DE LOS CODOS DE LA HISTORIA
Luis Barragán
Días atrás,
nos sorprendió una noticia que recorrió fulgurante el mundo digital perdiéndose
pronto entre otras desgraciadamente banales.
Se dirá, propio del mundo civilizado, un considerable número de personas
atacó a otras con pistolas literalmente de agua, con la idea de protestar por
la afluencia masiva e invasiva de turistas connacionales y extranjeros, en una ciudad de privilegiada ubicación como Barcelona,
en España, mientras que los Sánchez- Puigdemont la permitan ibéricamente
integrada.
Es de suponer que
una industria de éxitos tan envidiables, como la turística, reporta importantes
problemas y hasta daños colaterales, y, de no manejarse quizá con una ingeniosa
habilidad, afectará el curso regular de los días, generará artificios de identidad,
comercializará absolutamente todos los detalles y la propia existencia de
poblaciones que se harán irrespirables. Quizá haya un índice de (in)tolerancia para
actividades que se hacen inhumanas, radicalmente autómatas, aunque los
forasteros recibidos sean de una intachable conducta, pero – pudiéndose extenderse
más allá de la atractiva capital – es un absurdo que ella, hermosa puerta de
entrada a las regiones más occidentales de Europa, sea sólo para los catalanes
que morirían de una sobredosis colectiva de autarquía.
Algo más
simple, ahora, el asunto está en el elevadísimo costo del metro cuadrado en la
ciudad que tan obviamente genera problemas de la vivienda residencial que
también explica que nuestros familiares
y amigos venezolanos suelan vivir en los alrededores de la metrópoli y no
exactamente en ella, como todos presumíamos. Relativamente plausible el modo
pacífico de protestar de alrededor de tres mil personas a los comensales esparcidos
por la gran urbe, aunque persista la agresión, más allá de ésta circunstancia,
está el hecho de un irreprimible encarecimiento del costo de la vida que no
permite ni permitirá, habitar tan fácilmente
esta urbe al igual que París, por ejemplo.
Se dirá que, al
menos, allá tienen una poderosa
industria turística que no se tenía, sencillamente, antes, y que viejas
generaciones tuvieron que aguantar hambre en la guerra y en dictaduras tan feroces,
como la de Franco, aunque hubiese sido peor – imagínense – bajo la bota
estalinista que confiscó la causa republicana. Ya es frecuente la impresión de determinada
e incomprensible disconformidad de los ibéricos que, por citar un caso, política
y socio-económicamente, estuvieron muy detrás de nosotros en décadas anteriores,
creyendo absurdamente que toda la vida fueron
y serán irreversiblemente prósperos y libres, o aparentemente tales.
En efecto,
como lo señaló el tan injustamente olvidado Juan Nuño, en un memorable texto de
ocasión, la historia no es lineal e inexorablemente progresiva (https://apuntaje.blogspot.com/2024/06/recoveco-historico.html),
porque tiene sus regresiones, codos o recovecos: siempre puede ocurrir lo peor.
Para simplificar el planteamiento, los españoles de esta era deben mirar con interés la historia venezolana que,
por citar un caso, apenas veinticinco años atrás, fue una vanidosa potencia
petrolera y el socialismo del siglo XXI incurrió en el insólito hecho de quebrarla
y, sojuzgada, ha generado una diáspora gigantesca y completamente inédita.
Fotografía: https://es-us.noticias.yahoo.com/deportes/manifestantes-antiturismo-dispararon-agua-turistas-155148250.html y https://x.com/levelsio/status/1810080220298240286
22/07/2024:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/41585-de-los-codos-de-la-historia
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