NO SE VAYAN QUE ESTO SE PONE BUENO
Guido Sosola
De modo
alguno, pretendemos demeritar las transmisiones radiales del béisbol venezolano
de estos tiempos al compararlas con las más antiguas. Éstas, gozaban de una
multitudinaria, sólida y estable audiencia respecto a las actuales, gracias a
tres motivos nada banales: apartando la asistencia personal al estadio, no
había otro medio alternativo para enterarse en tiempo real de las incidencias
del juego, pues, la televisión – incluso – llegó tarde debido a los altos
costos de producción; los narradores y comentaristas de entonces, contaban con
un amplísimo y convincente conocimiento de la disciplina deportiva, y, decisivo,
compaginaba la vigorosa industria de la radio con el sector igualmente privado
del resto de la economía.
Apenas,
recordamos las narraciones del venezolano Pancho Pepe Cróquer, quien murió
prematuramente en la cúspide de su carrera, y del inigualable Buck Canel de
origen asombrosamente argentino, popularizador de aquello del “no se vayan que
esto se pone bueno”. En las redes es fácil encontrar los grandes nombres que
hicieron de la locución deportiva todo un hito, aunque la programación
comercial prácticamente estuvo circunscrita al béisbol, porque el fútbol y el
baloncesto no pasaban de la escuela décadas atrás.
Siempre me
impresionó el enorme poder de descripción inmediata de nuestros narradores que,
además, publicistas natos, inventaban sendos eslóganes, caso éste en el que
había un registro confiable de la propiedad que, en otro ámbito, le funcionó a
Clemente Vagas Jr., y su “Hit Parade”. A Pepe Delgado Rivero le hizo famoso
aquello de papita, maní y tostón, y la masiva publicidad le reportó grandes
dividendos, como sinónimo del ponche claro e irrevocable del bateador.
Tengo la impresión
de que, por muy grande que sean los monitores del estadio, precisando cada
jugada que desde la tribuna central, o cualquier VIP no se aprecia, hay una
cierta preferencia por la narración y el comentario experto. Acotemos, hay
gente que gusta escuchar el juego y sólo va al estadio por una ambientación
festiva que tiene su mejor pretexto en el juego
Inusitadamente,
creo que la narración imaginaria del juego final que nos llevó a ganar el
campeonato mundial de 1941, hecha con motivo de cumplirse un aniversario
redondo (¿40 o 50 años?), en su momento, tuvo un éxito extraordinario. Por cierto, como seguramente lo tuvo Alcides
Delgado con su programa “Recordando los ídolos” por Radio Rumbos, inaugurado
nada más y nada menos, con la presencia del capitán Wolfgang Larrazábal,
director de Deportes del gobierno perezjimenista, por 1953. La jornada inicial fue la de recrear el juego
entre los equipos de Santa Marta y Royals Criollos de 1931, y, al parecer, fuera de la temporada regular de
la pelota venezolana, batió récords de audiencia.
Nadie sospechó
lo que le deparará el futuro al marino que vistió de civil en el desempeño de
cargo deportivo, ya que la vida te da
sorpresas, sorpresas te da la vida. A la vuelta de cinco años, Larrazábal
tuvo sobre sus hombros una altísima responsabilidad, contando con muy beos narradores
de su perfomance en la época.
Inevitable preguntarse,
en el caso de los acontecimientos actuales, si habrá buenos narradores y
comentaristas a pesar de la (auto)censura y del bloqueo informativo. O, mejor,
continuar disertando sobre el deporte profesional, aunque ¿para qué irse, si
esto se pone bueno?
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