“Doy la mitad de mis bienes a los pobres” (Lc 19, 1-10)
(Diálogo sobre el Evangelio
de hoy: Zaqueo)
José Martínez de Toda, SJ.
Uno encuentra obstáculos en la
vida. ¿Cómo reaccionar ante ellos?
<Cuentan que un rey mandó colocar
una gran piedra en medio de un camino, por el que transitaba bastante gente,
para ver quién la quitaba. El rey observaba a sus súbditos. Pero todos, ricos,
cortesanos y pobres, al verla, daban un gran rodeo y seguían su camino.
Un día un campesino llegó con su
carga al hombro, vio la piedra que estorbaba a todos, dejó su carga en el suelo
y, después de muchos intentos, logró echar la piedra fuera del camino.
Cuando volvió a coger su carga,
vio una bolsa donde había estado la piedra. La bolsa contenía muchas monedas de
oro, y una carta del rey que decía que las monedas de oro eran para el que
quitara la gran piedra. Y aprendió aquel día que cada obstáculo en el camino de
la vida es una oportunidad para mejorar nuestra situación>. (Félix Jiménez,
escolapio)
<Ha habido
campeones mundiales, por ejemplo, Boris Becker, número uno en tennis, que ganó
Wimbledon dos veces, y una vez como el jugador más joven. Pero era un hombre
infeliz, que inclusive intentó el suicidio. “No tenía paz interior”, decía
después.>
J. Oswaldo
Sanders dice en su libro De cara a la soledad: “El millonario es de
ordinario un hombre solitario, y el payaso es a menudo más infeliz que su
audiencia”.
Quizá esto fue lo que le pasó a Zaqueo, que era pequeño
de estatura, y se subió a un árbol para ver mejor a Jesús,
cuando pasara.
Pregunta 2 – ¿Quién
era Zaqueo?
Zaqueo era un supervisor de publicanos” (v.
2).
Los romanos contratan a publicanos, como Zaqueo, para recoger impuestos
en pueblos o regiones particulares. Zaqueo a su vez subcontrata la recolección
de impuestos a otros publicanos menores. El sistema se presta al abuso y a
la corrupción. Los judíos desprecian a los publicanos y los consideran
como mercenarios y ladrones.
“Y habiendo entrado Jesús, iba pasando por
Jericó” (v.
1). Jericó es una ciudad de tierra caliente, adinerada y un centro de
comercio. Ocupa un lugar estratégico junto a la carretera a Jerusalén y
un cruce del Río Jordán. Sus habitantes exportan dátiles y bálsamo.
Zaqueo era rico, tenía poder, pero oyó
hablar de Jesús. Quería ver a Jesús, ese
hombre del que todos hablaban bien, que hacía signos maravillosos, que hablaba
con autoridad, que era el nuevo profeta.
Quizá se sentía culpable de
lo que robaba, veía obstáculos a su felicidad. Estaba insatisfecho. Le daba
pena. Era un pecador público y pequeño de estatura. ¿Cómo acercarse a Jesús,
que viene por aquel camino repleto de gente, que lo acompaña?
“Y corriendo delante, se subió a un árbol sicómoro para verle; porque
había de pasar por allí” (v. 4).
Pero la sorpresa de Zaqueo es que es el mismo Jesús quien lo está
buscando. Porque, al llegar bajo el árbol, Jesús se detiene, levanta la cabeza
y le dice a Zaqueo:
“Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa”.
¿Quién busca a quién?
Aparentemente Zaqueo es el que busca a Jesús. Pero al final Jesús también
busca a Zaqueo.
Zaqueo descendió aprisa, y le recibió gozoso.
¡Qué sorprendido y honrado se debe sentir Zaqueo! Jesús es muy popular,
y da categoría a cualquier hogar que visite. ¿Por qué le honraría a él, un
pecador público conocido de todos?
Efectivamente, todos
murmuraban de Jesús diciendo que “había
entrado a comer en casa de un pecador”. La gente común ve a Jesús
como su amigo. Pero no quiere que él honre a un hombre considerado como su
enemigo.
Pero Jesús se sienta a comer con la familia y los amigos de Zaqueo. Todos conversan.
¿Cómo reacciona Zaqueo?
Zaqueo reflexiona.
La aceptación
desprejuiciada e incondicional del pecador Zaqueo por parte de Jesús le habló
más claramente a su corazón que el mejor discurso de Jesús.
Y Zaqueo le dice espontáneamente a Jesús:
-
“He aquí, Señor, doy la mitad de mis bienes a los
pobres; y si en algo he defraudado a alguno, lo restituiré cuatro veces más”.
En otra ocasión Jesús le había pedido a un joven rico que vendiera sus
posesiones y que se las diera a los pobres.
A Zaqueo sólo le pide hospitalidad; pero Zaqueo, de su propia
voluntad, ofrece mucho más.
Y Jesús acepta la buena voluntad de Zaqueo,
y comenta:
“Hoy ha venido la
salvación a esta casa; por cuanto él
también es hijo de Abraham” (v. 9). La
salvación de Zaqueo beneficia a su familia y a su comunidad, cuando da dinero a
los pobres y restituye a quienes ha defraudado.
“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido”.
Ahora proclama que su misión central es buscar y salvar a los que están perdidos. Y para ello es Jesús quien toma la iniciativa.
¿Qué cosas perdidas salvó
Jesús?
Lo cuenta en varias parábolas: la oveja perdida (15:3-7), la dracma
perdida (15:8-10) y el hijo pródigo (15:11-32). Y cuando encontraron lo
perdido, hubo gran regocijo.
Lo bueno de Zaqueo es que
trató de quitarse de encima lo que estorbaba a su conciencia. Fue limpiando su
camino de obstáculos. Quizá esta actitud de superar obstáculos fue lo que llamó
la atención de Jesús.
Jesús
nos dice: “Vengan a mí los que estén agobiados y yo los consolaré”.
Y en el Apocalipsis (3, 20) repite: “Estoy a la puerta llamando y cenaremos juntos”.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía,
sacramento del amor. Ahí Jesús también me
dice a mí: "Hoy quiero hospedarme en tu casa". El Señor está aquí, en
nuestra casa, y nos trae la salvación y el perdón de los pecados, y nos da la
fuerza para superar los obstáculos físicos y morales que nos impiden verlo.
Fuente: Correo electrónico (Román Mendoza).
Ilustración: Julia Stankova.
Misa Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=WXkXtLY8X3s
Arturo Peraza: https://www.facebook.com/arperaza/videos/865383518177889
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