MALETÍN DE MANO
Luis Barragán
Vigente en
otras latitudes, en Venezuela ya no se ve ya el clásico maletín especialmente
diseñado para guardar y trasladar los
instrumentos portátiles básicos para un médico. Posiblemente mejorado y con tendencia al cambio,
el exitoso diseño universal que identifica el oficio, entre nosotros,
únicamente está asociado a la figura y representación de José Gregorio
Hernández que, al parecer, no corría el peligro de ser asaltado camino a
atender a los más pobres en las humildes viviendas de una ciudad empobrecida.
Desde hace muchos
años y quizá exactamente los que corresponden al presente siglo, el maletín en
cuestión ha desaparecido de la vida cotidiana, reemplazado por el estetoscopio
al cuello, como símbolo y señal de la profesión. Acaso, por apuro o descuido, es lo único que
se permite el galeno al entrar o salir de una clínica o de un hospital público,
considerado éste como de guerra.
Frecuentemente, el instrumental médico de uso inmediato se
lleva en modestos morrales, como le ocurre a todos en este lado del mundo con
sus pertenencias personales y no sólo por lo práctico y cómodo, sino por la más
elemental prevención. E, incluso,
morrales nada vistosos, preferiblemente, los consabidos de tricolor que regalaba
el régimen en las escuelas y, despojando a los hijos, ha caracterizado a los
adultos de los más precarios sectores de la sociedad.
Algo darán por
un tensiómetro, varias jeringas, o algunas pastillas que pudiera llevar el
profesional de la medicina temeroso también de un secuestro que lo ponga entre
la vida o la muerte, en el caso que se le pida salvar a un jerarca del
malandraje. Por supuesto, hay hurtos
famélicos, pero también pasan por tales los que organizan y administran alguna
pandilla, forzando a los más menesterosos para cometerlos.
Todo
instrumental portátil ha de disimularse en territorio venezolano, así fuere un
oxímetro, un nebulizador o un glucómetro, pues, en el reino de la escasez de
productos de alta tecnología y pronto abaratamiento en otras latitudes,
tratándose de la salud, el modelo económico del socialismo los encarece
superlativamente. Los hay de un
ingenioso diseño, además, atractivo para que los niños crean que la mascarilla
de respiración es el inicio de un juego, aunque más de las veces el regaño se
diga suficiente al acercarlos a los vapores incomprensibles de una olla que
hierve las plantas medicinales recomendadas por el curandero más cercano.
Ilustración: S/a para una nota de Gretchen Tarran,
“Part-Time doctors get plenty of practice” (The Wall Street Journal,
07/06/2023).
25/06/2023:
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