Por supuesto, duelen los de más acá, pero – también - han de doler los de más allá, pues, los
delincuentes - por iniciativa propia o por encargo - constituyen una minoría de
los centenares de aprehendidos. La mayoría de los venezolanos que llegaron a
Estados Unidos, muchos como protagonistas de una travesía épica de la que
suelen hablar con atinada prudencia, no lo hicieron por aventura, gusto y
deleite, cuales viajeros de Indias que convierten el desarraigo en un oficio y
una apuesta; menos, un significativo porcentaje de coterráneos que salieron de
nuestro país exactamente por su desempeño político, recalquemos, no otro que
político.
Casos como el de Leonardo Gómez y Gregory Sanabria,
por ejemplo, ilustran la amarga ironía del exilio forzado que nunca quisieron.
Ambos perseguidos, el uno, por cierto, militante de Encuentro Ciudadano, hubo
de abandonar el estado Apure, pasando de Guayaquil a Dallas tras un duro
periplo semejante al del otro, cuyas luchas cívicas lo condujeron a la cárcel
y, luego, prohibida la salida del país, logró alcanzar los predios de Houston.
En distintas circunstancias, arribaron a Texas y
todavía en trámites del respectivo asilo político de una muy holgada probanza,
fueron detenidos por las autoridades del país de una reconocida y prolongada
vocación democrática. País soberano que tiene y decide sobre el complejo
problema migratorio que sufre, pero que, al mismo tiempo, debe reparar que dos
ciudadanos de limpios antecedentes, bregadores por la libertad, entre otros, merecen
la comprensión y el consiguiente amparo humanitario.
Leonardo y Gregory, finalmente, pueden ser deportados
a El Salvador o a Venezuela, sin que sepamos cuál alternativa es peor. Quizá lo
es la desorganización social de la diáspora venezolana y la negligencia de sus
más importantes dirigentes, con las excepciones del caso, que no hacen posible
siquiera respaldar moralmente y ayudar a sufragar en lo posible los gastos
judiciales a que hubiera lugar, pareciendo impensable alguna diligencia ante
las autoridades del país centroamericano o las que suponemos naturales ante las
gubernamentales de Washington.
Imposible perder la fe en medio de las peores
circunstancias atravesadas, añadidos los forzados a incursionar en territorio
extranjero, reiterando: realmente forzados, en contraste con los muchos de los que
literalmente inventan historietas. Por lo demás, ¿cómo la administración Trump
puede convertir a los dos paisanos en cuestión en sus propios presos políticos
al confundirse y mal interpretar lo que ocurre en este lado del mundo?
¿LOS VENEZOLANOS DEBEMOS LARGARNOS DE ESTE PLANETA?
Luis Barragán
Pasadas las
bonanzas petroleras de las que queda poca memoria, añadida la asombrosamente
malbaratada en la presente centuria, parece que los venezolanos – ahora,
despreciados por malandros - ya no cabemos en este planeta, en las propias ni
en las más ajenas latitudes. El país que asimiló la masiva y continua
inmigración como un hecho natural y necesario, acreditado como liberador del continente
que sacrificó a sus llaneros en las cumbres andinas y tendió más tarde un
cordón sanitario contra las dictaduras; el país que hoy debe salir de sí mismo
proyectado al espacio sideral para que otros vivan sus normalidades, a todas
luces estorba.
Lo peor de
esta tan radical, insólita e inmerecida extranjería, es que no la podemos remediar
yéndonos a la Luna ya copada de bienhechurías de dudoso título y, mucho menos,
recalando en Marte ya que los chinos compraron el planeta en planos al igual
que los derechos de aquél famoso chachachá compuesto por Rosendo Ruíz, quien nunca
sospecharía de una intergaláctica promoción (https://www.youtube.com/watch?v=7L4mG3_LxaA). Unos,
hablarán entusiasmados de las piedras fotografiadas por el Curiosity en los predios marcianos, quejumbrosos por la falta de
cauchos a quemar bulliciosamente en las vías no asfaltadas, pretendiendo una
hazaña de la sola ocurrencia de protestar más allá del horizonte; mientras que,
otros, harán de la autosuficiencia, soberbia y manifiesta inexperiencia
política, un acto heroico en torno al despilfarro de las voluntades,
condiciones y oportunidades que hemos tenido por todos estos últimos meses en
este rincón del mundo conocido.
