DE LA REVERENCIADA PUSILANIMIDAD POLÍTICA
Sobrevivimos a
un régimen que es el de un constante e irresponsable castigo emocional y, por
consiguiente, nada casual, sectores de la oposición lo retroalimentan negados
al uso y ejercicio de la razón, renunciando a toda semántica y discusión a
favor de un par de estereotipos que sufren el típico desgaste de una coyuntura
reiterada. Cosa ésta en la que puede incurrir un gobierno, el mismo para toda
la centuria, por la ventajosa disposición de los recursos materiales y
simbólicos, los del Estado, destinados a vulnerar la voluntad del resto de los
venezolanos, a contaminar sus ilusiones, a generar la desconfianza en el
esfuerzo y las tareas comunes.
Admitamos, la
polémica no es la misma de antes y no, por simple añoranza: ahora, falta la
profundidad necesaria en los planteamientos que espera el ciudadano común,
acaso, sospechoso de una radical incomprensión de su propia vivencia, todo un
supuesto de falsedad porque la realidad es dolorosa en todas las dimensiones
posibles de nombrar. Y es que, sufrida, necesitamos mencionarla y
caracterizarla, perfeccionando una interpretación tan irremediablemente
compleja, como compleja es sentirla, experimentarla y ponderarla.
Presentándose
lo harto consabido como una novedad, aliterada fácilmente la tribuna política y
la de opinión, recreados por el cliché devenido análisis, diagnóstico y pronóstico,
la interlocución se reduce a una inevitable pusilanimidad militante,
conveniente y – por supuesto - calculada para asombro de aquellos que la
explican por naturaleza, nacimiento e irresistible vocación. Luego, sintonizados
con el régimen, justo y pecadores tienden a reverenciar a los pusilánimes que,
lógico, vacilan en todo lo que les sea aconsejable, jamás se comprometen dizque
dejando la puerta abierta a otras opciones, empobrecen deliberadamente el
lenguaje, nunca responden por un exilio que partió por y vuelve a Maiquetía al
tratarse de un increíble receso vacacional, evaden sistemáticamente la
controversia, convierten la morisqueta en una gracia, y – encima – tienen la
enfermedad de Aladino: el mal genio.
Recordado por
nuestro amigo Freddy Millán Borges, días atrás, solemos realzar el mito en
lugar de la historia, el deseo frente a la realidad, el espectáculo ante la
política, realzando el vulgar mensaje panfletario, subestimando la quiebra de
la industria petrolera que, nada más y nada menos, afecta aquella jerarquía
geopolítica y geoestratégica que ostentamos en el siglo XX. El oficialismo puede darse el lujo de
profesar el señorío de la pusilanimidad que lo sostiene, concupiscente el
desempeño del poder, al fin y al cabo, pero no sus adversarios recurrentemente
indecisos, anecdóticos y cabalmente oportunistas que, venerados por sus
laboratorios digitales, conscientemente o no, desde el ámbito ajeno o propio de
la política, provocan la aguda crisis del liderazgo venezolano transitado
dentro y fuera del efectivo ejercicio del poder.
Agradecidos
por el respaldo que le dio Donald Trump en su anterior gobierno a la causa de
la libertad por estas latitudes, sin que estemos aquejados por una suerte de
sobrevenido trumpismo, valoramos las
diferencias ampliamente televisadas que tuvo recientemente con Volodimir
Zelenski. Lo deseable era que el diferendo fuese tratado en un recinto alejado
de las cámaras, pero también ha ocurrido que la posterior tergiversación de los
hechos, la interesada puerilidad de sus versiones, y la confusión que se hace
políticamente rentable, obligó a la Casa Blanca a una inmediata difusión del
encuentro presidencial y sus desavenencias.
Salvadas las
distancias, en las actuales circunstancias de nuestro país, se han propuesto
fórmulas de negociación entre la oposición y el gobierno. No obstante, por el
sobrepeso de las suspicacias que el solo esbozo de la iniciativa suscita para
ambas partes, la experiencia negociadora acumulada y las incontables
interpretaciones, equívocos y malestares que desencadenan, sacrificada la
verdad, luce recomendable que toda negociación se haga pública, simultánea y
transparentemente para superar la pusilanimidad trastocada en una burda
majadería, pues, imposible aceptar y legitimar que, a la postre, sea igual
elegir una alternativa u otra para el decisor de una oposición resignada a
serlo por siempre.
Los hubo, sin
lugar a dudas, aunque pocas veces en nuestro historial republicano los
pusilánimes fueron determinantes y duraderos, cañoneros del aire acondicionado
que juran facilitar los retos, clamando por las comodidades de una lucha. Y, finalmente, una indispensable acotación en
el caso de asumir lo que podría convertirse
en el otro diagnóstico estratégico que derive en un plan de recuperación del
liderazgo político: por favor, no confundamos la pusilanimidad con la
discreción, la prudencia, la moderación.
Fotografías: LB, La Grand Plaz (Caracas, 28/02/2025).
04/03/2025:
https://www.elnacional.com/opinion/de-la-reverenciada-pusilanimidad-politica/
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