DE LOS ÁRBOLES QUE YA NO MUEREN DE PIE
Luis Barragán
Nada casual,
desde sus orígenes, el presente régimen está marcado por una desgracia natural.
Ocurrió el fatal deslave del estado Vargas al mismo tiempo que el referéndum constitucional
de 1999 que siguió su curso, sin que a Chávez Frías le temblara una pestaña.
El país
tiembla en cada temporada de lluvias, porque el Estado no toma las previsiones
correspondientes, muy esmerado en la persecución, represión y censura de
opositores y disidentes. De las construcciones irregulares jamás se ocupa, como
de la debida y oportuna limpieza de quebradas y alcantarillados, evidenciándose
casos como el de Las Tejerías y – aún más reciente – el colapso de un edificio
en puente Páez, nada más y nada menos, en el centro histórico e ineludible de
Caracas, cercano a las sedes principales de los órganos del Poder Público.
Por ello, la
ociosa observación del comandante de un componente de la Fuerza Armada en torno
al Estado fallido, como si el indispensable ejercicio académico, susceptible de
la polémica política, fuese per se un acto macabro de conspiración. Por lo
visto, el adjetivo se ha quedado corto por la configuración de un Estado que no
sólo falla, aún en las dictaduras tropicales que distan de las de otras
latitudes con el cambio harto contrastante de las cuatro estaciones.
Recientemente,
hacia el oeste caraqueño (avenidas Páez y San Martín), se sintió con inusitada
fuerza un soberano palo de agua de vientos huracanados. Y, por supuesto, caracterizada la zona por
sus árboles frondosos y numerosos, además de la inundación de aceras y avenidas,
se esperaba que cualquier cosa ocurriera.
En la vieja
urbanización de El Paraíso, los árboles no mueren de pie. Ha sido importante la
tala directa de un buen porcentaje de ellos, e, indirecta, cuando no se toman
las previsiones necesarias respecto al levantamiento del pavimento, la poda
regular de sus ramales, etc. Por ello, la estrepitosa caída de árboles,
afectando a varios inmuebles, así fuere por falta de chequeo y mantenimiento,
legitima o jura legitimar la tala
voluntaria de otros muy intactos, pero que estorban para la voracidad comercial
del socialismo.
Consultadas
varias de las personas que habitan en las adyacencias de una conocida casa
farmaceútica en la Páez, a la medianoche, entre el 15 y 16 de agosto del
presente año, fue talado un hermoso jabillo para descontento de un vecindario
que sólo pedía hacerle un trabajo de supervisión para evitar desgracias, pero
dejando en pie el hermoso y gigantesco paraguas, hogar de toda clases de aves.
Al buscar un medicamento, nos percatamos y entristeció mucho el tronco varias
veces acuchillado, puesto a un lado de la avenida cual ferrocarril
descarrilado.
Ahora,
recordamos el cadáver de ese hermoso árbol ajusticiado antes que la furia de la
naturaleza lo hubiese intentado, seguramente sin éxito. Requerían (y requieren)
solamente de mantenimiento, pero las calles del hambre que proyectan otro tipo
de hábitat para la ciudad capital, reclaman el mínimo espacio posible.
Y, por otra,
no debemos pasar por alto los peligros de una tempestad que agarra la ciudad
sin las debidas defensas viales. Un testimonio en las redes, nos permitió vivir
la angustia de los tripulantes de un vehículo, n una escena que dejó ver apenas
los tornillos de las que fueron aquellas defensas adecuadamente de aluminio (https://vm.tiktok.com/
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