domingo, 7 de mayo de 2023

Camino, verdad, vida

San Juan 14, 1-12
¿SIGUES ESPERANDO VER A DIOS, COMO FELIPE?
Si no lo descubres en el hombre, nunca lo verás.
Marcos Rodríguez
Hoy podríamos desarrollar, no una homilía, sino todo un tratado desde cada una de las lecturas.
En la primera, descubrimos cómo los ministerios (diaconado) no fueron instituidos directamente por Jesús, sino que surgieron como exigencias de una comunidad que crece y tiene que organizarse.
"Escoged a siete de vosotros... y les encargaremos de esa tarea." (Hch 6,1-7)
En la segunda, nos encontramos con la idea del sacerdocio de los fieles, recuperada por el Vaticano II, pero escamoteada por los que han venido después.
“Vosotros sois: raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad...” (1 Pe 2,4-9)
Quiere decir que, como cristianos, cualquier simple fiel y Benedicto XVI, en lo esencial, son idénticos.
Todo cristiano es esencialmente sacerdote, porque participa del sacerdocio de Cristo. La diferencia con el sacerdocio ministerial es accidental, aunque sea importante. No se trata de quitarle importancia, pero no debemos establecer diferencias substanciales entre cristianos. Los ministros ordenados no son más ni menos cristianos.
El evangelio, aunque es una pequeña parte del discurso de despedida que Juan pone en boca de Jesús en la última cena, se trata de reflexiones pascuales. Lo que en el discurso es futuro, es ya presente para el que escribe y el que lee. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando.
Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia de salvación. Esta vivencia está anclada en la presencia de Jesús, del Espíritu y del Padre. El ambiente es de inquietud: la traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es inquietante. Está justificada la invitación a la calma y a la confianza.
El tema central de este capítulo 14 es el Padre. La clave del mensaje de Jesús es su relación con el Padre y la de sus discípulos.
“Mantened vuestra adhesión a Dios y a mí” (pisteuete eis...). Juan utiliza esta construcción 30 veces, dirigida a Jesús. En 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando la identidad de ambas adhesiones.
Está en juego la relación de los discípulos con Dios. La opción por él y la opción por Dios son la misma cosa. Si de verdad buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No hay diferencia entre la adhesión a Dios y la adhesión a Jesús. Esta es la razón por la que no tienen nada que temer.
“En el hogar de mi Padre, hay sitio para todos”. “Oikia” = casa, pero también familia, intimidad. “Monai pollai” = muchas moradas. “Mone” se deriva de “ménô” = permanecer.
Significa la presencia del Padre en Jesús y de Jesús en el Padre. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya.
No hay diferencia de rango en las moradas, sino multiplicidad. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos.
Todos los seres humanos están llamados a recorrer el mismo camino de Jesús, para entrar a formar parte de la familia (ámbito) del mismo Dios. Como Jesús está “en el seno del Padre”, así todo cristiano puede llegar allí.
La incomprensión de Tomás, es recurso literario, y da al autor  la oportunidad de aclararse.
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Estamos ante uno de los textos más densos, referidos a la realidad de Jesús. La meta es el Padre. Él es el camino, pero también la verdad y la vida.
El concepto de “camino” presupone un término. El concepto de “verdad” presupone un contenido. El contenido es él. De los tres términos, el único absoluto es “vida”. Porque Jesús posee la Vida, es verdad y es camino.
Yo soy camino. Jesús es un proyecto realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. El camino es el amor hasta la muerte. El don total de sí mismos les realizará plenamente y hará brillar en ellos la presencia de Dios. Pero además de recorrer ese trayecto, me hago camino para que tú puedas recorrerlo también. En el Antiguo Testamento el camino era la Ley. Jesús sustituye la Ley, no con otra ley, sino con su persona.
Yo soy verdad, es decir, soy lo que tengo que ser, soy yo mismo, soy auténtico. No se trata de la verdad lógica, (la adecuación de un predicado a un sujeto), sino verdad ontológica que hace referencia al ser, no al conocer. Quiere decir que Jesús es plenamente hombre, autentico y verdadero. Es lo que tiene que ser un ser humano. Es verdad, porque la trayectoria de su vida es la que tiene que recorrer todo hombre. Lo contrario sería ser lo que no eres, ser falso, engañoso, pura apariencia, no ser uno mismo.
Yo soy vida, es decir, lo verdaderamente importante de mi ser está en la energía que hace que sea lo que soy. Recordad: "El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí." Está hablando de la misma Vida de Dios, que se le ha comunicado a él y que, a través de él, se nos comunica a nosotros.
“Nadie se acerca al Padre...” En el capítulo 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma vida de Dios.
Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el Antiguo Testamento. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios.
Quién me ve presente a mí, ve presente al Padre. ¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja, puesta en boca de Jesús, es una clara reflexión pascual de los discípulos. En su vida pública no entendieron ni jota de lo que era realmente Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor de Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el “hombre”. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y al mismo tiempo: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo.
“Las exigencias que yo os propongo...” Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. ¡Ojo a este dato! La presencia de Dios en Jesús es dinámica. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las “exigencias” que Dios le pide a él.
A través de sus obras realiza el designio creador. El criterio para descubrir si el Padre está en Jesús serán siempre las obras. Lo que dice tendrá siempre un valor relativo. Lo verdaderamente válido son las obras. Si lo tenemos claro, descubriremos a Dios en las obras de Jesús a favor del hombre.
Pero la manifestación de Dios en las obras de Jesús no es una exclusiva suya. Dios actúa en él y seguirá actuando en todo aquél que siga sus pasos. Liberar al hombre será siempre obra de Dios, sea a través de Jesús sea a través de los seguidores. “Hará obras aún mayores”.No se trata de milagros, sino de la manifestación del amor en favor del hombre. La obra de Dios no termina en Jesús, empieza en él y se continuará siempre.
Meditación-contemplación
Yo soy camino, yo soy verdad, yo soy vida.
Ésta es la profunda experiencia de los cristianos de finales del siglo I.
En Jesús descubrieron, no sin dificultades, la presencia de Dios.
Mi tarea es descubrir también ese Dios de Jesús.
...................
Para encontrar ese Dios en Jesús, tengo que abandonar mis ídolos.
Dioses que tengo muy arraigados en lo más hondo de mí,
de los que no me quiero desprender porque son fabricación mía
y con los que me encuentro muy a gusto
porque responden a mis deseos.
..................
El Dios de Jesús, por ser amor, me exige amar.
Y eso es precisamente lo más contrario a mis deseos egoístas.
Para llegar al verdadero Dios sólo hay un camino:
el que recorrió Jesús amando hasta el extremo.
Ilustración: Rembrandt Harmenszoon van Rijn.
Fuente:

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Semaforío

DE LA (IN)DISCIPLINA SOCIAL Luis Barragán La normativa jurídica, esto es, la que en nada es accidental, establece que el cruce peatonal ...