CIUDADANIZAR AL ESTADO
Luis Barragán
No hay
dependencia oficial alguna capaz de albergar confortablemente a los ciudadanos
que demandan sus servicios, por modestos que fueren. Contrastando con el despacho
de los más altos, el resto de los
funcionarios ha de conformarse con espacios estrechos y apenas limpios, pues, así
como deben llevar sus propios útiles de oficina, asimismo deben hacerlo con
detergentes y desinfectantes.
A pesar de los
intentos de automatización, frecuentemente fallidos en razón de la gran brecha
digital que nos caracteriza, obtener un preciado documento, una cédula
catastral u otra de identidad, a modo de ilustración, significa hacer grandes
colas. Y en el caso venezolano, vivir en carne propia la anomia que nos aqueja,
significa soportar precisamente a los coleados que se imponen por la fuerza,
creyéndose muy avispados, o por la delicadeza del pago de una comisión que los
aventaje. No obstante, hay escenas que nos sorprenden extraordinariamente, como
el área externa de la sede central del SAIME.
Aparentemente,
ha remediado la situación de anarquía difícilmente administrada por los
elementos de la Guardia Nacional y del personal civil, pero la creemos una
solución inaceptable porque la ciudadanía paga altos y sostenidos impuestos
para una mejor atención y calidad del servicio, fundada en el respeto y la
consideración. Lo peor es que la estructura, vecina al Teatro Municipal que ha
estado en una perpetua remodelación por los últimos tiempos, afea un sitio que
todavía expone los rasgos de un pasado ya remoto de grandes esplendores.
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