¿A DÓNDE IREMOS A PARAR?
Luis Barragán
Entonces, ¿nos arrojarán a la Luna, esperando sentados que Stanley Kubrick venga del aún más allá
para relatar nuestra odisea del siglo XXI? Los ta´baratistas de ayer no más, incluso, los hijos de la última y
desperdiciada bonanza de esta centuria, se vieron forzados a la fuga política,
los menos, social y económica, los más, que muy poco o casi nada tiene que ver con
la existencia y condición de prófugos de la justicia. No obstante, condición asombrosa e
inmerecidamente generalizada que consterna también a los ta´baratistas de acá, cada vez más relegados a un exilio interno,
preocupa el todavía alto nivel de desorganización social de la diáspora
venezolana.
Por supuesto,
con las honrosas excepciones de siempre, tendemos a una cierta indolencia
frente al mal ajeno, creyendo que jamás nos dará alcance. Específicamente, en
Estados Unidos, ha sido la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), la que
ha demandado y, además, recurrido a la Suprema Corte en el caso de las
deportaciones de los venezolanos, cubanos, haitianos y nicaragüenses, añadido
el último pronunciamiento en torno al llamado parole.
Comprensible,
aunque injustificado (y, a la inversa, justificado e incomprensible), hay
sectores dirigentes que allá guardan silencio en la materia, respecto a la suerte de
los venezolanos que igualmente se vieron forzados a salir del país. Quizá no
desean arriesgar o comprometer el propio estatus, pero – sentimos – es necesario
que asuman una ineludible responsabilidad política de estructuración, organización
y orientación de la paisanidad sumergida en una radical incertidumbre de su
presente y futuro.
Por aquellos
predios, algunos hablan de la inmortalidad del cangrejo y de sus reiteradas
proezas, olvidando hacerlo con la suerte de miles de coterráneos que se fueron
a Nueva York, en busca de unos centavos, siendo el norte una quimera, según el hit parade a lo Clemente Vargas Jr., de décadas
remotas. Valga la falacia, entonces tutirimundachi
es del Tren de Aragua, excepto los olvidadizos habladores.
Demostrado, la
sentencia moral ocasiona un daño superior, expansivo e irreparable al lado de la efectivamente
judicial necesaria de afrontar reconociendo que no debemos ingresar ilegalmente
a otro país y, al mismo tiempo, impulsando iniciativas para una mínima institucionalización
del esfuerzo de los venezolanos que claman por un urgido amparo humanitario. De lo
contrario, iremos a parar al fugasterio
selenita porque – simplemente – estorbamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario