ANOMIA
Luis Barragán
Originalmente,
la noción viene de Émile Durkheim. Puede decirse de aquellas conductas (y
convicciones) que no tienen por referente norma alguna, pudiendo ser
constructiva, cuando rompe con determinados patrones en beneficio de la comunidad;
o, destructiva, al perjudicarla con una actuación caprichosa, arbitraria y
cambiante, acabando con la más elemental sociabilidad.
Desafiando la costumbre local, una
persona trota por las calles a deshoras
y, extendida como legitimada la práctica, a la postre obliga a dictar una
ordenanza municipal que reconoce los espacios y ampara a los atletas. Ésta
faceta positiva rápidamente contrasta con la negativa, imponiéndose el vecino
que escandaliza con sus fiestas al resignado vecindario hasta el día siguiente,
además, un enchufado para el cual no
vale ningún orden jurídico. Sin embargo, son tres los casos emblemáticos de la
Venezuela ya de varias décadas.
En efecto, reformada muchas veces, quedando
intacta su esencia, la ley de tránsito terrestre es más antigua que las
constituciones que nos hemos dado en la más reciente contemporaneidad,
violentadas por las propias autoridades públicas para infundirle ese carácter
de “normalidad” en la que, sólo aparentemente, todos comulgamos: “comerse” la
luz (del semáforo), o andar desprovisto de casco protector en una motocicleta,
así fuere en una autopista, es parte de una terrible identidad urbana. O,
dándole mayor timbre a esa identidad, “colearse” en una cola, valga la
redundancia, irrespetando a los demás: el colmo de todo, ya son dos veces que
hemos visto a personas “colearse” desenfadadamente ante el confesionario
católico, demostrando hasta dónde llega la contaminación, por no citar a los
niños desescolarizados en masa que no saben que deben caminar por la derecha
(ya ni las campañas del metro existen).
Tales los niveles anómicos que hemos
alcanzado, se hizo gobierno y derivó en
un régimen, propio - ¿podíamos esperar otra cosa - del Estado Criminal.
Instituciones que no cumplen con las funciones para las cuales fueron creadas,
órganos y organismos que duplican o quintuplican las actividades de una misma
instancia, invocación de normas constitucionales y legales descaradamente
violadas, dan muestras de un cinismo ilimitado.
La anomia, “enfermedad del sentido
común” de acuerdo a María Sol Pérez Schael, conduce inexorablemente a la
disolución social, hipótesis que precursoramente trabajó Aníbal Romero. Por
ello, la necesidad de superar urgentemente el socialismo del siglo XXI, antes
que acabe definitivamente con todos nosotros.
Composición gráfica: César Casona.
20/06/2022:
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