DEL BURDEL POLÍTICO DE GORBACHOV
Guido Sosola
Corrió la noticia como pólvora: ha muerto Mijaíl
Serguéyevich Gorbachov. ¡Ay del
dirigente político que no diga nada al respecto, mostrándose como un gorbachóvlogo
consumado, si quiere ganarse alguna respetabilidad en la bandas anchas
digitales. Sin embargo, no decir ni pío
no constituye pecado alguno, porque buena parte de los venezolanos ha llegado a
creer que la política arrancó universalmente con las peroratas de Chávez Frías
desde Miraflores, siendo Mijail un OVNI para el siglo XXI, y alguna que otra secta
religiosa lo recordará como el Anticristo distinguido por una mancha roja en la cabeza.
Consciente
de las inhabilidades de Konstantín Chernenko y Yuri Andrópov, sus inmediatos
predecesores en la Secretaría General del PCUS, tenía madera para sostenerse y
superar a Leonid Brézhnev que, si a ver vamos, fue superior a Nikita Jrushchov.
Empero, hubo madera suficiente para verse en esa suerte de amasijo de
repúblicas socialistas hundida en el que más estridente fracaso económico con
explosiones sociales más temibles que la de las centrales nucleares.
Había
que ser muy valiente para vislumbrar, planear e implementar un viraje que fue
de 180°, por cierto, creyendo los comunistas del resto del mundo y,
especialmente los más atrasados, como los venezolanos que aún se reunían en la
sede de Cantaclaro, en un cambio de
360°. Tuvo el talento y el olfato, o, mejor, el burdel político que no se
compra en una botica, de iniciar y lograr el desmontaje de una ficción que pulverizaría
absolutamente todo, devuelto el viento al acercarse al Kremlin,
William
Taubman, en “Gorbachov, vida y época” (Debate, Barcelona, 2018), alaba la “habilidad
de maniobrar para conseguir lo que anhelaba” (864), resultando eficaz toda
táctica porque era firme y clara su convicción, precisa y adaptativa su
estrategia, forjada en una difícil experiencia acumulada de militante y
dirigente, por cierto, indelegable para todo aquél que no entiende de qué se
trata lo que en Venezuela conocemos como burdel político. El propio Mijaíl, en “Memoria de los años
decisivos 1985-1992” (EpubLibre, 1993), expresa: “… La cautela y la prudencia
conllevan determinados costos, pero que, pese a ello, son preferibles. Si yo
hubiera actuado atolondradamente, metiendo a tontas y a locas a los ciudadanos
en la perestroika, todo hubiera fracasado con rapidez” (18).
Mucho
me temo que esa falta de burdel político no lo hay suficientemente en las altas
esferas para corregir el curso del régimen, porque además falta el coraje
necesario para evitar el despeñadero,
pero tampoco lo hay en la oposición para propiciar el cambio, gustando
de las acciones mero declarativas. Eso
sí, sobra el atolondramiento, porque Chávez Frías logró quebrar esa experiencia
política que se transmitía y perfeccionaba de generación en generación. , pero
siempre hay un Mijaíl dando vueltas por ahí, aún en la acera opositora.
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