MADERA POLÍTICA
Luis Barragán
Apenas, faltan
semanas para la celebración hasta dónde sea posible del Día del Estudiante
Universitario, cuyo origen es de una extraordinaria y aleccionadora nobleza
histórica; importa incluir a los cursantes de bachillerato que, por entonces,
protestaron también vehemente y audazmente a la dictadura perezjimenista. Y
restan – entendemos - pocos días para
los comicios estudiantiles de la emblemática UCV, deseando que sólo sea un
rumor malsano el presunto financiamiento gubernamental solicitado y aceptado
por los aspirantes a asumir los cargos gremiales.
Extraña
centuria la presente, resulta – por lo menos – curioso que el denominado
socialismo del siglo XXI no haya sabido de una intensa discusión ideológica de
propios y extraños, como pudo legítimamente esperarse, y todavía más la lenta e
impresionante desaparición de la historia y tradiciones estudiantiles que
caracterizaron a la Venezuela del siglo XX en su intensa lucha por conquistar
la libertad y la democracia. Destacó nuestro país en el contexto de un extenso
movimiento político latinoamericano que, nada casual, bien lo ejemplificó Cuba
al renovar su liderazgo proveniente del aula superior para luego desaparecer
barrido por los hermanos Castro; acotemos, en lugar del proletariado
prácticamente inexistente en este lado del mundo, predominante el campesinado, las clases
medias tradujeron sus mejores y peores aspiraciones políticas en el ámbito
universitario, y, ese protagonista hazañoso que imaginó Alejo Carpentier, un
muy talentoso novelista que se puso al servicio del castrismo, desapareció radicalmente
del firmamento: el líder estudiantil.
Huelga
comentar la suerte que ha corrido el oficialismo en el estudiantado venezolano
que, por cierto, desde principios del milenio, en los tiempos remotos del régimen
aún cursante, siguió el ejemplo de entereza y reciedumbre del rector Giuseppe
Giannetto, quien estuvo al frente de su despacho sin claudicaciones, en clara
defensa de la autonomía; o la nada casual circunstancia de los antiguos y
consabidos encapuchados que llevan más de dos décadas en el poder, atravesando
la universidad pública la peor de sus experiencias. No obstante, el dirigente
estudiantil, portador natural de los sueños de redención social y de las
libertades democráticas, con las más altas probabilidades de ejercer en la
adultez el liderazgo político de la
nación probando la madera de que está hecho, luce asombrosamente extraviado,
deliberadamente depreciado por los socialistas de la hora, inadvertidamente
desaparecido de cualesquiera elencos políticos realmente tales.
Uno de los más
destacados estudiosos del movimiento estudiantil, quizá el que mejor lo ha
sistematizado sociológica e históricamente, importante de retomar y de
actualizar, es el venezolano Orlando Albornoz, exponente de una amplia y
brillante trayectoria académica. Para la
discrepancia y la coincidencia, lo recomendamos a objeto de reivindicar de cara
a la prolongada situación que atraviesa el país, el papel de un sector de la
juventud múltiple que jamás ha de renunciar a la realización de su dignidad
como persona humana.
A modo de
ilustración, tres títulos de Albornoz conceden las pistas urgidas para una
indispensable reflexión, como el “Activismo político estudiantil en Venezuela”,
destacado en una valiosa compilación de diferentes autores del continente hecha
por Aldo Solari para Monte Ávila Editores (“Estudiantes y política en América
Latina”, Caracas, 1968); tratándose aún de la casa editorial del Estado,
sobresale un honesto sentido crítico que ayuda al contraste con esta nueva era.
O, de la misma casa editorial, “Estudiantes y desarrollo político” (Caracas,
1972), ahora, capaz de suscitar inquietud respecto a los ámbitos farragosamente
susceptibles de un puritanismo pretendidamente tecnocrático que clama por la
absoluta pulcritud de un aula ausente de toda bacteria política.
Apartando los
textos de opinión que tuvo a bien publicar en la materia por los años ochenta y
principios de los noventa del veinte que
resultó tan injustamente castigado en sus postrimerías, adquiere relevancia una
obra de título elocuente: “Ideología y política en la universidad
latinoamericana” (Instituto Societas, Caracas, 1972), contentivo de una densa
radiografía del caso venezolano, por siempre necesaria de recordar y de
contrastar con el presente. Aquél lejano contexto de una obstinada y temeraria
subversión de cuyo natural naufragio pagamos todavía la factura, inaugurada
desde La Habana, vuelve fantasmalmente para explicar una utilísima mitología de
la rebeldía estudiantil que amainó con las bonanzas petroleras y quedó
definitivamente cancelada con el chavismo
en su rítmico ascenso.
Hay fechas y
eventos de una notable fuerza actualizadora, sobre todo en el medio estudiantil.
Y un llamado a la responsabilidad histórica, probando tener la vocación, la
paciencia, la humildad y el talento para honrarla.
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