UNA FEROZ GUERRA CONTRA EL COMERCIO FORMAL
Luis Barragán
Antes
que la pandemia, el cobro electrónico y la reorganización de las mafias
contrabandistas ya habían ultimado a la economía informal que buena y mala fama
alcanzó en el país petrolero. Algo más que una ligera sospecha, hoy, nadie
tiene la posibilidad real y gratuita de llevar el pan a casa mediante la
desesperada oferta de una modesta mercancía, trátese de un sencillo vasito de
café o de cigarrillos al detal, porque toda acera de calle y avenida sugiere un canon de alquiler a favor de las
autoridades policiales que velan por el
Estado depredador; además, el desesperado tendrá que competir violentamente
para tomar por asalto las bolsas de basura que ya no lucen tan prometedoras
como antes o muy antes, aunque hay quienes rearman y reparan sendos artefactos
eléctricos y hasta coches para bebé ensayando una reventa a precios ridículos.
La depredación es completamente
dueña de los espacios públicos, reensayando un distinto modelo de negocios en
el que no cabe el buhonero de buen gañote que pregonaba libremente su mercancía,
tendida sobre la sabana en el piso de todas sus urgencias. Cualquiera puede
constatar que al frente del local de una lunchería, heladería, restaurant o
algo parecido, se instalan sendos carros, varios simultáneamente en el mismo
radio, que expenden perros-calientes,
hamburguesas, cachapas, empanadas y toda suerte de bebidas, tomando para sí las áreas de tránsito peatonal
y también automotor, con un numeroso y cuidadosamente uniformado personal
subpagado, y de libérrimo y bullicioso horario que convierte de facto una zona
residencial en comercial, arriesgando la salud colectiva porque no disponen de
un servicio directo de agua.
Poco importa que el comercio formal
realice una más confiable oferta y llene los requisitos más elementales para la
sufrida y periódica supervisión sanitaria, fiscal, bomberil, laboral, o
cualesquiera otras que imaginen los venales funcionarios celosos de su
plaza. Además de la carga fiscal, adquiere
tonos de gravedad la ausencia de los numerosos anuncios que advierten la
prohibición del porte de armas de fuego, la discriminación racial, el empleo
del tapabocas, el tabaquismo, y otros rubros que implica toda una burocracia
capaz de sugerir a la persona o empresa elaboradora de los pendones, con las
exactitudes que reclaman, por no mencionar la costosa actualización de las
máquinas registradoras que obliga a una conexión digital que ha de inventarse
desde el fondo del bolsillo.
Por lo visto, se avizora de hecho y
quién sabe si de derecho, apelando a la ley de zonas económicas
especiales, la multiplicación de las
llamadas calles del hambre, como todo un proyecto de expansión para caseríos,
pueblos y ciudades, y no tardará en evolucionar a otros renglones, pues, tratándose de la apropiación de los espacios
públicos, puede hablarse de venta de automóviles usados exhibidos con desenfado
en las vías públicas, arreglos mecánicos menores y algunos mayores, venta de
peroles de la más variada gama que deja atrás al burdo buhonero de ocasión. Sin
embargo, no nos equivoquemos, porque el
modelo por excelencia del nuevo rentismo zonal, por llamarlo de alguna manera,
es la baruteña urbanización comercial de Las Mercedes para envidia de los
capitostes medianeros y conuqueros del régimen, ya que nuestro hábitat no
soportaría una densa urdimbre de expendedores sometidos a la intemperie y sus
inclemencias.
La guerra es contra el comercio
formal establecido y de larga tradición en nuestro país, decretada la competencia
desleal en beneficio de las mafias que aspiran, o aspirarán tarde o temprano, a
la ocupación, ampliación y sofisticación de los locales disponibles: unos
tienen una enorme carga fiscal y parafiscal que los otros, simplemente,
desconocen. Y el diseño, confort y, por supuesto, precios de los grandes bodegones auspiciados desde el
poder establecido, ha de marcar la pauta.
La inutilización de los locales empleados por el actual
comercio formal, objeto de una feroz guerra, no sólo tiene por origen la
quiebra provocada, sino la amenaza y efectiva invasión frecuentemente
organizada por los colectivos armados. Realizada, persistirá más tarde una
oferta de bienes y servicios precaria y lastimosa, porque la viveza del que
parte y reparte ejerce su señorío, o dará lugar a una ambientación y
ofrecimiento que justifique la internacionalización de los precios, sólo para
los privilegiados que accedan a las divisas.
Hay otro medio para la quiebra y desocupación que muy bien lo ejemplifican los barberos de la calle, los que están colocados bajo un árbol o de un puente, pues, en nombre de la libertad de trabajo, por ahora, son tolerados, aunque tampoco tengan las mínimas condiciones de higiene, y mucho menos agua y baños disponibles para la clientela que sí los tiene en los locales formales. Lo curioso es que los de calle tienden a cobrar más caro y, solemos olvidar, lo que constituyó una gran conquista comercial más que laboral, reconocida por la más remota jurisprudencia: no son empleados, sino prácticamente socios y tienen por “sueldo” compartir a diario la ganancia con el dueño del local que, además, es el que paga los impuestos.
Por lo pronto, a largo plazo, los
depredadores tienen pendiente la realización de una mercadería proveniente de
los países de los cuales somos prácticamente colonia, como China, Rusia e Irán,
decretada una ofensiva desde el propio
Estado contra todo comerciante formal, serio, responsable y cumplidor. Y, se
nos antoja, no hay un mejor símbolo del populismo laboral y comercial que el
del barbero ambulante que, más adelante, no podrá desempeñarse en la calle,
empleando la electricidad pública y ya no será socio, sino empleado de los
nuevos formales que los preferirán expertos peluqueros y manicuristas de
centros comerciales que los recios barberos que se hicieron merecedores de una
famosa ópera.
Fotografías: LB, entrada del mercado de San Martín (Caracas, 25/01/2022)
30/08/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/una-feroz-guerra-contra-el-comercio-formal/
04/09/2022:
https://www.lapatilla.com/2022/09/04/luis-barragan-una-feroz-guerra-contra-el-comercio-formal/
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