DE LAS SEÑALES DE PIEDRA
Luis Barragán
Las diminutas
moles pueblan nuestras ciudades para delimitar las áreas de tránsito peatonal
en las que se prohíbe estacionar vehículos, orientándolos a un adecuado lugar
para ello. Al momento de suscribir esta nota, intentamos infructuosamente
recordar el nombre popular, porque mojón,
quizá el más adecuado, no es al confundirse fácilmente con una palabra
malsonante de distintos significados, e, hito,
tiene un cierto aire técnico que tampoco hemos escuchado en la vida cotidiana.
Uno y otro
caso, pone en duda la calidad del trabajo realizado por el sector público en
nuestras ciudades. Quizá insuficiente la cantidad de cemento o de cabillas para
vertebrarlos, es evidente que un número importante de las contralorías
municipales no hacen bien su trabajo, entre otras cosas, porque sus titulares ya
dependen de la Contraloría General de la República, cuya titularidad no está en
manos de independientes y opositores como solía ocurrir en el siglo XX.
Luego, la situación
tan generalizada de ruindad no se debe enteramente por la vejez de la infraestructura
heredada de la era democrática. Hay una
metrópoli propia del socialismo: la de los infinitos remiendos que se hacen, e,
incluso, … no se hacen (aunque presuntamente … se cobran).
Estorban los
hitos, porque la ciudad es de vehículos, privilegiadas las motocicletas, y los
tarantines de la comida-chatarra. Acotemos, pareciera que no hubiese dolientes
por la desaparición de nuestras señales de piedra.
24/06/2024:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/41453-de-las-senales-de-piedra
Fotografía: LB (CCS, 16/06/24).
No hay mojón que se resista a la idiotez de los conductores. Acá lo han probado de muchas maneras, al final gran parte queda torcida, si son estructuras verticales metálicas o de concreto, o suelta si son sólidos de la forma más disparatada, sin mencionar las pasarelas paralelas a las aceras para no estacionar. Todo es destrozable y vandalizable, cuando no oscurecido con las orinas de los perros falderos que deben sacarse tres veces al día para sus necesidades, o paredes y postes plagados de grafiris, y señales de tráfico torcidas por topetazos de vehículos sin que se reparen en tiempos humanos. Los gobiernos locales, de pueblos o grandes ciudades son todos similares en su ceguera para gastar mal ese dinero de ornato y seguridad urbana. Pareciera un factor común en hispanoamérica -más Portugal e Italia-, porque más arriba todo parece estar en orden.
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