EL SENTIDO TEOLÓGICO DEL RELATO
(San Mateo, 1: 18-24)
Hoy se acepta con normalidad que los evangelios no son crónicas históricas, en el sentido moderno del término, sino catequesis elaboradas por creyentes, que buscan comunicar, compartir y alentar la fe de las primeras comunidades. No se niega su base histórica, pero ésta –de acuerdo también con los usos de la época- ha sido "elaborada" en función del mensaje que se quería transmitir.
Si ese principio es válido
para el conjunto de los relatos evangélicos –y los estudiosos se hallan
empeñados en la ardua tarea de discriminar la "historicidad" de cada
perícopa-, mucho más para los así llamados "relatos de la infancia".
En estos relatos,
particularmente, que encontramos sólo en los evangelios de Mateo y de Lucas, no
hay que ir a buscar historia, sino teología, es decir, contenidos de fe.
En Lucas, es María quien
recibe directamente el anuncio del ángel –la anunciación-; en Mateo, por el
contrario, el destinatario del mensaje angélico es José. En ambos casos, lo que
se busca transmitir es exactamente lo mismo: Jesús nace todo de Dios.
Si nos ceñimos al relato de
Mateo, que estamos comentando, la exégesis actual parece inclinarse a pensar
que el evangelista está utilizando unos temas que ha recibido de la tradición;
si bien otros insisten en que, atendiendo al vocabulario empleado, él mismo los
habría reelaborado de un modo muy personal.
Empecemos reconociendo una
obviedad. El tema del nacimiento sin intervención de un padre se encuentra a
menudo en relatos egipcios y helenísticos, que hablan de la generación divina de
reyes, héroes, sabios...: desde Horus, hasta Attis de Frigia, pasando por
Dionisos y Mitra, y llegando incluso a Platón –de quien su sobrino Espeusipo,
en el discurso pronunciado al año de la muerte del filósofo, afirmó que éste
había sido engendrado directamente por Apolo- y, por supuesto, a los
emperadores romanos... También en contextos mas alejados, como la India, se
dice de Krishna, que nació de la virgen Devaki.
En una cultura en la que se
pensaba que la mujer jugaba únicamente el papel de "receptor" y
"nido" de la nueva vida, que se creía provenía en exclusividad de la
figura paterna –el semen contenía la totalidad de la vida que iba a nacer-,
parece claro que, al eliminar la intervención masculina, se estaba diciendo que
el niño que nacía era hijo de Dios en su totalidad. La madre no era sino el
receptáculo que lo acogía.
La idea, sin embargo, era
desconocida en el judaísmo de Palestina. El texto de Isaías que cita Mateo
–"la virgen concebirá..."-, aparte de referirse a un hecho concreto
de la historia del pueblo, no parece que hable originalmente de
"virgen", sino sencillamente de "doncella" o
"joven": así es como, según los expertos, habría que traducir el
término hebreo "almâh".
El que fuera una idea
inexistente en Palestina, podría ser un indicio de que pudo haberse fraguado en
alguna comunidad judeo-helenística-cristiana, donde hubiera encontrado fácil
receptividad.
Probablemente, el relato
forme parte del intento de ciertas comunidades de mostrar a Jesús como
"Hijo de Dios según el Espíritu", tal como se expresaba Pablo en la
carta a los Romanos (1,4). El relato del nacimiento virginal sería entonces una
forma de dar cauce a aquella convicción.
Eso significa que, antes que
una afirmación que se refiera a la biología, es un relato teológico. No se está
hablando de la virginidad biológica de María, sino del carácter divino de
Jesús: el recurso para hacerlo –en línea con la costumbre egipcia y
helenística- era mostrarlo como nacido sin intervención de varón.
En cualquier caso, en el
relato bíblico, el Espíritu Santo no reemplaza al elemento masculino que hace
posible el engendramiento. Se trata, más bien, del poder creador de Dios,
siempre actuante, y no de un intervencionismo mítico, que rivalizara con lo
humano.
