MEMORIAS
Luis Barragán
En el presente
siglo, los regímenes que van más allá del autoritarismo, tienen por empeño
desprestigiar la memoria histórica, no sólo por distorsión u omisión, pues,
cultivarla y, faltando poco, lo más objetivamente posible, es sinónimo de una
ociosa afición por la antigüedad. Se ha impuesto una versión supersimplificada
de las realidades surgidas – por siempre – espontáneas, novedosas y
decididamente estéticas.
Toda experiencia y trayectoria,
resultan políticamente demeritadas, naftalínicamente inútiles, porque – además
– obstruye o impide la explosión de creatividad del novicio que, por serlo tan
genuinamente, mejor dispuesto al trabajo, no está contaminado por los más
variados intereses. Hoy, quienes envejecen en el poder, todavía estimulan y
promueven el constante reciclaje protagónico de una oposición víctima de una
radical informalidad e improvisación, donde sólo los hechos de fuerza son estructurantes.
Los médicos venezolanos tan
perseguidos en medio de la pandemia a las que se les prohíbe denunciar, además,
propensos a emigrar, lucen prescindibles, porque – después de la invasión
médica y no tan médica de los cubanos – se ha arraigado la convicción de que
cualquiera puede curar al otro, al igual que alguno puede devengar grandes
cantidades de dólares, sin importar la procedencia, siendo tan innecesaria la
preparación, los estudios, los méritos. Por consiguiente, todos podemos ejercer
a cabalidad el oficio político, aunque no se tenga la vocación, el talento y la
destreza, caso que deriva por lo general en un modo ilegítimo de
enriquecimiento personal.
A muy pocos, les interesa el pasado,
ya que, trastocada en una fórmula aparentemente infalible, todos nacen
aprendidos tratándose de profesiones tan delicadas como la de la medicina y la
política. Nos lo preguntaron en días pasados y respondimos: cuando hemos tenido
tiempo, procuramos leer aquellas memorias o autobiografías que sirven de
escuela y, puestos a elegir, en una conexión virtual con jóvenes que, en no
poca medida, se encuentra en el exterior, dimos cuatro nombres claves de
nuestra preferencia.
Respecto a Venezuela, creemos imperdibles dos obras extraordinarias con independencia de las posturas políticas e ideológicas de los autores: “Escrito de memoria” de Laureano Vallenilla Lanz (Planchart) de 1961, e “Ida y vuelta de la utopía” de Héctor Rodríguez Bauza de 2015, envidiablemente bien escritas, incluso, con sentido de humor e, intentándose equilibrados, dan cuenta de una extraordinaria vivencia personal. En relación a los aportes foráneos, “Memorias políticas y de guerra” de Manuel Azaña (1967), décadas después complementadas con otras notas recuperadas, cuyo drama nos afectó profundamente al leerlas por primera vez, como “Mis memorias” de Henry Kissinger, tomo de 1979, con un rigor de cuño académico que fácilmente nos imponen de las altas responsabilidades que desempeñó.
Fotografías: LB (31/03/2022).
03/04/2022:
https://www.lapatilla.com/2022/04/03/luis-barragan-memorias/
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