En las
inmediaciones de la Plaza de El Venezolano, se encuentra esta oferta de
hallacas y bollos atendida por una grata caraqueña y presumimos que su nieto.
Quedaron muy coloridas las fotografías de un expendio en el que dudé consumir,
porque está integrado al circuito de la supervivencia e informalidad que
tributa a las autoridades públicas matraqueras para usar los espacios públicos,
sin sujeción a la más elemental supervisión sanitaria. Néstor Riera me dijo que
tienen bastante tiempo en el lugar, literalmente bajo una mata. Conversadora la señora, me respondió que le da
pereza al llegar y colocar las cosas, como al recoger e irse. En ambos casos,
el matero sirve de mesa de comedor y, como se aprecia, el comensal le echa una
mirada al celular, a pesar de todos los pesares de un sitio de tan alta
circulación de personas de todas las intenciones del mundo.
LB
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