Por supuesto
que la diáspora venezolana que no se interroga sobre la naturaleza y los
alcances que ha adquirido, y tampoco lo hace respecto a la dirección política
que tan presuntamente ostenta, está condenada a la estéril simplicidad y al
tóxico maniqueísmo de siempre, como a una fuga perpetua arriesgando la
mismísima identidad. Por cierto, presumida una dirigencia que no afronta
resueltamente el discurso de la antipolítica para gravitar eternamente en la
constelación de los problemas existenciales de una república proclive a
desaparecer, como … la nuestra, no otra que la nuestra.
El más
abultado defecto urgidos de superar en relación a la diáspora alienígena en la
que nos convirtieron, es el de la propensión a un hiperindividualismo cada vez
más militante que explica el principio del sálvese
quien pueda, dentro y fuera de Venezuela, y muy bien lo ilustra Carmen al responder
a Bonino en un programa radial recogido por la curiosa y exitosa novela
intitulada “Ovni 78” de reciente publicación en español por Anagrama, suscrita
por Wu Ming, un colectivo de narradores italianos. Y es que, en efecto, ella
refiere que “hay quien piensa que, para hacer política, basta con que cada cual
se ocupe de sus cosas”, al mismo tiempo que otros entienden que “mis cosas
nunca son solo mías y por tanto hay que ocuparse de las cosas de todas y todos
y que eso es la política”; y, para que no quede ninguna duda, la pedagógica
Carmen añade: “Si tú tienes tos y me hablas media hora de tu tos, pues te
ocupas de tus cosas. Pero si tienes tos y esa media hora me hablas de la
contaminación que te la provoca, de la fábrica que te la empeora y del médico
que no te la cura porque tiene demasiados pacientes, te ocupas de tus cosas y
de las de todas y todos”.
El exilio
externo y, ¿quién dice que no?, interno, se ha resignado a una fuga perenne
para definitivamente habitarla, impidiéndole bregar por hacerse – al menos - respetable, como efectivamente lo lidiaron y
lidian las diásporas judía, irlandesa, china, africana, armenia, palestina,
entre otras contemporáneas que lucharon y luchan por preservar su identidad
cultural, contribuir profesional y económicamente en los países de acogida,
expresarse a través de vigorosas comunidades, adaptarse creadoramente para
derrotar las adversidades, desarrollar una narrativa de justicia y solidaridad
realmente inspiradora, a modo de ejemplo. La venezolana precisamente ha de
fugarse, salir, abandonar el fugasterio,
porque no cabrá siquiera en otra galaxia, camino a edificarse como una diáspora
promisoria que, al volver más tempano que tarde a casa, nunca dejará al
venezolano universal que le corresponde construir para salvar el XXI que tiene en suerte.
"Por las persianas se filtraban haces de luz de la farola que había fuera. Oía pasos de gente desconocida caminando arriba, voces que le parecían peligrosas en medio de un silencio que no perturbaban ni ladridos de perros ni zumbido de coches, ni siquiera el murmullo de hojas de árboles. Su cama crujía cada vez que se daba la vuelta"
Rumena Bužarovska
("No voy a ninguna parte", Impedimenta, Madrid, 2025: : 146)
Toda tormenta
pone a prueba la unidad, como realización y convicción. Constituye un valor que tiene como soporte la
franqueza y la confianza en el seno familiar, su más viva escuela, capaz de
proyectarse en cualesquiera ámbitos sociales.
Esa unidad no
debemos forzarla, sino buscarla con sinceridad y lograrla basada en el sentido
de la lealtad.La sola simulación
provoca daños irreparables que, a la postre, hunden el barco al pesar más la
gruesa pared de las diferencias.
