QUO VADIS BERGOGLIO? NICARAGUA Y LA FRATELLI TUTTI
Luis
Barragán
Puede
aseverarse, fueron pocos de la Europa analfabeta, enferma y bélica los que
supieron de la existencia, propósitos y estilos de vida de los tres papas que
los Borgia aportaron a una cristiandad que milagrosamente pudo sobrevivirles.
Muy bien que la conducción de la Iglesia quedara bajo la cotidiana
responsabilidad de un hombre común, con defectos semejantes al resto de la
humanidad, como en ocurrió en cualquier rincón del continente donde también hubo
y fue conocido el humilde sacerdote que ayudaba a cargar la cruz de todos, cuales
sucesores de Pedro, aunque muy mal para la distante tropelía y vanidad vaticana
de entonces, muchas veces indiscreta, cuya única ventaja consistió en la
lejanía y el desconocimiento por las grandes mayorías.
Absolutamente nadie pretende
asimilar a Jorge Mario Bergoglio a una vida disipada y corrupta, facinerosa y
hedonista, pero quinientos años después es fácil constatar que todos sus aciertos
y desaciertos inmediata e irremediablemente se conocen, incluso, más allá de la
importante comunidad católica mundial, integrándose al universo de las
convicciones y emociones de una feligresía que aprende día por día de las
puertas anchas y de las estrechas en el difícil trámite de la salvación eterna.
La sola circunstancia del ascenso de un latinoamericano al solio papal, elevó
inmensamente las expectativas de las otras creencias organizadas que experimentaron
un formidable respeto por las actuaciones y pensamiento de Juan Pablo II y de Benedicto
XVI.
Pertenecemos a una promoción
generacional políticamente formada en el espíritu y la letra del Documento de
Puebla, fruto de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que
tan familiar nos fue, tan tentada por la teología de la liberación de la que
supo decantarnos pacientemente Ratzinger con los años, y ganada por el
inequívoco compromiso antitotalitario de Wojtyła. El cambio de siglo, con la
caída del muro de Berlín, expresión simbólica de un gigantesco e increíble
derrumbe, nos hizo más optimistas, acaso, sin sospechar suficientemente del
recrudecimiento de los regímenes de fuerza y, faltando poco, sustentados en las
fortísimas corrientes delictivas de nuevo encaje y el terrorismo
fundamentalista. No obstante, algo ocurrió y ocurre con Bergoglio, quien
aparentemente no sabe a dónde va, ofreciendo la versión alterna de un peronismo
que supo también de los montoneros simpatizantes del militar que curiosamente hizo escuela política e
ideológica del cabaret en este lado del mundo.
Todavía aspiramos a estudiar a fondo
el papado de Francisco I, desde sus principios, para intentar explicarnos las
formidables omisiones que pasan por una insólita prudencia respecto al país de
un reconocida propensión católica: la Venezuela de las libertades cercenadas,
la de una catástrofe humanitaria inadmisible en una potencia petrolera,
infiltrada por el terrorismo integrista,
bajo una pavorosa censura y represión ornamentalizada por una guerra no
convencional que la jura definitivamente feliz y arreglada. Y, huelga comentar, cuyo régimen se burló
hasta el hastío de las gestiones que intentó la diplomacia vaticana para
aliviar la situación y buscarle la salida más sensata, no otra que la del
propio régimen causante de los males, finalmente abandonadas para aceptar una
coexistencia que tiene por garantía el silencio papal.
Ahora, algo semejante acaece en
Nicaragua con el reciente allanamiento de la sede de la Diócesis de Matagalpa,
y la detención del obispo Rolando Álvarez, cinco sacerdotes, dos seminaristas y
un camarógrafo, bajo la temeraria acusación de organizar a grupos violentos,
desestabilizar el Estado y atacar a las autoridades constitucionales, por esa
rolliza fantasía que todo régimen de fuerza experimenta de disponer de un
cierto mobiliario institucional que provoque una suerte de feng shui democrático. Los
hechos, nada ocasionales, se suman a expulsiones y detenciones practicadas
durante bastante tiempo a las que se agrega el sabotaje de los oficios
religiosos, impidiendo la entrada de los propios feligreses a sus templos;
quizá algún desprevenido pueda creerse en medio de una remota escena
bolchevique, obviando que el socialismo nicaragüense, el que confiscó descaradamente
al sandinismo, tiene por soporte el pensamiento mágico-religioso que igual caracteriza
a su par venezolano.
San Juan Pablo le prestó un enorme
servicio a la humanidad, sin necesidad de desdoblarse en el simple dirigente
político que nunca fue, insinuado hoy como el papel que deseamos para el
titular del Vaticano. Aspiramos a que Bergoglio repare en la vil existencia de
los regímenes de barbarie como ocurre en Venezuela,
Nicaragua, Cuba, estando en el mismo camino otros países de la región, en lugar
de presumirlos como superados frente al populismo y al liberalismo, consagrados
en la carta encíclica Fratelli tutti
de 2020 (números. 156 ss., 163 ss.), atreviéndose a denunciar públicamente la
inaudita cifra de ocho millones de venezolanos desplazados y refugiados a fin de
darle concreción real a la prédica
(números 37 ss., 129 ss.), y a ejemplificar con lo que acontece en Nicaragua el
desconocimiento de la religión al servicio de la fraternidad (número 271 ss.).
Todavía se siente el regaño de Juan Pablo II a Ernesto Cardenal, en el aeropuerto de Managua hacia1983, siendo necesario que se explique en todas las homilías simultáneas de solidaridad de la Iglesia Católica venezolana con la nicaragüense que bien puede coordinar la Conferencia Episcopal, prontamente. Otras creencias organizadas en el país, deben pronunciarse igualmente porque el desconocimiento de la libertad religiosa es propio del socialismo del siglo XXI.
23/08/2022:
https://www.elnacional.com/opinion/quo-vadis-bergoglio-nicaragua-y-la-fratelli-tutti/
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