DE LOS LÍDERES EMÉRITOS
Luis Barragán
La prolongada
crisis política española, bordeando una peligrosa versión institucional,
direccionada por Pedro Sánchez, ha movido por distintos escenarios a quienes
ejercieron la presidencia del gobierno español en distintas épocas. E, incluso, fotografiado por S. Gutiérrez
para El Mundo de Madrid (05/03/24), Felipe González recientemente se reunió con
Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, ambos del PSOE y
acérrimos críticos del proyecto de amnistía.
A favor de
Sánchez, diligencia José Luis Rodríguez Zapatero, y adversándolo, José María
Aznar y Mariano Rajoy, constituidos en referencias importantes e ineludibles en
el marco de los acontecimientos igualmente importantes e ineludibles. Suerte de
reserva moral y política, independientemente de sus tendencias ideológicas, los
ex - mandatarios juegan roles en las democracias liberales, como no ocurre en
las tácita o abiertamente iliberales que cuidan de no garantizarles – si los
hubiere, fundamentalmente del ancien
régime – las condiciones indispensables y decorosas para que actúen
públicamente.
Regímenes
iliberales que tienden a quitarle la pensión y el personal de seguridad a los
anteriores gobernantes, exponiéndolos, como ocurrió en el caso venezolano al
arribar al poder Chávez Frías, y, faltando poco, negar la alternancia como
principio constitucional. Por cierto, un gesto que levanta legítimas
suspicacias, el mexicano Andrés Manuel López Obrador eliminó la pensión a sus
predecesores, concibiendo como una gran conquista histórica que él no la vaya a
tener.
Por estas
latitudes, hubo una expresa y sabia disposición en la Constitución de 1961 al
establecer la senaduría vitalicia a favor de quienes hubieren ejercido la
presidencia de la República, incluyendo a remotos rivales como Eleazar López Contreras,
o figuras muy cercanas como Rómulo Gallegos; o, si fuere el caso, después de
presidir por varios meses la junta que reemplazó a la dictadura militar de
Pérez Jiménez, el juego político le permitió a Wolfgang Larrazábal acceder al
parlamento hasta su derrota electoral por 1973. En todo caso, al igual que
Edgard Sanabria, quien le sucedió en la junta, o Ramón J. Velásquez, propulsor de la transición de principios de
los noventa, gozaron de las consideraciones necesarias en atención a los solemnes
actos u otros eventos cotidianos de Estado, como suele ocurrir en otros países
que, incluso, constitucionalmente no le acuerdan una posición específica a los
ex – presidentes, pero calibran muy bien el papel que les incumbe como líderes
eméritos.
Los venezolanos
supimos de la útil fórmula en el curso de los debates más trascendentes del
país, como el de la nacionalización petrolera, estelarizando los senadores
vitalicios Rómulo Betancourt y Rafael Caldera; éste, con motivo de los consabidos hechos de 1992, actualizó
sus aspiraciones políticas para volver a Miraflores, como antes lo había hecho
su vecino de curul Carlos Andrés Pérez; Luis Herrera Campíns y Jaime Lusinchi,
se quedaron en el Capitolio y también en el país, dependiendo de las cada vez
más disminuidas jubilaciones y del seguro parlamentario. Y, podemos concluir, respecto
a la citada gráfica castellano-manchega, cuan ventajoso les resulta a los
españoles contar activamente con sus viejos líderes para asuntos realmente
importantes, por más discrepancias ideológicas que pudieran suscitar.
06/06/2024:
https://guayoyoenletras.net/2024/03/06/de-los-lideres-emeritos/
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