miércoles, 15 de enero de 2025

Annus mirabilis

GÓMEZ, EL EXTRATERRESTRE

Luis Barragán

Tal día, como hoy, en 1935, fallece Juan Vicente Gómez. Ninguna muerte tan bolivariana como la de quien nació un 24 de julio, casi octogenario al despedirse de este mundo. Pudo ocurrir realmente, pero el país los sabía capaces de forzar la fecha en un esfuerzo – acaso – desesperado para retener el poder, aunque pesaba más la pólvora que el imaginario en una población predominantemente rural y analfabeta; esto es, incomunicada y (auto)censurada.

Faltará, por una parte, la intensidad del culto hacia El Libertador que luego rindió, programó y desplegó Eleazar López Contreras,  en reemplazo del ya antiguo liberalismo amarillo, como – hoy – se ha agotado ese mito delirante que, entre otros, explicó al chavismo para camuflar los afanes de un socialismo históricamente fracasado. Delirio muy bien trabajado por el antropólogo Miguel Ángel Perera, en el presente siglo, ayuda a considerarlo retrospectivamente en aquella nación de una marcada influencia del positivismo, extraordinariamente representada por “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos, que contrasta con la más reciente extemporaneidad que demanda un modelo abierto y competitivo, por supuesto,  en libertad, incapaz de retratar a estas alturas “País portátil” de Adriano González León.

La muerte de Gómez, por otra, no necesitaba de una fecha exacta, porque se le intuía y sabía muy enfermo, y, llegado el deceso, aún en el supuesto de que su primo Eustoquio lo hubiere sustituido, se nos antoja que el esquema dictatorial ya no cabía en el contexto del refundado y consolidado Estado Nacional, ni en el de un mundo tan cambiante. Curiosa carta la de Raúl Leoni a Rómulo Betancourt, ambos en el exilio – por lo demás – útil, fechada el 18 de diciembre de 1935: no sólo corre el rumor del definitivo agravamiento del dictador y el desenlace de rigor, sino que López Contreras permitirá unas moderadas libertades democráticas y decretará la amnistía general.

Consabido el final de un prolongado ciclo, arribaremos a la obligada complejidad de la vida política de la Venezuela de entonces, ejemplificadas por las trascendentes protestas y el Programa de Febrero de 1936 (annus mirabilis), para sorprender a los más incautos, dejar muda y resignada a la vieja oposición reciamente competida por la más novedosa que vuelve al país, empuña un distinto y profundo ideario, e, inevitable, madura en la diaria faena de la década. Sin dudas, hubo conducción política y el necesarísimo aprendizaje al galope de aquellas circunstancias trepidantes y dramáticas, únicamente confusas para aquellos que no las interpretaban adecuadamente, rehenes de un ciclo largamente superado.

Y es que 89 años después de la serena muerte del muchacho de La Mulera que tampoco sabría que su increíble estancia caraqueña lo llevaría a la postre al poder, todo indica que dejó - en importante medida - atada la peculiar transición lopecista, excluyendo las eventuales ambiciones de la consaguinidad que se resignó a un definitivo y cómodo destierro. Lejos estamos de pretender que Juan Vicente háyase convertido en una suerte de oráculo, pero - indudablemente – fue más sensato de lo que pudo pensarse, en medio de sus crueldades, facilitándole el camino al muchacho de Queniquea, precisamente,  al que no le daba tiempo de ensimismarse y sorprenderse por tan paciente encumbramiento: algunos suponrán a Gómez como el extraterrestre que miró el futuro y gratuitamente lo confió a su más importante ministro, sobre todo al apreciar aquella fotografía publicada por la revista Élite, en 1926, aparentando conversar a través de un móvil celular.

Composición gráfica: LB. 

17/12/2024:

https://www.elnacional.com/opinion/gomez-el-extraterrestre/

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