Unidad es un
fenómeno, propósito y logro radicalmente distinto al de la complicidad y, por
supuesto, reivindicar con empeño a la una, implica rechazar a la otra. No hay
recetarios para lograrlo, siendo importante la disposición, habilidad, logro y
talento para sostener los éxitos alcanzados a pesar de todas las adversidades,
añadidas las más peligrosas.
La
ciudadanía de oposición clama y reclama por una vitalísima cohesión social que
se haga políticamente eficaz y, por ello,la necesaria identificación y esfuerzo común de los partidos, y, no menos
urgentemente, de la sociedad civil organizada.Una tarea que ha de implicar al vecino inmediato como a los grandes
gremios de la más variada índole, en un arco nada fácil de tareas que marcan una
genuina hazaña a través de los actos más limpios y modestos.
¿Nos
resignamos a perder la unidad como valor?, ha de ser la pregunta estelar ante
los desafíos pendientes.¿Quién dijo que
bastaba la retórica para decretar su existencia?, conformes con lo que hay.
Al hablar del Espíritu Santo es importante olvidarse de lo que nos han enseñado desde niños. Nosotros acostumbramos verlo como la tercera persona de la Santísima Trinidad, con lo cual lo elevamos al rango más sublime que existe. Pero, después, no sabemos qué hacer con él. Para la inmensa mayoría de los cristianos actuales, el Espíritu Santo cuenta poquísimo. Su mención incluso provoca en ciertas personas una sonrisa extraña, como de algo reservado a monjas muy piadosas o a grupos cristianos algo exóticos.
Por eso es preferible partir de lo que podían pensar aquellos judíos a propósito del Espíritu Santo. Y lo primero que debemos decir es que para ellos era una realidad misteriosa. Hay un detalle lingüístico importante. Tanto en hebreo como en griego, las dos lenguas fundamentales de los orígenes del cristianismo, la palabra es la misma para indicar "espíritu" y "viento" (ruaj, pneuma). El viento es una realidad misteriosa, que no se ve, pero cuyos efectos son indiscutibles. Lo mismo ocurre con el espíritu de Dios. Es algo que no se ve, pero cuyos efectos son innegables.
Recorriendo el Antiguo Testamento, que es la base para hablar del Espíritu Santo, se advierte que cumple funciones muy distintas en cuatro ámbitos principales: el militar, el profético, el de la sabiduría para gobernar y el de la renovación espiritual del pueblo.
El influjo del Espíritu en el ámbito militar lo encontramos sobre todo en el libro de los Jueces. La situación que se describe es siempre la de opresión del pueblo por parte de extranjeros (sirios, madianitas, amonitas o filisteos). En esos momentos hace falta una persona excepcionalmen¬te valiente para enfrentarse a los enemigos. Entonces, el Espíritu del Señor viene sobre personajes como Otniel, Gedeón, Jefté o Sansón, y salvan a su pueblo. El libro de los Hechos no es un relato militar, pero dejará claro el valor que el Espíritu infunde a los apóstoles y a los primeros cristianos para predicar el evangelio.
