DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO PRIVADO
Luis Barragán
Por supuesto,
quedan todavía inmuebles de extraordinario valor arquitectónico e histórico,
reflejando con cercana fidelidad las épocas de recepción y esplendor de la
renta petrolera. Nuestras principales ciudades registran todavía el esfuerzo de
los que lograron finalmente construir sus casas de habitación, por ejemplo, con
un diseño original o un poco más original del que prevalecía, y, aunque fuesen
escasos sus méritos funcionales y artísticos, la sola existencia de la
edificación tradujo los distintos acentos de una época remota y definitivamente
ida de una engañosa e irrefrenable prosperidad.
A modo de
ilustración, en días recientes, nos percatamos de la paciente demolición de una
inmensa casa que sirvió de consultorio veterinario por décadas, aunque fuese originalmente
un recinto familiar en sintonía con otros semejantes para una cuadra más de la
urbanización de El Paraíso al oeste de la ciudad capital: el Dr. Hurtado
atendió a numerosas generaciones de mascotas, familiarizados con su atenta
serenidad. Ir o venir de la escuela o de la Iglesia de la Coromoto, suponía
también transitar la vereda en la que una clase media más limitada levantó sus
hogares, sin el boato de los antiguos latifundistas, banqueros, comerciantes y
caudillos que dormían en un sector que fue tan exclusivo de la gran aldea
caraqueña.
Frecuentemente,
pensamos que la conservación de la memoria histórica ha de depender
exclusivamente de la expropiación que haga el Estado, por lo general
arbitraria, irrespetuosa del derecho de propiedad, que tampoco garantiza la
protección del inmueble, ni la indemnización efectiva y oportuna para el
propietario. La expropiación por causa de utilidad pública se justificaría en
casos extremadamente excepcionales, por la trascedente significación histórica
y arquitectónica del inmueble, o la conducta reprochable que asuma el dueño: la
regla debe ser que, si fuese tan importante de acuerdo a los especialistas, el
Estado debe ofertar a precios de mercado.
El caso del
edificio Toki-Eder al este de Caracas, resulta sintomático, pues, de meritoria arquitectura
neovasca, la vieja edificación la comenzaron a demoler subrepticiamente hacia
finales de 2010, logrando detenerla la presión ciudadana. Empero, las ruinas
siguen inútilmente en pie: el Estado no se encargó de ella, afectándola, y fue
multado el propietario por una cantidad acaso impagable por afectarla, entendemos,
con prohibición de enajenar y gravar. Vale decir, el gobierno nacional,
regional o municipal, hicieron nada al respecto y, peor, quedó a su suerte el pequeño edificio que
alguna vez fue de oficinas.
La materia no
es ociosa y, al señalar las demoliciones de marras, recordamos la discusión
inconclusa del proyecto de ley que quisimos consignar por ante la Comisión
Permanente de Cultura hacia principios de 2013, pero la presidencia de la
Asamblea Nacional, por entones, nos transfirió a la Comisión Permanente de
Política Exterior, interrumpiendo así el trabajo de consultas apenas iniciado. Y, como ahora, importa definir el papel del sector privado para preservar
esa memoria, conciliando y preservando al mismo tiempo los derechos y las
garantías constitucionales, frente al Estado que ha perdido capacidad de preservarse
a sí mismo.
Fotografías: LB, El Paraíso (CCS, 21/11/2024).
02/12/2024:
https://opinionynoticias.com/opinionpolitica/42178-del-patrimonio-arquitectonico-privado
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