lunes, 9 de diciembre de 2024

Coyuntura y desempeño político

EL PETARDO DE ARGÓN

Luis Barragán

Todo desempeño cívico es incompatible con el monólogo, por brillante que fuere el protagonista. Crecientemente aislado, un decisor que se haga exclusivamente de cualesquiera circunstancias para arbitrar la suerte de los demás, más temprano que tarde incurrirá en el suicidio político.

Siéndolo, al fin y al cabo, el poder establecido ha empleado exitosamente su más perversa pedagogía al reducir las actividades partidistas, la de su principal soporte y de las organizaciones filiales, al mero espectáculo, falseando las realidades, mientras los distintos factores internos a la sombra lograron engranar, desarrollar canales de comunicación, y entenderse un poco más allá del presupuesto público, incluso, en cumplimiento de sus naturales ciclos de depuración. El principal beneficio alcanzado ha sido el del desaprendizaje de amplios sectores de la oposición, a contrapelo de una larga y accidentada tradición republicana: ni siquiera los más granados caudillos rurales, fueron tan autosuficientes, e incapaces de consultar, pues, inmersos en las acostumbradas escaramuzas y guerras civiles, al menos, estaban obligados a mancomunar una mínima inquietud, intuición, idea, esbozo y hasta distinción entre lo táctico y lo estratégico.

De la animación y apuesta por un hecho fortuito, la ansiedad mesiánica, con la sola inflación de las expectativas, todo esfuerzo político deja sencillamente de serlo, porque la colegiación, la responsabilidad compartida al mismo tiempo que diferenciada, es un dato fundamental también para la sociedad civil que ha de impedir la propia desorganización tan lentamente experimentada, oculta tras el inducido desprecio a los partidos y sus oficiantes, excepto ejerzan el poder efectivo, estridente, provechoso y contundente. Empero, a la situación contribuye, en su peor acepción, una comprensión tribal y trivial de la amarga experiencia que todavía atravesamos, anclada a la simplicidad y el maniqueísmo favorable a una terca polarización artificial, alérgica a toda reflexión oral y más aún escrita, a la discusión creadora y al compromiso de vida que sugiere la más modesta intención de libertad liberadora.

En los casos más agudos, difíciles, graves, tempestuosos, el jefe político es el que pronuncia la última palabra, procurando escuchar a los otros, usando el turno final para sintetizar y consensuar una determinada orientación que explique el aporte personal y ojalá novedoso. Y en el caso de una o varias discrepancias no resueltas, la jefatura pide el voto de confianza para decidir por la instancia: esto, que hoy no parece tan obvio, implica trabajar y ganar la confianza de los demás, ora por sensatez y equilibrio, ora por eficacia e intrepidez.

De un extraño ambiente navideño, semejante al soportado en años anteriores, hay una interesada propensión del país a no apreciar adecuadamente la coyuntura de un aparente receso que nos aqueja, quizá por el direccionamiento opositor y muy quizá por los prejuicios de la mutante antipolítica, empa(e)ñando toda visión, perspectiva y expectativa. En lugar del láser que puede remediar o subsanar algún problema de la retina, la inseguridad y vacilación del oftalmólogo lo empeora, relegado a un petardo de confusión, cual pieza de Jackson Pollock, como no ocurrió con “El disparo de argón” de Juan Villoro.

10/12/2024:

https://www.elnacional.com/opinion/el-petardo-de-argon/

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