DEL PEOR DE LOS CONTEXTOS
Luis Barragán
Los especialistas podrán
corregirnos: entendemos que las tuberías y el cableado cursen subterráneamente
y, por ello, las deseablemente
frecuentes cirugías del asfalto para garantizar una mejor y más cómoda
prestación de los servicios. Obviamente,
los antiguos e inevitables dispositivos
de medición (electricidad, gas, telefonía, etc.), se encuentran en la
superficie, requeridos de los más adecuados protectores para evitar cualquier
accidente. Sin embargo, no ocurre así y,
por arriba , o por abajo, la ciudad capital es víctima de la militante
displicencia de sus autoridades que sólo responden, acaso, cuando es demasiado tarde.
En efecto, los medidores solían protegerse antes, a
través de cajas metálicas o plásticas,
y, en las viejas urbanizaciones, con un diseño sencillo y a tono con el
paisaje, en piedra, bloque y cemento.
Por cualquier sitio de la metrópoli que es la del deterioro, se pueden
avistar al aire libre, expuestos a la intemperie, prestos para el hurto de
ocio, en el caso de que no tenga valor alguno para los anticuarios: los
medidores que ya no sabemos de qué: aparentemente, ya no hacen falta y forman parte de los
desechos de esta suerte de guerra de baja intensidad que hemos sufrido.
Hay cajas que pitan
permanentemente, aunque el ruido del medio ambiente no permite apreciar esa
suerte de bomba de tiempo de pequeño o gran impacto en ciernes. Es un silbido
quizá propio de las distintas tensiones que hasta ahora tramita el cableado que
esconde tras las puertecitas, o las deja al desnudo al alcance de un incauto.
Increíble es que haya protectores
que pierdan pronto las rejillas o puertas, desmoronándose inadvertidamente los
bloques. Ya no sirven para esconder las
cosas personales de los cada vez más escasos mendigos de las calles que, valga
la acotación, la pandemia terminó de diezmar, olvidados por el régimen,
teniendo la delincuencia retos superiores al del raterismo.
Por un chipazo de la memoria
volvemos a los buzones de IPOSTEL regados por la urbe hasta bien entrado el
presente siglo que desaparecieron, arrastrado el óxido por las aceras.Antes de
que llegase la era digital, a golpes y
porrazos, a medias mientras que en otras
latitudes saben de sus magníficos esplendores, ya el Estado había
pulverizado el servicio postal por un radical e indecible abandono.
Hay detalles de la ciudad que
subestimamos y olímpicamente ignoramos, presumiéndonos muy modernos al
transitar esquivando las fracturas del asfalto, por las ya viejas autopistas,
avenidas y calles, levantados muchas
décadas atrás. El modelo urbano del socialismo del siglo XXI se encuentra en La
Habana, cuya mínima reconstrucción está orientada hacia los más inocentes
turistas ideológicos que la suponen víctima de la maldad imperialista, pero llena de franqueza por sus ruinas que
hacia el interior del país debe rayar en lo más grotesco.
Por muy llenos de detalles y aunque fuese modesta la reflexión sobre nuestro hábitat, exasperantemente resignados, la creemos militantemente inútil al punto que nos aterroriza dejar registro en la memoria colectiva misma. No hay mudanza alguna de la ciudad reencaminada al ahora desprestigiado progreso, sino el tránsito tenido por irremediable hacia el peor de los contextos.
Fotografías: LB, diferentes fechas y lugares. La inicial, recientemente tomada, al lado de la Casa Amarilla, Caracas.
24/04/2023:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/39208-del-peor-de-los-contextos
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