DE LA CUCHILLA MOTORIZADA
Luis Barragán
En días
pasados, nos vimos obligados a tomar una motocicleta para trasladarnos
rápidamente desde la puerta de los tribunales laborales a otro referente de la
ciudad capital, pero hubo un breve – aunque denso – incidente de violencia con
el joven conductor de una conocida aplicación digital que se quejó del
zigzagueo del otro motorizado y su acompañante en la vía. Éstos, un par de
malandros con un vehículo de buena marca, se bajaron, insultaron y le dieron
dos manotazos al joven trabajador, hasta que me atravesé para evitarle una
paliza y quizá fue la cabellera blanca que los inhibió, pues, se
remotocicletaron largándose indiferentes ante el cercano y no menos jovencito y
solitario policía de la avenida Urdaneta, quien alegó que no se mete en
semejantes pleitos para evitar futuras retaliaciones.
Todavía nos
sorprende y consterna el insólito, profundo e innecesario acto de violencia
dirimido quizá en cinco minutos de los muchos que seguramente tienen por diario
escenario la tan concurrida arteria vial. Y la impotencia y vergüenza del
muchacho trabajador, pulcro y ordenado al servicio de la empresa de transporte,
quedó condensada al bajarnos la mirada: no tiene tampoco Estado que vele por su
seguridad.
Hagamos
excepción de los motociclistas de bien, respetuosos y atentos conductores que
acatan la normativa vigente. Sobra comentar los desmanes del resto de los
profesionales y aficionados del volante, demostrado que, después de agredir al
resto de la ciudadanía, entre ellos se violentan inauditamente hasta trepar las
penumbras de una definitiva disolución social.
¿Para qué
quejarse del empleo sistemático que hacen de las aceras, o de las que parecen
tales, llevándose por el medio a niños y ancianos? ¿Qué agregar en relación a
las conversaciones telefónicas y la mirada distraída mientras trillan las
calles? ¿Cuál autoridad moral para paralizar las autopistas con las lluvias?
¿Cuántas demostraciones de velocidad y acrobacias podemos soportar en los
espacios públicos? ¿Con qué derecho arriesgan la vida de los demás al
atravesarse en los momentos más inesperados, o encaramar a la motocicleta a su
propia mujer y niños descascados?
Tenemos una
lista larga de hechos de los que hemos sido testigos, como hace un mes, a la
distancia, observamos que un motorizado tomaba el camino de la autopista con el
parrillero que cargaba a solas, nada más y nada menos que una escalera de
pintor. Y, ya casi perdido de vista, desde el puente observamos cómo llegó al
canal rápido con el tembloroso perol atrás.
Por entonces,
sin sospechar ni remotamente de las consecuencias que tendría para nuestro
país, a Arturo Uslar Pietri le inquietó la presencia masiva y estridente de las
motocicletas en el villorio de Barbizón (SIC), cerca de París, añadido el casco
de astronauta de los tripulantes, cuales mosqueteros a caballo (El Nacional, Caracas, 13/07/1980: https://apuntaje.blogspot.com/2024/01/una-cierta-mentalidad-y-nocion-de-clase.html).
El artículo de opinión esbozó la natural tentación por el abordaje sociológico
y la descripción literaria de un hecho que le sorprendió, apuntada una cierta
mentalidad y noción de clase, aunque no sabemos si década y tanto atrás,
escribió sobre el fenómeno de las “patotas” que tanto estremeció el este de la
ciudad capital, por lo menos, con el empleo privilegiado y caracterizador de las dos ruedas. Sin dudas, el texto en
cuestión contrasta con el silencio y la subestimación de los opinantes de esta
hora.
Fotografía: LB, Multiplaza de El Paraíso (CCS, 10/02/2022).
29/01/24:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/40657-de-la-cuchilla-motorizada
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