ACEPTAR LA VIDA COMO UNA MISIÓN
(San
Lucas, 12: 32-48)
José
Enrique Galarreta
Todo
el capítulo 12 de Lucas es una recopilación de palabras de Jesús, de marcado
carácter escatológico: la cintura ceñida, la lámparas, la espera del señor que
viene... resuenan en estas expresiones varias e importantes enseñanzas
evangélicas: las diez doncellas, los talentos... En tal sentido, no se añade
ninguna idea no conocida, sino que se abunda en lo mismo, incluso con imágenes
semejantes.
En
mitad del verano, en ambiente nacional de vacaciones y de disfrutar de la vida
benigna y relajada, las palabras de Jesús suenan como un trompetazo en mitad de
la siesta.
El
verano (el verano mediterráneo en especial y como prototipo) se presenta a
menudo como el ideal de la vida. Trabajar poco o no trabajar, dedicarse
enteramente al ocio (más bien pasivo), trasnochar relajadamente..., en una
palabra, disfrutar, deseando con toda el alma que se detenga el tiempo, que
esta excepción anual de las vacaciones se convierta en norma.
La
cintura desceñida, las lámparas apagadas, sin esperar a nadie que interrumpa el
disfrutar... toda una imagen. Una imagen terriblemente falsa de este mundo, de
esta vida.
Contemplando
muchos ambientes vacacionales, que tan generosamente nos regala la TV, acabamos
experimentando la sensación de que todos se han vuelto niños, de que los valores
serios de la humanidad están aparcados, de que están jugando a cuentos de
hadas.
La
vida, la humanidad, giran en la oscuridad en torno a este brillante círculo
"caribeño": el hambre del mundo, la opresión creciente de los abusos
de la globalización, los integrismos asesinos, la incultura envilecedora, la
corrupción, el tráfico de armas y de drogas...
Se
sigue naciendo y muriendo, envejeciendo y enfermando, enriqueciéndose y
arruinándose... mientras nuestra burbuja caribeña se evade por unas semanas de
la vida real.
Esta
imagen es más honda de lo que parece: creo que muestra el fondo de nuestros
ideales y la contradicción básica que existe entre nuestros criterios y los de
Jesús.
Caricaturizando
un poco, lo que más íntimamente deseamos, lo que solemos pedir a Dios en
nuestras oraciones de petición, se puede resumir en: una vida sin esfuerzo ni
dolor, que Dios nos libre de cosas desagradables; si se pudiera, no envejecer,
no enfermar, no tener problemas económicos; que se pueda disfrutar de la vida
tranquilamente; y que no se acabe, que nuestra salud no vaya declinando, que
nuestras capacidades no se vayan apagando, que nos libre alguien del angustioso
fantasma de la vejez y de la muerte.
Pero,
si algún mensaje es inseparable del evangelio, éste es precisamente la
trascendencia: esta vida está dirigida a LA VIDA, y pierde lo mejor de su
sentido si se le priva de esa relación.
Se
ha hablado demasiado de la escatología reduciéndola al convencimiento de las
primeras generaciones cristianas de que el mundo estaba a punto de terminar. La
escatología de Jesús es más seria: es cada una de las personas las que se
dirigen a un destino que no es esta vida sino LA VIDA. Y si esta vida no es
entendida como camino hacia LA VIDA, pierde mucho de su sentido y validez.
En
realidad, ¿a mí qué me importa cómo ni cuándo se acabará el universo, si estaré
muerto mucho antes de que eso suceda? A mí me importa a dónde voy yo, qué va a
ser de mí. Y a Jesús le importa, le importa muchísimo, se nota en la gravedad
de las expresiones, en la escenografía que emplea, en lo drástico de sus
expresiones.
En
resumen, Jesús plantea una disyuntiva: vivir para disfrutar sin más, o vivir
para el Reino. Y nos insta, repetidamente, con apremio, a elegir bien, a no
tirar la vida, ni un mes ni una semana ni un segundo, de la misma manera que no
desperdiciamos un solo euro y buscamos la mayor rentabilidad en nuestras
inversiones.
Todas
estas consideraciones pueden hacer pensar que seguir a Jesús, buscar el Reino,
estropea esta vida, destruye el disfrutar, amarga la existencia. Pero se trata
de todo lo contrario. Se trata de disfrutar mejor, de dar sentido a la
existencia, de vivir la vida con más plenitud.
Es,
en resumen, un mensaje mucho más realista. Querer convertir la vida en Paraíso,
precisar como ideal de vida una perpetua vagancia en las Bahamas, es utópico e
infantil. La vida no son vacaciones: la vida es un trabajo, la vida es una
misión.
Es
ésta nuestra primera aceptación de Jesús: aceptar la vida como una misión. La
misión es doble: realizarme yo hasta el límite de mis posibilidades y mis
ambiciones, y desarrollar el mundo, las demás personas y el planeta entero,
hasta el límite de los sueños de Dios.
Esta
es la maravilla de "El Reino": que nada de lo humano se queda sin
sentido, que todo puede incluirse en el proyecto, que el esfuerzo y el descanso
tienen valor, que todo es construir, que merece la pena. El objetivo del Reino
no es la renuncia, sino la plenitud.
Hay
muchas renuncias que hacer, como hay siempre precios que pagar: pero las
renuncias son liberaciones, renunciamos a lo que nos empequeñece, renunciamos a
nuestras cadenas; y los precios son irrisorios en comparación con lo que se
compra.
Jesús
no es conformista: no se satisface con una mariscada, cuatro helados y una
noche bailando salsa. Jesús sueña con que todos sean personas, es decir Hijos y
le molesta que nos conformemos con menos y que nos dejemos engañar. Por eso
repite tantas veces "estad alerta".
Fuente:
https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/1783-aceptar-la-vida-como-una-mision.html
Ilustración: Atribuido a El Greco:
Padre Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/1307051917675876
Padre S. Martín: Cisma tolerado / Confusión de obispos alemanes / León XIV, un Papa católico:
https://www.youtube.com/watch?v=cVkdL5OTapY
Rezo del Ángeluz: https://www.youtube.com/watch?v=WZZ4DWvaa00
Monseñor Munilla: https://www.youtube.com/watch?v=_T5GMsPZ56Q
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