El segundo ámbito de actuación del Espíritu es la profecía. La situación es aquí mucho más compleja. Los primeros profetas mostraban a veces un comportamiento extraño, de tipo extático, que era atribuido al Espíritu de Dios (algo parecido a lo que ocurría entre los griegos con la epilepsia). Hay un relato a propósito de Saúl que resulta fundamental en esta línea. Cuando Samuel unge a Saúl como rey de Israel, le indica una serie de cosas que le ocurrirán, entre ellas la siguiente: "Al llegar al pueblo (Loma de Dios) te toparás con un grupo de profetas que baja del cerro en danza frenética, detrás de una banda de arpas y cítaras, panderos y flautas. Te invadirá el espíritu del Señor, te convertirás en otro hombre y te mezclarás en su danza" (1 Sm 10,5-6). Efectivamente, Saúl se encuentra con este grupo de profetas y entonces "el espíritu de Dios invadió a Saúl y se puso a danzar entre ellos" (v.10). Aquí advertimos que el espíritu provoca reacciones extrañas, de tipo extático, entre quienes lo poseen. En ciertos ambientes, estas manifestaciones no gustaban, y provocaron un opinión algo negativa sobre el Espíritu, llegándose a equiparar al "hombre del espíritu" con un loco. Quizá por eso, más tarde, la acción del Espíritu en los profetas se vio en la línea de la palabra. El Espíritu de Dios es el que habla a través de los profetas, el que les revela algo misterioso o futuro. Esta idea la tenemos muy bien formulada en 2 Sm 23, un oráculo de David: "El Espíritu del Señor habla por mí, su palabra está en mi lengua" (v.2). O en el famoso texto de Isaías que se aplicará Jesús en la sinagoga de Nazaret: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido, me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren..." (Is 61,1). Esta acción del Espíritu en el profeta no se limita a la palabra, sino que recoge también el elemento anterior de la valentía. De hecho, en ciertas circunstancias hace falta mucho valor para hablar. Así lo reconoce el profeta Miqueas. Cuando todos callan o dicen cosas agradables, él se siente "lleno de valentía, de Espíritu del Señor, de justicia, de fortaleza, para anunciar sus crímenes a Jacob, sus pecados a Israel" (Miq 3,8).
El tercer ámbito de acción del Espíritu es el del gobierno, concediendo la sabiduría global que necesita el gobernante. Es un desarrollo de lo que se decía a propósito de los jueces. Ahora no se trata sólo de salvar al pueblo, sino de gobernarlo rectamente. Hablando del rey ideal, un texto del libro de Isaías nos dice que "sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de conocimiento y respeto del Señor" (Is 11,2). Pero hay otro pasaje muy importante. Cuando Moisés se queja a Dios en el desierto de que él solo no puede gobernar al pueblo, Dios le dice que elija a setenta y dos ancianos de todas las tribus, y añade: "Apartaré una parte del espíritu que posees y se lo pasaré a ellos, para que se repartan contigo la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo" (Nm 11,17). Propiamente no se habla del Espíritu de Dios, pero se sobreentiende que el espíritu que tiene Moisés, y del que participarán esos hombres, es el espíritu de Dios. Este pasaje demuestra la convicción de que el Espíritu lo necesita no sólo el rey ideal sino también cualquier persona que ocupa un puesto de responsabilidad en el pueblo.
Por último, el Espíritu de Dios adquiere también un papel preponderante para todo el pueblo. Esta idea la encontramos especialmente después del destierro a Babilonia, a partir del siglo VI a.C. El sentimiento que entonces se difunde es que el pueblo ha sido castigado por sus pecados (idea común al mundo asirio-babilónico y a otras culturas). Y la única manera de dejar de ser un pueblo pecador es la transformación interior, simbolizada en un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Como dice Ezequiel: "Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que pongáis por obra mis mandamientos" (Ez 36,26-27). Esta promesa del espíritu la encontramos también en textos de Isaías: "Voy a derramar mi espíritu sobre tu estirpe y mi bendición sobre tus vástagos" (43,3). Esta promesa supone una "democratización" del don del Espíritu. Hasta ahora estaba reservado a grandes personajes: libertadores militares, reyes, profetas, jueces. Ahora se habla de un don para todo el pueblo. Según un relato del libro de los Números, se trata de una antigua aspiración. Ya Moisés le había dicho a Josué: "Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor" (Nm 11,29). Y esta aspiración es la que recoge el profeta Joel, desarrollándola al máximo: "Después derramaré mi espíritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. También sobre siervos y siervas derramaré mi espíritu aquel día" (Jl 3,1-2). En este texto, el espíritu de Dios rompe todas las barreras: la del sexo (hijos e hijas), la de la edad (ancianos y jóvenes), la de las clases sociales (siervos y siervas). Es lógico que la promesa de Joel desempeñase un papel importantísimo para los primeros cristianos.
2. En los evangelios
Cuando se comparan las tradiciones de los tres evangelios sinópticos (Mc, Mt, Lc) se advierte cómo progresa la reflexión sobre el papel del Espíritu Santo.
