manejan a través de lo necesario son muy tristes porque están siempre en el reino de la fatalidad. Tu pensamiento está referido al problema, a la limitación, no al recurso. El Estado tiene que hacer ciudad, es lo que hacían las Leyes de Indias. Felipe II no construía viviendas, creaba sistemas de calles, plazas...
Antes de la Independencia se formaron más de 90% de los pueblos, pero después parece que perdimos el arte de hacer ciudades y pueblos. En Caracas se desatendió la visión de ciudad. Se creó una ciudad no urbanizada, por lo que su crecimiento integral se ha ido haciendo imposible. Se ha generado un problema de vivienda tan descomunal que el Gobierno se tuvo que enfocar exclusivamente en él. Y si descuidas la posibilidad de hacer ciudad, te hundes, te ciegas en la necesidad de hacer vivienda.
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