Luis Barragán
A partir de 1958,
en medio de las más tercas conspiraciones y sublevaciones desde todo el
espectro político e ideológico del país, hubo que llevar a pulso, día por día,
el mínimo consenso necesario en todas las direcciones colegiadas dentro y fuera
del Estado, a objeto de estabilizar su conducción. Numerosas las entidades políticas con
representación en el parlamento nacional y en los regionales, en el organismo nacional electoral y en las municipalidades, al igual que ocurría en las organizaciones
de la sociedad civil, hacía cada vez más difícil llegar a acuerdos, e, incluso,
como ocurrió con la retardada instalación del Congreso, el conflicto llegó a la
Corte Suprema de Justicia que hizo innecesario decidirla tratándose de un año
de elecciones generales (1968)..
El llamado
pacto institucional, permitió poner un poco más de orden en el parlamento, pero
fue en 1973 que surgió el bipartidismo como una respuesta natural a la cierta
ingobernabilidad del multipartidismo. E,
igualmente, fue natural que el resto de los excluidos electoralmente
combatieran a las dos entidades favorecidas, aspirando estratégicamente el MAS
a un trípode, pero la satanización fue tan extraordinariamente prolongada y
profunda que el cuestionamiento no era de AD y COPEI que acentuaron lógicamente
sus tendencias internas como parte de la recomposición bipartidista, sino de la
propia institución e institucionalidad partidista.
Lo curioso es
que, derrotado ese bipartidismo en 1993, la dinámica condujo a la reaparición
del multipartidismo y a la consolidación de la descentralización a finales del
siglo XX. La pesada artillería de la antipolítica no sólo malinterpretó el
novedoso fenómeno, sino que fue absolutamente indiferente a su genuina expresión, como si otra cosa se
hubiese dado, pasando por debajo de la mesa para auspiciar el mesianismo
chavista.
Indudable,
deseando llevarse por el medio a los partidos establecidos de entonces, los
artilleros en cuestión devastaron sociológicamente al partido político, pero –
inevitable – entronizaron al partido único, confundido con el Estado mismo. Fue el resultado obvio de una larga campaña,
todavía sufrida, de carácter preterintencional de metaforizar una tipificación
propia del derecho penal.
Un cuarto de
siglo ha transcurrido y, con frecuencia,
se oye y lee de los partidos opositores, nada casual, un cuestionamiento
semejante al del distante pasado, faltando poco, formulado por voces que suponemos ilustradas,
aún las más aventajadas por un exilio (in)voluntario. Agreguemos, sinceración de un
retroceso de la cultura política promedio.
Gráfica: Tomada de la red de redes.
03/11/2024:
https://www.lapatilla.com/2024/11/03/luis-barragan-el-partido-preterintencionalizado/
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