DEL INFELIZ REGRESO A CLASES
Luis Barragán
Aceptemos que
expresa fielmente uno de los problemas fundamentales del país que, por cierto,
alguna vez, se creyó superado: el debate político no debe soslayar el infeliz
regreso a clases para los padres que difícilmente logran colocar a la
muchachada a las puertas del aula, sin garantía alguna de sostenimiento. Ya no
es motivo de alegría la prácticamente imposible adquisición de los libros,
útiles, zapatos y uniformes escolares, aunque emprendan todas las expediciones
necesarias en las ferias escolares, además, intuidas como una arremetida de los
sectores de la economía informal
amparados por el oficialismo, en contra del asediado comercio formal; y mucha
será la tristeza de no encontrar a los compañeros que definitivamente
desertaron para trabajar en cualquier cosa aún a tempranísima edad, incluyendo
las bandas hamponiles.
Padecemos un
largo y sistemático proceso de destrucción de la dignidad personal, fracturada
la relación entre los niveles de instrucción académica y las movilidades
sociales que bastante compensó los excesos del rentismo petrolero del siglo
pasado. Así como no existen en la
práctica los gremios magisteriales bajo la estricta mirada de los funcionarios
ministeriales que velan por la “paz laboral”, tampoco constatamos un sentido y
sentimiento de igualdad en la era socialista, pues, la prole de los más
importantes funcionarios del Estado/Partido cursa estudios regulares en las
exclusivísimas instituciones de Venezuela y el extranjero.
Hay
importantes indicios que conducen a una definitiva transformación de la
educación en nuestro país, superadas las actuales y penosas circunstancias,
como la contratación particular de los maestros que, por razones pandémicas o
salariales, no pudieron ni pueden acudir frecuentemente al salón de clases en
el lejano inmueble de todos los suplicios malandriles, por no mencionar el
costo del transporte público, por ejemplo. Incluso, es recurrente el pacto con
un profesor complementario que ayude en la básica formación matemática del
futuro aspirante al aula superior, sabiendo mejor sensibilizados sus padres, es
una práctica extendida a las más diversas disciplinas académicas. Acotemos, ya ni siquiera se sabe del
peorcursante de bachillerato que ocasionalmente le sonaba García Márquez, tenía
noticias de ecuaciones e inecuaciones, acertaba sobre la fotosíntesis y
divagaba en torno al subconsciente; estos, son los tiempos de la promoción
forzosa de los educandos.
Digamos de
inquietudes que requieren el cauce de una discusión, por muy fastidiosa que
parezca a quienes se sienten protagonistas de la hora en los predios de la
oposición democrática. Y Carlos Eduardo
Herrera, jurista de una larga experiencia en las aulas, aporta un
extraordinario título imprimido (SIC) en enero del presente año: “La educación
en Venezuela: dos dimensiones de un derecho”, añadida una colaboración especial
de Ernesto Blanco Martínez (Editorial Jurídica Venezolana, Caraca, 2022).
Desde la cara
perspectiva de los derechos humanos (DD. HH.), el servicio público y la
libertad de enseñanza, centra principalmente sus reflexiones en el Estado
Docente (ED) y sus consecuencias, distinguiendo las concepciones extrema,
moderada y radical (50 ss.). Valga
acotar, por doquier se encuentran voces que creen toda una novedad el ED para
contraponerlo al socialismo del siglo XXI que lo ha realizado tan completamente
hasta arribar a su descomposición aún en nombre de la sociedad de la
información, convertidos los llamados Infocentros en un inviable negocio de
ocasión; miserable y hambrienta buena parte de su población, por lo menos,
India puede colocar un artefacto en suelo lunar.
Ya no existe –
sentencia el autor - el bloque de la constitucionalidad, violentados los tratados y convenios internacionales
relacionados con los DD. HH., y, una poderosa intuición, tampoco existe Estado o suficiente Estado (63
s.) para que haya ED en los más exhaustivos términos de la vigente Ley Orgánica
de Educación (96 ss.). El desmontaje del ED implica un inmenso desafío en torno
a las variadas fuentes de financiamiento y al redimensionamiento institucional
del Estado (121-151), siendo indispensable la recuperación de la capacidad de
concebir, diseñar, implementar y evaluar sendas políticas públicas en reemplazo
de las tales misiones que las caricaturizan en las antípodas de un populismo
irredento.
De tan
profundo calado, todavía sufrimos la hipoteca del ED, apenas, políticamente
cuestionado a finales de los ochenta y principios de los noventa de la anterior
centuria con la propuesta de la Sociedad Docente que supusimos ahora olvidada. No queda otra alternativa para la dirigencia
política responsable, dinámica y creadora, que la de auspiciar una discusión a
fondo en la materia que incluye el (re)descubrimientos de importantes
herramientas que, en su momento, hizo
que Chávez Frías vetara la Ley de Universidades que él había ordenado sancionar
por su oficina parlamentaria, en diciembre de 2010 (90), recordando el pavoroso
desaprendizaje que hemos sufrido respecto a la defensa de la autonomía
universitaria.
Sentimos que a
Carlos Eduardo le quedó bastante en el tintero, y esperamos por otras
reflexiones igualmente valiosas que ojalá tiendan a revisar críticamente los procesos constituyentes que derivaron en las
cláusulas educativas de 1947, 1961 y 1999.
Llegará el día que será muy feliz regresar a los pupitres,
maravillosamente recompensados por la sonrisa generosa de los muchachos.
26/09/2023:
https://www.elnacional.com/opinion/del-infeliz-regreso-a-clases/
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