CIUDADANÍA E (IN)COMPETENCIA POLÍTICA
Luis Barragán
“Como no hay suceso
sin hecho, a la historia pertenece
también (cómo no le
va a pertenecer) la realidad,
pero en tanto que
principio de posibilidades,
esto es, en tanto
que principio de suceder”
Xavier Zubiri
Distintos los
modos de pensar y estar en la realidad por siempre susceptible de toda
transformación, en anteriores ocasiones hemos optado por la anomia social como
principal diagnóstico que puede hacerse estratégico, y, por consiguiente,
obligarnos a actuar lo más atinadamente posible respecto a la prolongada crisis
política que padecemos. Y, en plazos razonables, concebir, concertar,
implementar y, si fuese menester, enmendar la estrategia correspondiente que
jamás ha de sacrificarse a favor del juego táctico, por cierto, frecuentemente
abierto con pretensiones – nos permitimos la expresión - maniaco-sensacionalistas
en el terreno de la oposición.
Solemos
apreciar en las redes digitales, voces todavía minoritarias que juzgan la
coyuntura con un criterio un poco más elaborado académicamente en el intento de
combatir la banalización política que las consume, quizá por aquello de la
propensión a farandulizar la vida en
común a la espera de un siniestro cuales crónicas rojas, prensa del corazón, y
calumnias e intrigas de vecindario. Sin embargo, el intenso deseo de promover
una política de ciudadanos no luce suficiente para resolver los retos
inmediatos de un desempeño opositor tan trenzado a las circunstancias en curso,
porque – por una parte – contrarrestar la anomia significa hacer política,
ponderar, integrar, organizar, racionalizar, ordenar, canalizar, concordar,
darle sentido, procurar los recursos, compaginar el liderazgo; reconocer – por
otra – la inmensa necesidad de reactivar a las organizaciones de la sociedad
civil, actualizándolas con un proceso electoral y un vivo debate interno, como
ocurrió con los comicios estudiantiles en la Universidad Central y, ahora, transcurre con el profesorado de la Bolívar
de Sartenejas y su núcleo litoralense que renueva la directiva gremial; y –
luego – reivindicar el carácter político y el caro valor estratégico de los
partidos en el seno de una sociedad movilizada y dinamizadora, como alguna vez
lo planteó Fernando Vallespín.
En definitiva,
auspiciar una cultura ciudadana alternativa como la que permitió a la postre la
creación histórica de lo que se conoce como el parlamento libre y democrático,
por ejemplo: una deuda contraída absolutamente por todos los gremios, añadidos
hasta los clubes recreativos, que supere la moralina y propicie que los
partidos – una aparente perogrullada – hagan política. Sobre todo, a la luz de
los mayores peligros anómicos en ciernes como el planteamiento y la realización
de una reforma constitucional de interesado
propósito (cuasi)constituyente que, precisamente, nos alerta en torno a la
apuesta ventajista por hechos que impidan la recuperación de una tradición
política que consiste efectivamente en hacerla, para una oposición llamada a
trascender, según deducimos de Xavier Zubiri y su obra intitulada "Tres
dimensiones del ser humano: individual, social, histórica".
En alguna oportunidad lo aludimos, hubo el fracaso de connotados generales en el desarrollo de la II Guerra Mundial, a pesar de haber gozado de extraordinarias condiciones para alcanzar la victoria y bien podría consultarse a Goffrey Regan o Norman Dixon para ilustrarnos respecto a la historia y la psicología de la incompetencia militar. Y, aunque Gonzalo Adán Micó lo circunscribió al uso y abuso del poder en libro publicado el año pasado, no es necesario que determinadas individualidades y sectores asuman la dirección del Estado para exponer aquellos casos concretos y específicos de una manifiesta incompetencia política y descarada improvisación.
Recientemente, la valiente dirigencia estudiantil de la Ucevé al documentarlo en el asfalto, rindió un magnífico tributo a las víctimas de la represión de todos estos años, y, al mismo tiempo, se hizo de una inmensa capacidad simbólica de la que debe (re)aprender la dirigencia partidista de oposición. Ésta ha de hacerse competente para prever y reconocer – incluso – los fracasos, empinándose con un realismo que también se haga de lo imposible por encima del sentimentalismo barato que no, genuino sentimiento.
Gráficas: Collage LB con fotografías tomadas de La Patilla.
18/02/2025:
https://www.elnacional.com/opinion/ciudadania-e-incompetencia-politica/
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