UNA DIÁSPORA TAMBIÉN ENLUTADA
Luis Barragán
De nuevo,
venezolanos fallecen en el Darién: esta vez, dos niños y un adulto, tragados
por la ferocidad de la selva y aún más la del coyotaje que pareciera una rentabilísima creación del Foro de São
Paulo y no, consecuencia de una política implementada, ejemplificada e
irradiada desde la capital provisoria del socialismo del siglo XXI. Huyendo del
país hambreado y desescolarizado, con demasiados kilómetros hechos a pie y
durmiendo a la intemperie, encuentran una muerte prematura e injusta al mismo
tiempo que los prohombres del poder celebran acá cualquier ocurrencia, todo
gesto, alguna infidencia, o una mirada de satisfacción a través del retrovisor.
Ciudad Juárez
y Brownsville, también constituyen dos
recientes y desgraciados referentes de incineración y atropello automovilístico
hacia los nuestros que habla de la incomprendida causa venezolana por la libertad y la
democracia, alzándose un importante desafío para la dirigencia política y
social forzada al exilio. Nadie está a salvo de atravesar por una experiencia
crudelísima, como la nuestra, expuestos a todos los riesgos y peligros, al igual que los cubanos que luchan por salir
y salen de la cárcel isleña, incursionando en el vastísimo territorio
extranjero para salvar o intentar salvar a la familia, llevándola o no consigo.
Reconocemos el
testimonio de solidaridad de los pueblos que acogen a los coterráneos,
ayudándolos, entendiéndolos, tratándolos como hermanos, tendiéndoles una mano
en las circunstancias más duras y difíciles, pero – también – digamos de las
minorías que vejan, enardecen, repelen, burlándose de aquellos que fielmente
ejemplifican al país que serán de votar por los aliados locales de Maduro
Moros. Aceptemos que es el resultado de
las manipulaciones consistentes de esos aliados locales orientados por el
escaso funcionariado diplomático o consular venezolano que va quedando, o de la
incompetencia de los líderes opositores obligados al exilio que no logran neutralizarlos,
pero lo cierto es que hay una marcada tendencia a la indiferencia por la suerte
de otros pueblos, otras naciones, otros países jurando que jamás será la
propia, propendiendo a banalizar el infortunio de Sudán o Ucrania.
Peor ocurre en
el territorio nacional, con los protagonistas y más altos personeros del
régimen, añadidos los cuadros medios, tan insensibles, o excesivamente
insensibles frente a la trágica
situación de los venezolana de acá y de allá, como si absolutamente nada
tuvieran que ver con ellos, legándole a la prole un sentimiento de culpa varias
veces postergado que tratará en revertir muchos años después el analista de
turno. Pregonan amor y paz por las emisoras radiotelevisivas del Estado,
inducidas las privadas a replicar el mensaje, pero las rosas del interesado
jardín están blindadas soportando enteramente el peso de un tanque de guerra,
cual ilustración del talentoso e irónico Guy Billout.
El oficialismo
nada dice directa e inequívocamente respecto a la calamidad de los nuestros excepto
flete un avión trastocándola en un magnífico negocio político y literalmente
comercial, por la inversión publicitaria que acarrea. Apuesta por la densidad y
definitiva solidez de una capa geológica: la de una total insensibilidad ante sus crímenes que más
de ocho millones de compatriotas regados por el mundo igualmente lo acreditan.
Más de veinte
años después, respiramos la misma provisionalidad que desde el principio
transpiró el único gobierno que hemos padecido, aunque ahora tenga diferente
cachimbo, y ojalá más temprano que tarde lo superemos para evitar que otro
venezolano muera en las rudas
circunstancias que incansablemente ocupan a los noticieros. Ocupación que debemos evitar se haga rutina, denunciando con terquedad el drama a través de
todos sus ángulos.
Ilustración: Guy Billout.
16/05/2023:
https://www.elnacional.com/opinion/una-diaspora-tambien-elutada/
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