DE LA RUTINA EN DOS FACETAS
Luis Barragán
Inevitable,
somos también producto del entorno social inmediato, ampliado por la tupida y
poderosa ambientación digital que es - grosso
modo - de clase media de todas las tonalidades, con sus vaivenes y excusas.
Una señal de madurez se ofrece al trascender ese entorno, cruzando las
fronteras por necesidad y curiosidad personal, porque la pretendida elevación
de status hoy casi exclusivamente la remitimos a los mayores o superavitarios
ingresos reales del individuo.
Luce obvio que
vivimos bajo el imperio de la moda no sólo en el vestir, la música, o la redefinición
corporal, pero sentimos que, acá, no es propia de una sociedad abierta y
competitiva. La venezolana es una moda anacrónica, e, irónica y
literalmente, pasada de moda, propia de un modelo iliberal del que escapan
únicamente los sectores privilegiados de una extraordinaria capacidad de
consumo, frecuentes y exigentes viajeros que regresan presumiendo de las
novedades.
El promedio de
los gimnasios sobrevivientes a la hecatombe de todos estos años, ofrece un
determinado modelaje corporal, cuando no se convierten en sendos lugares para
el exhibicionismo de una clientela tan vanidosa como los numerosos paisanos que
trotan por Weston (Florida), con sus zapatos, vestimenta y artilugios de marca
– obligatorio redundar – original.
Empero, hay personas que, más allá o más acá de cumplir con una orden
médico-terapéutica, se preocupan seriamente por su salud atajando temprana o
tardíamente sus excesos de sedementarismo y mala alimentación.
Camínese o
trótese en instalaciones cerradas y seguras, o en lugares abiertos que inspiren
una mayor confianza, la oportunidad es para armarse de sendos audífonos y
probar con distintos géneros e intérpretes musicales antes inatrevidos. Al mismo
tiempo que se ejercita, podemos descubrir qué y quiénes superan a los
cantantes, bandas y orquestas de moda.
Quizá en casa
o el en el vecindario jamás se oyó una composición barroca, rock progresivo, un
golpe tuyero, jazz contemporáneo, un bolero, o cualesquiera otros inspirados
sonidos, pero – en esta era de la chatarrización cultural – si el esfuerzo
físico es considerable con metas que van más de la estética predominante, es
posible romper con el canon doméstico y explorar los otros mundos de la música
que el estereotipo y el prejuicio castigan inclementemente. Comenzando por la
duración de la pieza, porque el canon promediaba tres o cinco minutos, transnacionalizando
a las empresas discográficas de décadas muy de atrás al elevar sideralmente los
niveles de representación, edición, distribución y venta de sus productos.
Así como físicamente
descubrimos y ensayamos una rutina distinta, persistiendo o abandonándola
después, puede ocurrir y ocurre con la música. Si de géneros se trata, son
asombrosamente muy pocos los que reportan un sonido que nos es completamente
inédito, deleitoso o aborrecible: la llamada música académica es portadora de
novedades y, aún, 200 después de estrenada la novena sinfonía de Beethoven, hay
acordes o compases que nunca escuchamos, al menos, en su mejor expresión, como
en el jazz e, algo más infrecuente, en el rock.
Escaso el
tiempo para ejercitarse físicamente u oír música, podemos buscar oportunidades
para cumplir simultáneamente con ambas facetas.
Y, así, descubrir otros mundos por … atrevido.
09/09/2024:
https://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/41786-de-la-rutina-en-dos-facetas
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