HUMILDAD Y GRATUIDAD VERSUS VANIDAD Y APROPIACIÓN
(San Lucas, 14:
1, 7-14)
Enrique
Martínez Lozano
El ego se mueve siempre desde sus necesidades y sus
miedos –las dos caras de la misma realidad-, que son los que le dan una
sensación de existir. Y ahí es donde se forma el círculo vicioso en el que se
retroalimenta el engaño: necesidades/miedos me hacen sentirme "yo" //
al sentirme "yo", no puedo renunciar a "mis"
necesidades" y soy víctima de "mis" miedos // vivo esclavo de
ellos // cada vez me identifico más como un "yo" asediado por
ellos... y cada vez me siento más frustrado y desconectado de quien verdaderamente
soy.
Dentro de esas necesidades, la más básica
probablemente sea la de "ser reconocido", que deriva en la de
"ser el primero" y en la de buscar que todo gire alrededor del yo y
de sus intereses.
Las palabras de Jesús abordan precisamente ambas cuestiones:
¿qué lugar busco? y ¿por qué hago las cosas? Cuestiones que tocan realidades
tan básicas como la vanidad/humildad y la apropiación/gratuidad.
El ego busca "los primeros puestos": sueña
con destacar, ser visto, sentirse reconocido; ama el aplauso y los gestos de
admiración a su paso; le encantan los ropajes especiales –también lo decía
Jesús: Mt 23,5ss- y signos distintivos de su valía; quiere tener razón y busca
imponerla a los demás...
Frente a esa tendencia, la palabra de Jesús no es solo
una "receta". Si se viviera así, podría inducir, incluso, a la falsa
humildad –algo frecuente en el mundo religioso-, al hacerlo desde la voluntad.
Sabemos que el ego es muy hábil y puede alimentarse
por igual tanto de lo uno como de lo otro. Existen "egos vanidosos" y
existen "egos (falsamente) humildes", que hacen virtud de su
(aparente) ocultamiento.
La palabra de Jesús va a la raíz: se trata de
desidentificarse del ego. No soy esas necesidades, no soy el ego con sus
intereses. Solo cuando lo comprendo, dejo de vivir para él. La ironía se
produce cuando se quiere seguir la indicación de Jesús desde el ego: entonces
adopta el papel de "equilibrista" para afirmarse a la vez que
manifiesta que quiere negarse.
Solo cuando vemos, somos transformados. Pero no podemos
ver desde la mente. Vemos desde aquella Sabiduría mayor que nos permite
experimentar nuestra verdadera Identidad, que está más allá de todos los
contenidos mentales y emocionales. Y es entonces, al serla, cuando la
conocemos.
Al reconocernos en ella, el ego cae (aunque
mantengamos inercias anteriores). Y, con él, aquellas necesidades que guiaban
nuestra vida.
Del mismo modo, al ego tampoco se le puede pedir
gratuidad, porque la esencia misma del ego es la apropiación. Hasta el punto de
que, sin apropiación, no hay ego. Su aparente existencia proviene del hecho de
apropiarse de contenidos mentales de todo tipo, con los que se identifica. A
partir de ahí, entenderá la vida como una apropiación incesante de todo aquello
que considere "bueno" para él.
La gratuidad únicamente puede vivirse cuando ha caído la identificación con el ego. Porque entonces emerge una nueva consciencia, en la que los otros son percibidos como "parte" de sí mismo. Dar a los otros es darse a sí mismo; dañar a los otros es dañarse a sí mismo.
La dicha –como antes la humildad- no viene de la mano
de lo que hacemos, sino de lo que somos. Basta únicamente acceder a esa
comprensión, que es Sabiduría y, simultáneamente, Compasión.
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