Domingo 5C Cuaresma 3 abril 2022
“Anda, y en adelante no peques
más” (Jn 8, 1-11)
(Diálogo sobre el Evangelio de hoy: Adúltera)
Los fariseos le traen a Jesús un
caso difícil: “Esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés
nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?”
Los
preceptos de la Ley decían
"La mujer adúltera debe morir" (cf. Levítico 20,1,10; Dt
22,22s).
En verdad, el
pecado de adulterio es muy grave, porque arruina el amor, la familia, las
relaciones humanas, el derecho del cónyuge...
En Israel, el adulterio era tenido por delito público, pero con una interpretación
machista. El hombre casado sólo era adúltero, si tenía relaciones con
una mujer casada.
En cambio la mujer casada era adúltera, si tenía relaciones con cualquier otro hombre, que no fuera su esposo, fuera o no casado. Quizá por eso los fariseos acusan a la adúltera, y no al adúltero.
¿Cómo era el castigo?
Por ser el adulterio un pecado considerado público, la comunidad debía borrar la mancha también públicamente. El apedreamiento o lapidación debían realizarlo los vecinos del lugar en el que el pecador había sido descubierto en falta y, generalmente, el sitio del suplicio estaba fuera de los muros de la ciudad. A estos condenados se les enterraba hasta la cintura en estiércol, se les rodeaba todo el torso con estopa y se les introducía en la boca una antorcha encendida. Y los testigos del adulterio eran los primeros en arrojar las piedras contra la adúltera.
¿Cómo responde Jesús?
Jesús no
condena a nadie. Él repetía: “No juzguen y no serán
juzgados”. Sabe que todos somos pecadores ante Dios. Y quiere que
todos nos sintamos pecadores.
Jesús busca que los
fariseos se pongan en el lugar de la pecadora, reconozcan sus propios pecados y
se arrepientan. Para ello les da tiempo, y se pone a escribir sobre la tierra
(v.6), como hacían algunos jueces romanos que escribían la sentencia en
la tierra.
Pero los fariseos le acosan para que se defina. Entonces Jesús se levanta
y les encara:
-
"El que
esté sin pecado, que tire la primera piedra" (cf. Mt 7,1-5).
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Con esta huída reconocen que son pecadores, pero no se arrepienten de ello.
¿Qué hace Jesús con la adúltera?
La mujer ha quedado sola. Jesús le da una oportunidad. Se
levanta y le dice:
“¿Dónde están tus acusadores?, ¿Ninguno te ha
condenado?” Ella contestó:
-
“Ninguno,
Señor”. Y Jesús le dijo:
“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Jesús perdona, pero le da una libertad responsable. El peligro para ella ha terminado. Pero así como ella ha sido liberada de sus acusadores, ahora debe liberarse de su propio pecado. Jesús respeta nuestra voluntad libre, pero quiere ayudarnos a llegar a ser personas verdaderamente libres.
¡Qué buen gesto el de Jesús!
Se pueden observar varias cosas:
Primero:
Jesús, como siempre, se declara a favor de la persona más necesitada, en este caso la adúltera, que
estaría temblando y angustiada, pues estaba segura que iba a ser apedreada en
público. Es la postura de Dios hacia la debilidad humana.
Al ofrecernos
su misericordia nos enseña también a ver a los otros con ojos misericordiosos. La divinidad de Jesús se expresa a través del
amor.
Segundo: Jesús es el Dios de la libertad y del respeto a las propias decisiones,
aunque sean pecado. Jesús nos perdona y nos invita a que nos liberemos.
Tercero: Jesús da un paso en la civilización: no está de acuerdo ni con la
pena de muerte ni con la humillación pública bochornosa. A Jesús no le gusta
destruir ni la vida ni la reputación. Jesús es Dios de vida. Desearle a otro la
muerte o amenazarle con ella no es cristiano.
¿Qué opina Jesús exactamente del
adulterio?
Jesús condena el adulterio, tanto del hombre
como de la mujer.
Pero dijo más: "El que mira a una mujer
con lujuria ya ha cometido adulterio en su corazón" (Mateo 5,28).
Jesús es bueno, pero no es tonto. No nos dice
"todo vale", como muchos lo repiten hoy día. Jesús llama al mal mal y
lo condena. Para los seguidores de Jesús no todo vale. Jesús no vino a
justificar nuestros pecados sino a liberarnos, a lavarnos y a enseñarnos una
manera nueva de vivir.
Por otra parte, el sexo es santo. Pero no
puede uno dejarse llevarse por él. Un río bien encauzado es hermoso, útil y
presta mil servicios a la zona que riega. Pero un río desbordado arrasa y
destruye todo a su paso.
La sexualidad desbordada y salvaje destruye
matrimonios, familias, deja a los hijos a la intemperie, y a las personas sin
raíces, sin rumbo y sin amor verdadero.
Hay muchos ejemplos de adulterio, como el de
la doble personalidad:
-
“Cuando
estoy aquí, soy responsable: mi trabajo, mi casa, mi familia, mi esposa, mis
hijos, mi iglesia... Cuando voy a otra ciudad, soy otro: me lleva el vicio, la
bebida, las mujeres, el sexo…>
Jesús nos repite: “Anda, y no peques más”.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía,
sacramento del amor. Ahí recibimos el perdón de Jesús, y nos da fuerza para no
juzgar a los demás y no pecar más.
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