Tanto es así que va a hacer
con ese nombre una gran inclusión, que abraza a todo su escrito. La primera
parte de la misma corresponde al relato que estamos comentando, en el capítulo
primero; la segunda aparecerá en el último, puesta entonces en boca del propio
Jesús, como cierre de todo el evangelio: "Yo-soy-con-vosotros todos los
días hasta el final del mundo" (28,20). Al principio y al final, el mismo
nombre, que define la persona y la misión de Jesús entre los suyos: Emmanuel.
Esto es lo decisivo para
Mateo, la certeza sobre la que apoya su fe: han descubierto en Jesús la
cercanía completa de Dios. Para insistir en que es todo de Dios, recurre al
relato, común en su entorno, de un "nacimiento virginal".
¿Cómo hablar entonces de la
"virginidad de María"? Soy consciente de que este tema –donde se
entrelazan lo religioso, lo cultural y lo psicológico, en una mezcla en la que
intervienen poderosos elementos inconscientes e incluso arcaicos o ancestrales,
relativos a la sexualidad y a la figura de la mujer- toca fibras muy sensibles
en la piedad católica.
Una anécdota puede ilustrar,
mejor que otra cosa, lo que quiero decir. No hace muchos años, en una romería a
un santuario mariano, un hombre me comentaba: "Yo no sé si creo en Dios;
pero que a nadie se le ocurra tocarme a la Virgen..."
Con todo el respeto al modo
que cada cual tenga de expresar e incluso vivir sus creencias, me parece que
podríamos empezar por ponernos de acuerdo en algo elemental: más importante que
la virginidad biológica es la virginidad espiritual.
Esta última podría entenderse
como "disponibilidad", la actitud abierta y dócil de quien se deja
hacer por Dios, sin límite ni medida. Una persona virgen es aquélla cuyo
corazón no está "ocupado" por ninguna otra cosa que la voluntad de
Dios.
En ausencia de
identificación con el yo, la persona es cauce o canal a través del cual Dios
puede fluir con entera libertad. Por eso, puede cantar como María: "El
Poderoso ha hecho en mí obras grandes". No hay sentido alguno de
apropiación; hay únicamente un "dejarse vivir", asintiendo a la Vida
que se expresa en la forma del momento presente.
La virginidad, por tanto,
así entendida, puede considerarse como el horizonte hacia el que caminamos...,
porque en realidad ya lo somos. Al comprender la Unidad que somos y trascender
la conciencia egoica –en la desapropiación del yo- nuestro corazón se
"desocupa" y nos descubrimos conteniendo en nosotros al universo
entero.
En ese camino nos hallamos.
En María, acogemos y celebramos a una mujer que lo ha vivido; por eso, también
en ella nos reconocemos.
Fuente:
https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/1480-el-sentido-teol%C3%B3gico-del-relato.html
Ilustración: Tana Anand para un texto de Lauren Michele Jackson (“The Case That Being Poor and Black Is Bad for Your Health”), publicado por The New Yorker (https://www.newyorker.com/books/page-turner/the-case-that-being-poor-and-black-is-bad-for-your-health).
Fotografías: LB, Iglesia de Lourdes, av. San Martín (Caracas, 21/12/25).
Cfr. Giancarlo Pani:
https://www.laciviltacattolica.es/2025/12/19/el-anuncio-a-jose/
Padre S. Martín. Actualidad
católica. Sinodalidad: la gran batalla de León XIV en el consistorio extraordinario:
https://www.youtube.com/watch?v=dfoEKf8CXtE
Papa León: https://www.youtube.com/watch?v=xnovsU4tXh0
Cardenal Porras: https://www.youtube.com/watch?v=y12GgjeE_14
Monseñor Biord:https://www.youtube.com/watch?v=utbqjFOVhK8
Padre Velasco: https://www.youtube.com/watch?v=7FjdvJcpMls
Padre S. Martín: https://www.youtube.com/watch?v=n0IzsV5EUDE
Monseñor Munilla: https://www.youtube.com/watch?v=qyWABOGZzaU




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