La tradición más antigua, la de Marcos, sólo habla de él en seis ocasiones, subrayando dos aspectos: el espíritu como principio dinámico, de acción, y el espíritu como inspirador. En relación con Jesús se acentúa el aspecto dinámico: baja sobre él en el bautismo (1,10), lo impulsa al desierto (1,12) y le da poder para expulsar los demonios (ver 3,29). El aspecto de inspiración se menciona a propósito de David (12,36) y de los discípulos (13,11). Los cristianos, al recibir el espíritu en el bautismo (1,8), se benefician de su fuerza y de su inspiración.
Mateo amplía la perspectiva. Lo menciona once veces, casi el doble que Marcos. Aunque muchos temas coinciden (bautismo, desierto, expulsión de demonios, testimonio de los apóstoles), hay dos momentos capitales. Al comienzo mismo, se presenta a Jesús como engendrado por el Espíritu Santo (1,18). Y al final, Jesús ordena bautizar «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (28,19).
En este proceso, Lucas significa un gran paso adelante, con sus 17 referencias al Espíritu Santo. La acción del Espíritu no comienza en Jesús. El mismo Juan Bautista estará lleno de Espíri¬tu Santo desde el vientre de su madre (1,15). Isabel se llena del Espíritu Santo al oír el saludo de María (1,41). Zacarías profe¬tiza lleno de Espíritu Santo (1,67). El Espíritu Santo también está sobre Simeón y le asegura que no morirá antes de ver al Mesías (2,25-27). Y la acción del Espíritu sobre Jesús también es más patente. Jesús no sólo va al desierto impulsado por el Espíritu, sino que también marcha a Galilea por acción del mismo Espíritu (4,14). En la sinagoga de Nazaret elige el texto de Isaías que comienza: «El Espíritu del Señor está sobre mí» (4,18). Y cuando vuelven de su misión los 72 discípulos, Jesús se llena de gozo del Espíritu Santo (10,21). Con respecto a los cristianos, el Espíritu no es sólo un don de Jesús que se recibe en el bautismo, sino algo que el Padre concede siempre que practicamos la oración de petición (11,13).
3. En el libro de los Hechos
Estos datos del evangelio anuncian la importancia capital que tendrá el Espíritu Santo en los Hechos, donde aparece 51 veces como motor de toda la actividad misionera de la iglesia. Lucas, igual que los otros evangelistas, se enfrenta con un misterio. ¿Cómo es posible que un grupo de personas sin gran formación, miedosas, de horizontes geográficos estrechos, se lanzase a una actividad tan intensa por todo el mundo? ¿Cómo pudieron arrostrar con alegría las mayores dificultades? Un historiador ateo diría: la fuerza del fanatismo. Los evangelis¬tas, lógicamente, no lo interpretan así. Para Mateo, la fuerza la reciben de Jesús, que les promete: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Y esto Lucas lo interpreta en el sentido: «Yo estaré con vosotros a través del Espíritu Santo». Dentro de esta concepción teológica, no tiene nada de extraño que Lucas haya querido subrayar de un modo especial el don del Espíritu. Por eso, no lo cuenta como un acto más de Jesús resuci¬tado (como hará Juan), sino como un acto especialísimo, que requiere incluso un serio período de preparación.
A lo largo del libro de los Hechos, las afirmaciones sobre el Espíritu Santo son de lo más variadas.
1. La primera que encontramos es capital. Cuando Jesús se despide de sus discípulos les dice: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra" (1,8). Por consiguiente, el don especial del Espíritu es la fuerza para ser testigos de Jesús. Hay un relación estricta entre el Espíritu y la actividad misionera. En esta línea se podrían orientar otras muchas afirmaciones del libro de los Hechos. Lleno de Espíritu Santo es como Pedro habla ante el Sanedrín (4,8) y Pablo se enfrenta al mago Elimas (13,9). Y el Espíritu desempeña un papel capital en los momentos principales: habla a Pedro para que acepte a los paganos en la comunidad (10,19-20; 11,12-16); manda elegir a Bernabé y Pablo para una tarea misionera (13,2), y este primer viaje es misión del Espíritu (13,4); durante el segundo viaje, les prohíbe predicar en Asia y dirigirse a Bitinia (16,6-7); fuerza a Pablo a dirigirse a Jerusalén, aunque allí le esperan cárceles y luchas (20,22-23). En síntesis, el Espíritu no es sólo fuerza para ser testigos de Jesús, sino que ilumina y orienta en las principales decisiones.
