DE LA ÉPICA FALSARIA
Luis Barragán
El modelo
rentista-petrolero, severamente amenazado por entonces, ejerció una feroz
resistencia a cualesquiera modalidades de reformas así fueran parciales y
graduales, orientadas a la apertura de los mercados. Afectada estructuralmente
nuestra economía, ya por década y media, sufrió las más violentas reacciones
hacia principios de 1989 y en el curso de 1992.
Específicamente, tal día como hoy, 32 años antes, asistimos a
uno de esos eventos violentos, increíblemente violentos no sólo en un sentido
material, sino simbólico de irradiaciones prolongadas hasta el presente. Asombroso, el estallido gozo de una inmediata
y extraordinaria popularidad que convirtió la intentona de golpe de Estado en
un mito, epopeya, épica, leyenda y cuento chino de una falsedad tal que nos redujo
luego e inexorablemente al sojuzgamiento, a una crisis humanitaria compleja y
al desplazamiento de millones de venezolanos que buscan refugio allende las
fronteras.
Desde los
inicios intempestivos del presente régimen con un cuarto de siglo a cuestas, se
veía venir el resultado. No quisieron aceptarlo los consabidos y ahora
relegados protagonistas del 27 de noviembre, comprometida una oficialidad de mayor
graduación en otra asonada indudablemente más compleja y manipulada por los beneficiarios
de muy larga data de aquél acto febrerista que cazó a demasiados incautos.
El régimen enfermizamente
auto-tributado, por muchos monumentos discursivos que levante para sí mismo,
está desenmascarado, pero es necesario advertir que otra épica artificial y
artificiosa no ha de reemplazarlo para reforzar el círculo vicioso. Y, algo
mucho más urgente, asumir que hay otro
sentido y forma de hacer política: ¡haciéndola!
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