TELARAÑA R(D)EPRESIVA
Luis Barragán
Irónicamente,
por demasiado obvia, cursa una realidad públicamente inaprensible.
Constantemente diluida entre los dedos, demasiadas veces farragosa, le ha
faltado lenguaje: el de la profunda y larga crisis existencial que soportamos.
Hay tanta
arrogancia como susceptibilidad en los más visibles elencos del poder que,
además, entran en un nuevo ciclo de
supervivencia tras arruinar por completo al país. Abusando del bloqueo
informativo, la (auto)censura y la criminalización de la política para
siquitrillar a sus adversarios, lidian con los grupos atrevidamente competitivos
del oficialismo que solemos confundir con los de una abierta disidencia.
Ocurriendo en
las más desafiantes anchuras del extranjero, donde prosperan las distintas
versiones del reacomodo trastocado en un proceso complejo, acá poco se sabe a
mandíbula batida de los tropiezos que confronta el continuismo. Por supuesto,
versiones que dependen de los novísimos estratos sociales de la masiva diáspora
venezolana que las ventilan, los cuales no reproducen exactamente los
ostentados o que dijeron ostentar en el país, presumiendo que los más exigentes
y prudentes son los que velan por intereses particularísimos en los paraísos
fiscales.
El resto de la
humanidad en casa, debe contentarse con los mensajes equívocos, las posturas
dudosas, los datos ambiguos, en la búsqueda del eufemismo más apropiado,
reservado y blindado el verbo escatológico para la vocería oficial u oficiosa.
Algo parecido sucede con la interpretación de los hechos constantes y sonantes
en desarrollo, porque complicado y comprometedor, muy raras veces se hace mención
del típico y contrastante fenómeno de los paisanos que arriesgan hasta la vida
de la propia familia, añadidos los hijos menores, en la travesía por la selva
del Darién, nuestra sobrevenida provincia, sin levantar siquiera la alzar la
voz para protestar en las mismísimas calles de la Venezuela inconforme.
Requerimos de
un par de amigos vinculados de un modo u otro al mundo de las encuestas, corroborando la dificultad de los sondeos en
una población que sabe de las limitadas libertades de expresión, como de
desplazamiento en el territorio nacional: el trabajo de campo resulta después airoso
por obra de una técnica habilidosa de interrogación y el cruce no menos
habilidoso de la más variada información recogida. Siendo tan costosos los
estudios de opinión bajo una dictadura que los ha tenido como herramienta
esencial para su prolongación, en todo el presente siglo, únicamente los contratantes
las conocen en sus más insospechadas profundidades, añadiendo los secretos del
lenguaje empleado en la vida cotidiana, al mismo tiempo que apenas logramos
acceder a las interesadas referencias de sus beneficiarios en los portales
noticiosos, o al obsequio promocional de un pequeño inventario que las empresas
hacen llegar a los potenciales clientes.
La
intimidación ha llegado lejos, o, acaso, insuficientemente lejos, dándonos aún tiempo
para revertirla, remitiéndonos a la evocación de la vieja Checoeslovaquia
comunista que hace la madre enferma al reencontrarse ahora con la hija, cuando
la policía secreta detuvo a su esposo Tomáš, aprendiendo de la soledad. Y de la
peor: “Tener miedo a solas, sin nadie con quien compartirlo”, como refiere
Monika Zgustova en una novela de envidiable título: “Nos veíamos mejor en la
oscuridad” (2022).
Fotografías: LB, Multiplaza de El Paraíso (CCS, 07/03/2024).
24/03/2024:
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