2. El Espíritu Santo es también el que guía la vida interna de la comunidad. En medio de las persecuciones, anima a predicar el mensaje con valentía (4,31). Cuando tiene lugar el concilio de Jerusalén, esas decisiones tan importantes las toman "el Espíritu Santo y nosotros" (15,28). Cualquier persona con un puesto de responsabilidad ha recibido esa misión del Espíritu Santo (20,28). El Espíritu es que alienta a toda la iglesia (9,31). Y es un don que reciben todos los que se bautizan (2,38), todos los que obedecen a Dios (5,32), aunque sean paganos (15,8). La identificación entre el Espíritu y la comunidad es tan grande que puede decirse que mentir a la comunidad es "mentir al Espíritu Santo" (4,31).
3. Aunque el Espíritu lo tienen todos, es típico de grandes personajes como Esteban (6,5) o Bernabé (11,24). Estos textos son muy interesantes, porque el Espíritu aparece como una cualidad más entre otras. De Esteban se dice que era "hombre dotado de fe y de Espíritu Santo" (6,5). De Bernabé, que era "hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe". En ambos casos, el Espíritu Santo está vinculado con la fe.
4. Esta acción del Espíritu en los apóstoles, en la comunidad y en los personajes importantes es un reflejo de lo que el Espíritu hizo en Jesús. De acuerdo con un discurso de Pedro, "Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" (10,38).
5. En ciertos casos recoge la idea tradicional de que el Espíritu es el que habló a través de los profetas (Isaías: 28,25) o de David (1,16; 4,25), y el que sigue hablando a través de los profetas actuales, como Agabo (11,28; 21,11).
6. ¿Cómo y cuándo se recibe el Espíritu? Los Hechos recuerdan tres casos distintos: 1) Según Pedro, en su primer discurso, después de recibir el bautismo (2,38). 2) En la mayoría de los casos se recibe por la imposición de manos, bien después del bautismo, como ocurre en Samaria (8,16-17), bien antes del bautismo, como en los casos de Pablo (9,17) y de los discípulos de Éfeso (19,1-7). 3) Pero la familia de Cornelio, un pagano, recibe el Espíritu antes del bautismo y sin imposición de las manos (10,44). Parece que Lucas, con esta variedad de posibilidades, deja claro la libertad absoluta del Espíritu, que no se atiene a reglas de ningún tipo.
7. ¿Quién da el Espíritu? Casi siempre se afirma o se supone que lo da Dios. Sin embargo, en una ocasión encontramos la idea de que es Jesús glorificado quien ha recibido el Espíritu y lo derrama sobre la comunidad (2,33).
8. Finalmente, cuando un grupo recibe el Espíritu por vez primera, es frecuente que este don vaya acompañado de la capacidad de hablar en lenguas extrañas. Se cuenta en el famoso episodio del capítulo segundo, pero el hecho se repite en la familia de Cornelio 10,44-47) y en los discípulos de Éfeso (19,1-7).
Después de este largo recorrido, el Espíritu de Dios sigue siendo tan misterioso como al comienzo, tan misterioso como el viento. Pero también queda clara su importancia. Todo el relato del libro de los Hechos es inconcebible sin la actividad del Espíritu Santo. El es el gran motor que impulsa a la iglesia y a los apóstoles en todo momento, el que ilumina y da fuerzas en las más diversas circunstancias. Usando una imagen moderna, es como la energía eléctrica, que da luz y mueve todos los motores. Si falla, nuestra vida queda sumida en el desconcierto.
