DE UN GOBIERNO PERPETUO
Luis Barragán
El régimen
sube cualesquiera impuestos con el inmediato reflejo en la carga parafiscal,
por lo que la consabida contribución pa´los refrescos adquiere
la jerarquía de una tasa que tampoco se traduce en contraprestación
alguna. En propiedad, el alza es el de los alquileres por sobrevivir en
un país que supusimos, por siempre, nuestro.
Satanizado el sacrificio frecuentemente útil que derivó de las medidas
fondomonetaristas, en otras latitudes, acumulamos más de dos décadas de
padecimientos por decisiones económicas, monetarias y fiscales que sólo
responden, como ahora, a las urgencias de las mafias en el poder.
Centrada exclusiva y preferiblemente en las más nimias e inofensivas
vicisitudes miraflorinas, nuestra crítica al régimen no pasa por la
consideración y reivindicación de los problemas fundamentales, como muy antes
se ejercía cuestionando al gobierno de turno por su política sanitaria,
petrolera o agraria, tanto o más efectiva que las alusiones palaciegas.
Atrapados por más de una hora en el tráfico automotor aledaño a Plaza
Venezuela, gracias a una tarima que el oficialismo movió el día cuatro de sus
obsesiones festivas de febrero, reparamos en un par de motocicletas tripuladas,
la una, por una pareja despreocupada por la falta de los debidos cascos
y, la otra, por un funcionario público e investigador de los accidentes
viales. Violentando las leyes y reglamentos de tránsito terrestre, cuyos
orígenes son más remotos que nuestros modernos textos constitucionales, los
personajes ilustraron muy bien esa enfermedad del sentido común, como la llamó
María Sol Pérez Schael: la anomia convertida en el perpetuo gobierno del siglo
XXI, dándole sentido a lo que no puede tenerlo, en un proceso de infinita
descomposición.
Perdemos cohesión social, resignados a la anomalía de los partidos
despolitizados, la carencia de pólizas de vida para bomberos y policías, la
desespecialización de las fuentes periodísticas, la iluminación
exclusivamente vecinal de calles y oficinas, la dirigencia nada representativa,
el olvido del régimen presupuestario y sus principios para abordar las
remodelaciones universitarias, la militante indisciplina en el curso de
la pandemia, la terrible combinación de una fiesta de tepuy con un niño
tiroteado frente a las costas trinotobagueñas. Bien lo intuyó y pronosticó
Aníbal Romero, añales atrás, experimentamos una deliberada disolución social que
debemos detener y revertir lo más pronto posible.
Rehenes de un fenómeno tan patológicamente arraigado, la anomia constructiva o destructiva, boba o avispada, contradictoriamente jurídica, como la concibe María González Ordovás, fuerza a una extraordinaria cruzada de la sensatez, la cordura y coherencia indispensables para superar el actual desorden establecido. Hay testimonios de una cuestionada élite política y social opositora que igual le dio negarse a las supuestas elecciones del pasado 21 de noviembre, inmediatamente hacer campaña en Barinas, apoyar a un candidato que, luego, respaldó al ocupante de Miraflores; o de la desfachatada diligencia que se hace con el llamado parlamento de 2020, cuando ayer fueron muchos los codazos para lucirse en la tribuna de oradores del parlamento de 2015, en airada defensa de la universidad autónoma.
Fotografías: LB (Caracas, 04/02 y 08/02/22).
15/02/2022:
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