DEL SOSIEGO NECESARIO
Por supuesto, no es fácil conseguir y mantener una
actitud serena en medio de las más persistentes dificultades y crispaciones. Y
de extenderse en consejos para lograr la hazaña, sobre todo, cuando no somos
terapeutas egresados en alguna especialidad de la psicología y psiquiatría, o
de las dudosas alternativas que ofrece la ya antiquísima “nueva era", con un coach para cada dolencia corporal,
mental, profesional, doméstica y hasta espiritual. Sin embargo, nos aventuramos
a recomendar un poco más de sosiego frente a los problemas personales y
personalísimos, individuales y colectivos, y, en definitiva, sociales y
societales respecto – en un caso – a la interacción entre las personas y los grupos
problematizados, y – el otro – a los que atañen a la sociedad entera como sistema.
En buena medida, los contratiempos y disgustos no dependen
exclusivamente de nuestra propia voluntad, disponiendo de escasos recursos para
afrontarlos a entera satisfacción. Aquello de arroparse hasta donde llegue la
cobija, adquiere características de una ley universal, pero sería una estupidez
no admitir nuestra cuota de responsabilidad y la falta de diligencia por resolver
un poco la situación.
Tengan carácter coyuntural o estructural los contratiempos
que se convierten en angustia doméstica, real o presuntamente irremediables, lo
importante es preservar la calma para meditarlos y la paciencia adecuada para
encararlos. Esta verdad de Perogrullo es tan obvia que pasa desapercibida y se
hace ausente, por lo que la tempestad de nervios aparece una y otra vez, los
remolinos de la angustia nos asedian constantemente y solemos tomar decisiones sin la quietud necesaria.
Hasta nuevo aviso, los tropiezos domésticos requieren
de nosotros una determinada disposición de asumirlos y de fajarnos, evitando el
colapso nervioso si los pensamos, inventariamos nuestras recursos y
posibilidades, implementando las tácticas que mejor respondan a la estrategia
elegida y sostenida para reevaluar otra vez los hechos. Salvando las distancias
de algo más que tiempo, modo y lugar, hay bastante familiaridad con el
desempeño de los decisores políticos que intentan improvisar lo menos posible
y, para ello, cuentan con una mínima virtud y voluntad que se convierte en experiencia:
momentos del fundamental sosiego que permite un eficaz autocontrol a la hora
de idear o asumir las respuestas que les demandan.
Perder la calma no constituye una opción válida en medio de los apremios y tensiones de casa, de la comunidad y de la sociedad a
la que no podemos renunciar, aunque lo queramos. Así las cosas, conviene
compartir con uno mismo o con los demás, una taza de café o de cualquier otra infusión
que obligue a esos instantes de cuerda paz interior para la vida que es
permanente lucha.
Ilustración: Federic Forest.
