DE LA NECESARIA INTEGRACIÓN ANÍMICA DE LOS PARTIDOS
Luis Barragán
Lógicamente,
el mayor peso de esta amarga experiencia socialista del siglo XXI lo llevamos
los venezolanos que vivimos, actuamos y pensamos de buena fe. Ha de
manifestarse en todos y cada uno de los ámbitos sociales, resístanse o no frente
al régimen. Empero, sin demeritar a la sociedad civil organizada, difícilmente
podrá negarse que los partidos políticos corren con un inmenso riesgo de
desaparecer y, en efecto, muchos de ellos han desaparecido, con un elevado
costo para sus dirigentes perseguidos, reprimidos, amenazados, apresados,
muertos y exiliados, cuando defienden fiel y consecuentemente el ideario de la
libertad y de la democracia.
Huelga
comentar que los partidos constituyen la parte más especializada de la sociedad
civil en el bien común, por lo que sus dirigentes suelen comprometerse y
entrenarse aún más para sostener ese ideario. Sería de una gigantesca
mezquindad no reconocer el sacrificio de ésta dirigencia en las circunstancias
más adversas y, con todas sus fallas, plenamente identificados, con nombres y
apellidos, le ha correspondido afrontar al oficialismo ventajista y revanchista
en los escenarios locales más modestos y apartados de los grandes centros
noticiosos, hasta los más complejos, visibles y decisivos.
Por supuesto,
hay un costo no sólo político y económico para el dirigente consecuente, sino
también emocional. Sobre todo, en los
últimos años, con la groserísima manipulación de las circunstancias por el
poder establecido, reglas cambiantes de juego y, esto, a pesar de lo que manda
la Constitución de la República, llena de sobresaltos a las organizaciones
partidistas.
Partido que no
sepa soportar esos sobresaltos derivados de la violencia material y psicológica
del régimen, explícita e implícita, será de todo menos partido. Y hará propicia cualquier coyuntura para
subastarse, implosionando política e ideológicamente en la búsqueda del sucio
dineral que puede lloverle desde las más altas esferas del gobierno.
El mejor y
formidable impacto que pueden recibir los partidos de ideales y sentimientos
anémicos se traduce en una desintegración precisamente anímica, disculpándonos
por el juego de palabras. Esto es, el
afecto juega un rol demasiado secundario hasta desaparecer entre los cauces de
un utilitarismo absurdo, de una vaciedad insoportable, de un demencial despropósito:
aprovecharse del otro y de los otros, sin el menor rubor, en lugar de servirlo
y servirlos que ha de ser un inalterable mandato ético.
Por ello, me
sentí extraordinariamente bien el día de ayer, cuando hicimos realidad una
aspiración muy espontánea y que parecerá a muchos simple: militantes de
Encuentro Ciudadano, coincidimos en Montalbán II y jugamos chapita en la calle.
La organización no ha parado de trabajar por los mejores intereses ciudadanos,
propulsando la candidatura presidencial de una viva y eficaz vocación unitaria,
pero hizo un receso sabatino y vespertino por iniciativa de Kadary Rondón,
Rossana Liendo, Carmelo Salom y toda la dirigencia regional y de varias
parroquias caraqueñas, que tiene por natural y espontánea consecuencia la de
una superior compenetración y solidaridad que se convierte pronto en un
compromiso de vida.
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