DEL AVIÓN VARADO EN ARGENTINA
Luis Barragán
Grandes son
las mentiras y las verdades que trazan las veredas de América Latina (y el
Caribe), pretendiéndola subastada entre las corrientes obscurantistas que
bregan por desoccidentalizarla. Ocupada por una agenda inédita, la región deja
atrás las urgencias suscitadas por los otrora autoritarismos militares y
traumas del subdesarrollo para internarse en el inevitable conflicto con la
criminalidad global y sus distintos departamentos (armas, drogas, órganos
humanos, lavado de capitales, etc.), el
terrorismo y el fundamentalismo religioso de distintos e inverosímiles
periplos.
Un avión de carga venezolano escandaliza
a Argentina, levantando fundadas sospechas por su origen, las nacionalidades de
su tripulación, la carga y el itinerario cumplido, apenas conmemorado el
trigésimo aniversario del estremecedor atentado terrorista a la sede de la embajada
de Israel, ubicada en el centro de Buenos Aires, y cercano a la treintena el de
AMIA, una de las dos más importantes asociaciones judías del país sureño,
concebidos y ejecutados por Hezbollah con el respaldo financiero y apoyo de
Irán. Abiertas las investigaciones, retenidos los pasaportes correspondientes,
sigue aparcada en el aeropuerto internacional de Ezeiza la nave de un historial
nada envidiable, a juzgar por el Departamento del Tesoro estadounidense,
adquirida por Conviasa a la señaladísima empresa iraní Mahan Air.
La llamada posverdad es un
importante recurso para el análisis que deriva inexorablemente en la mentira,
aunque ésta no necesita de tantos fulgores académicos, complicándose innecesariamente,
bastando con hurgar todo lo atinente a las falacias, por ejemplo, en el meritorio
y clásico libro de introducción a la lógica de Irving Copi. La satanización extrema de la agencia
estadounidense ha sido inversamente proporcional a la beatificación de las
otras favorecidas por el silencio, prácticamente imposible de indagarlas en
Venezuela, siendo aún decisivas como soportes del régimen, invisibles las de
procedencia oriental para una región que las reputará y dispensará como
demasiado foráneas.
Colegimos, la posmentira es el otro
y más modesto recurso que necesariamente desemboca en la verdad, valiéndose de
indicios y evidencias, metonimias y parábolas, y – en definitiva – de la
ficción narrativa para descubrir una hipótesis verdadera y comprobable entre
varias falsas e improbables; o, a modo de ilustración, importando el resultado,
traducida en la cortesía de alegar una pérdida de señal para no proseguir una
conversación telefónica a deshora, empleado un subterfugio o eufemismo por el
trasnochado. Así, como Cuba se atrevió
antaño a instalar secretamente unos cohetes de ojiva nuclear, hoy, probablemente habrá otras iniciativas relativamente
equivalentes, sin el menor recurso institucional para denunciarlas y verificarlas:
por una parte, Nicaragua mete en este
lado del mundo a la flota misilística rusa que puede ir más allá de una
provocación, so pretexto de combatir el delito común; o, por otra, después de
intentar fugarse a través de Uruguay, el avión estacionado en Ezeiza, levanta
las más legítimas suspicacias. Al respecto, se dice transportista de piezas automovilísticas
y de cigarrillos, cuando no de aula para aspirantes a pilotarlo, aunque puede
esconder propósitos hábilmente enmudecidos, actuando sendos agentes de las
denominadas Fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, o de
otras organizaciones inimaginables que entran a campo abierto en nombre de una
causa política, de los negocios o de la fe, en provecho de un imaginario social
que quedó anclado en los tiempos de la Guerra Fría.
Cumpliendo Maduro Moros con una gira aparentemente inútil por los predios iraníes, nada importante dijo en torno a un avión tan equívoco varado en Ezeiza, cuya tripulación no pudo ser rescatada por otro que desvió su curso a Bolivia. Una tripulación mayor a la acostumbrada en los vuelos de carga, con iraníes y venezolanos que incluyen a dos militares, requiere de una versión oficial de la usurpación, al menos, para guardar las formas y facilitar la versión del presidente Fernández que, por supuesto, inculpa a la oposición doméstica, a pesar de sus funcionarios que se adelantaron al asegurar que se trataba de un viaje de instrucción y de un gesto humanitario al permitirle el regreso al aeropuerto bonaerense.
La sola diligencia de un juez
federal para establecer los hechos, incluyendo el retiro de la caja negra y otras
grabaciones, marca una diferencia con la administración de justicia de nuestro
país, en el que sucumbe la verdad procesal. Por lo visto, cuando llegue a
deshora el post-socialismo por estas comarcas, tendremos que lidiar con un
universo de agencias y agentes muticolores, buscándoles el nombre preciso, al
saberlos deseosos de hallar un nuevo Dorado
por estos predios.
Fotografía: Twitter / Cancillería.
Ilustraciones: Tomadas de la red.
21/06/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/del-avion-varado-en-argentina/
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