Entonces, ¿nos arrojarán a la Luna, esperando sentados que Stanley Kubrick venga del aún más allá
para relatar nuestra odisea del siglo XXI? Los ta´baratistas de ayer no más, incluso, los hijos de la última y
desperdiciada bonanza de esta centuria, se vieron forzados a la fuga política,
los menos, social y económica, los más, que muy poco o casi nada tiene que ver con
la existencia y condición de prófugos de la justicia. No obstante, condición asombrosa e
inmerecidamente generalizada que consterna también a los ta´baratistas de acá, cada vez más relegados a un exilio interno,
preocupa el todavía alto nivel de desorganización social de la diáspora
venezolana.
Por supuesto,
con las honrosas excepciones de siempre, tendemos a una cierta indolencia
frente al mal ajeno, creyendo que jamás nos dará alcance. Específicamente, en
Estados Unidos, ha sido la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), la que
ha demandado y, además, recurrido a la Suprema Corte en el caso de las
deportaciones de los venezolanos, cubanos, haitianos y nicaragüenses, añadido
el último pronunciamiento en torno al llamado parole.
Comprensible,
aunque injustificado (y, a la inversa, justificado e incomprensible), hay
sectores dirigentes que allá guardan silencio en la materia, respecto a la suerte de
los venezolanos que igualmente se vieron forzados a salir del país. Quizá no
desean arriesgar o comprometer el propio estatus, pero – sentimos – es necesario
que asuman una ineludible responsabilidad política de estructuración, organización
y orientación de la paisanidad sumergida en una radical incertidumbre de su
presente y futuro.
Por aquellos
predios, algunos hablan de la inmortalidad del cangrejo y de sus reiteradas
proezas, olvidando hacerlo con la suerte de miles de coterráneos que se fueron
a Nueva York, en busca de unos centavos, siendo el norte una quimera, según el hit parade a lo Clemente Vargas Jr., de décadas
remotas. Valga la falacia, entonces tutirimundachi
es del Tren de Aragua, excepto los olvidadizos habladores.
Demostrado, la
sentencia moral ocasiona un daño superior, expansivo e irreparable al lado de la efectivamente
judicial necesaria de afrontar reconociendo que no debemos ingresar ilegalmente
a otro país y, al mismo tiempo, impulsando iniciativas para una mínima institucionalización
del esfuerzo de los venezolanos que claman por un urgido amparo humanitario. De lo
contrario, iremos a parar al fugasterio
selenita porque – simplemente – estorbamos.
Gráfica: Captura de pantalla del filme "2001: Una odisea del espacio" de Stanley Kubrick (1968).
"--- Aquí nadie viene a mirar ni a rezar, solo a trabajar. Necesitamos brazos fuertes. Todos los médicos, enfermeros y hasta los dentistas y veterinarios de Valparaíso han sido convocados. Unos operan y amputan, otros tratan heridas y curaciones; ustedes solo obedecen órdenes, lavan los pisos, la sangre, los vómitos y la caca. ¿Han comprendido?"
Isabel Allende
("Mi nombre es Emilia del Valle",. Plaza&Janés, Barcelona, 2025: 199)
- Fernando Escobar Cabrera y El Tocuyo. El Universal, Caracas, 22/04/1967.
- Teodoro Petkoff. "El aumento de sueldo de los congresistas". El Universal, 04/12/84.
- Alexis Márquez Rodríguez. "Candidatos al premio de novela Rómulo Gallegos: ´La vida exagerada de Martín Romaña´ (Alfredo Bryce Echenique)". El Nacional, Caracas,23/05/82. Papel Literario.
- Fernando Paz Castillo. "Reflexiones del atardecer: Eloy Guillermo González". El Nacional, 26/12/60.
- Luis Beltrán Prieto Figueroa. "Presidencialismo y parlamentarismo". El Nacional, 09/10/90.
Reproducción: "Monseñor Felipe Rincón González, Arzobispo de Caracas, actualmente e Roma, a quien Su Santidad Pío XI ha concedido especial audiencia en esta misma semana". Élite, Caracas, N° 459 del 30/06/1934.