Luis Barragán
Un remoto
recuerdo, no precisamos ahora la sala, aquella vez fuimos a un concierto en la
Ríos Reyna, o en la José Félix Rivas del teatro Teresa Carreño. Ambos notamos
algo raro desde nuestras cercanas butacas en torno al joven violinista que ya
descollaba a mediados de los ochenta del veinte, verificando al concluir la
jornada que, en efecto, el elegante smokin
acostumbrado remataba en un par de zapatos deportivos, negros opacos: en el
intermedio, intercambiamos un simpático gesto de complicidad.
Y es que, sencillamente,
no se acostumbraba tal calzado con la vestimenta, pero, ella, tan observadora, descubrió y celebró la ocurrencia que posiblemente
tradujo una circunstancia sobrevenida, o un ya arraigado sentido de la
comodidad. Digamos, tampoco se
acostumbraban las botas altas de goma entre los soldados, como ocurre ahora.
Suponemos que
el diseño, los materiales y la fabricación del calzado tienen un específico
propósito social, responden a una determinada y diferenciada narrativa de la
convivencia humana por los usos y costumbres: hay formalidades, incluso,
extremas para determinados actos, eventos y relacionamientos, contrastantes con
otros explicados por una infinita espontaneidad, y, quizá, por ello, no termina
de convencernos que un abogado diligencie un expediente en los tribunales, con
una indumentaria para un día de feria y de playa.
En los tiempos
que corren, absolutamente todos solemos emplear los tenis que son más
confortables para lidiar con los días de intenso calor, aunque – entendemos –
los pies requieren igualmente de un poco más de rigidez en el perpetuo
entrenamiento que implica sostenernos, en movimiento o no. Incluso, preocupa la
cada vez más acentuada escasez de las casas que muy antes ofertaban servicios y
productos ortopédicos, como si ya no existiera mercado alguno para necesidades
que ya están ampliamente satisfechas. Esto es, nos encontramos en un país de
pies y pasos, sanos.
Pocas veces,
nos percatamos no sólo del auge de los zapatos de goma, sino de las más de
quince específicas disciplinas deportivas a las que el fabricante y
distribuidor atienden, porque no es igual la pieza para trotar largas distancias
que la del delimitado espacio del basquetbolista, del atrevido senderista al igual que hay los llamados relojes
inteligentes que cuentan y muy bien las brazadas al lado de otros que miden la
sola y pausada caminata, en un marco de variedades propias del ingenio
capitalista. Sin embargo, a pesar de la cada vez más sorprendente proeza ergonómica
de calzados resultantes de una rentabilísima ingeniería de materiales, y de la
vasta economía del contrabando a la que ha dado – precisamente – pie, pasa por
debajo de la mesa hasta para los artistas plásticos, pues, costó mucho
conseguir una ilustración como la de Denis Krupchatnikov.
Ilustración: Denis Krupchatnikov.
29/05/2024:
https://guayoyoenletras.net/2024/05/29/dijimos-pais-de-pies-y-pasos-sanos/
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