DEL IZQUIERDISMO AL MONEDERISMO
José Rafael Herrera
Algo de razón tuvo Lenin al denunciar el Izquierdismo como una
enfermedad. El “término medio” aristotélico, que no es más que la exhortación a
mantener el equilibrio de una praxis racional de vida, es lo que, tal vez, el
sinsentido de la llamada política de estos tiempos reclama con mayor urgencia,
dado el fervoroso maniqueísmo que pareciera pulular por el mundo entero. Por
eso mismo, el Izquierdismo al que Lenin se refería se caracteriza por la
asunción de un dogmatismo ideológico radical cuyas representaciones
-grotescamente amontonadas por la imaginación- carecen del más mínimo sentido
de la realidad concreta, del saber efectual de las cosas, como lo
llamaba Hegel, pues se trata de una mera figuración en función de sus esquemas
mentales, lo que hoy, por cierto, ha terminado cobrando una inusitada fuerza,
dado que dichos esquemas representativos se adecuan fácilmente con las
ficciones que son bombardeadas de continuo por los mass media, los
cuales han terminado por transformar a las redes sociales en su mayor
paradigma. El caso contrario, es el Derechismo -al que técnicamente sería
inapropiado designar como “pensamiento de Derecha”, dado el recelo que
históricamente esta tendencia, en idéntica proporción extrema, ha mostrado por
el acto de pensar. Elefantes moviendo la trompa en una tienda de porcelanas, se
diría. La resistencia al cambio y a la preservación de las costumbres más
pacatas y reaccionarias, también tiene su eco en las redes y también adolece de
las mismas fijaciones del Izquierdismo, solo que al revés, porque, en realidad,
son el uno para el otro, o para decirlo en el estricto sentido de la filosofía
primera, son el otro del otro que son sí mismos. A pesar de la burla
de los ignorantes de oficio, el saber pragmático y sobriamente alineado con la
realidad de Carlos Andrés Pérez lo haría afirmar en su momento, que: “Ni lo uno
ni lo otro, sino todo lo contrario”.
Pero si ya el
Izquierdismo tenía, como afirmara Lenin, “plomo en el ala” el wokismo,
como la determinación extrema de un extremismo, es la prueba más elemental del
triunfo aplastante del entendimiento abstracto sobre la actividad del
pensamiento y la más cruda patentización del dogma ofuscado, intolerante, y de
consecuente vicarización. Nada más patético que el wokismo español, por
ejemplo, porque no comprende que sus fundamentos últimos, su Stützbasis, no
solo conceptual sino, además, programático, deriva del oscurantismo propio de
la Contra-Reforma, y que han emulado -via invertionis- nada menos que a
esos dos prodigios del fanatismo mórbido: Savonarola y Torquemada. Creen actuar en favor de los vientos de
libertad, encendiendo las vanidosas hogueras del resentimiento y el odio. Y en
algunos casos muy puntuales, con un añadido adicional: el calculado interés
crematístico. Con lo cual se deslizan hasta llegar a la máxima coincidencia con
los crecientes fragores de la gansterilidad, a la que no solo justifican y
tratan de “conceptualizar”, sino que la promueven como el modelo
revolucionario, “crítico y democrático” por excelencia. De ahí a la
justificación de la represión desatada, de las encarcelaciones masivas, de la
tortura y violación sistemáticas o de los crueles asesinatos de opositores,
sean abominaciones interpretadas como “actos heroicos”, de “lucha por la
libertad”, propio de una “policía humanista”, según el señor Juan Carlos
Monedero, cuyo cinismo exacerbado lo lleva a dictar una “conferencia magistral”
nada menos que en “El Helicoide”, el mayor centro de crueldad y tortura del
régimen gansteril, un auténtico Auschwitz del Caribe, en el que los
presos -¡basta ya de ese hipócrita, chocante e insolente “privados de
libertad”!- son recibidos con la espantosa frase: “Bienvenido al Infierno”.
¡Vaya humanismo el del señor Monedero! Ha superado a Dante. Muy similar al tipo
de adoctrinamiento empleado por Joseph Goebbels, el “filólogo clásico” y Reichsminister
de “Ilustración pública y propaganda” del régimen Nazi. Casi evoca un
epígrafe teológico-político: “Doktor Goebbels dicta una conferencia
magistral a los pequeños aprendices de los misterios revelados por el
humanismo fascista, herederos de Adolf Eichmann”. Eso explica por qué el
petróleo, el oro, los diamantes, el coltán y las tierras raras, tanto como la
poderosa industria de la cocaína, pueden resultarle muy atractivo a un
mercenario, un sofista de tercera salido de un botiquín, al punto de llegar a
ocupar el cargo de ideólogo oficial de un régimen criminal, eso sí: en nombre
del humanismo. Con una -por lo menos una- curiosidad adicional: ¡vaya
coherencia la del señor Monedero con su apellido!
Es muy probable que
los restos no mortales de Marx se estén revolcando en la tumba, llegando a
sentir un severo ataque de asco con insomnio, que le impide cumplir su descanso
eterno. Ya el hecho de haber asistido a la proclamación de la consagración de
un fraude de proporciones gigantescas habla del cinismo de este individuo,
“asesor” de un régimen al que rinde honores y brinda homenaje, un régimen al
que ha llegado a concebir como “el modelo” que logrará liquidar la hegemonía de
los Estados Unidos sobre el mundo, porque, en su opinión -sí, Diógenes de
Sinope también ha llegado a sentir náuseas-, el gansterato no solo ha sido
capaz de unificar en una sola voz a los países del sur del continente
americano, sino de retar al Imperio hasta hacerlo retroceder. El reino del
“Cartel de los Soles” y del “Tren de Aragua” es, para este charlatán, un
movimiento revolucionario en movimiento continuo, en “guerra de movimiento”,
que ha logrado enfrentarse al bloqueo económico de los imperialistas y, por
supuesto, a ese insignificante grupito de ciudadanos opositores alienados y
manipulados, traidores a los intereses de la “auténtica democracia”. Se refiere
a esa minoría de cerca de ocho millones de ciudadanos votantes y de por lo
menos tres millones en el exilio a los que se les impidió votar, esos que no
comprenden nada de lo que pasa realmente en El mundo de Alicia, ese país
de las maravillas. A ellos habría que repetirles la conferencia magistral
en el Sebin, a por las buenas o a por las malas.
El Izquierdismo ha sido, literalmente, sorprendido en el
monederismo, lo que es más que una enfermedad infantil. Los wokes -ya
lo insinuaba el filósofo y esteta Roger Scrutton- son literalmente la confirmación
de la degeneración de un pensamiento y de su progresivo deslizamiento, táctico
y estratégico, hacia las formas tipificantes del crimen organizado. Son
portadores del mal del lumpen. Lo que no parecen comprender es que, una vez
más, Adorno y Horkheimer tenían razón al denunciar cómo la Ilustración comporta
una dialéctica, cuyo movimiento inmanente suele conducir desde la
incandescencia del saber hasta las mazmorras de la barbarie.
Ilustración: LB, composición derivada del cruce parcial de una pieza de Yuval Robichek con otra hallada al azar en las redes.
13/02/2025:
https://www.elnacional.com/opinion/del-izquierdismo-al-monederismo/
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