LA REALIDAD LABORAL Y LA CANDIDATURA DEL CONSENSO NACIONAL
Luis Barragán
Un cuarto de
siglo después, vivimos largamente peor. La Venezuela de las libertades públicas
por las que había que luchar día tras día, fue también la de las legítimas
movilidades sociales y mejor calidad de vida; e, incluso, instituciones
educativas, como el INCE, preparaban para el desempeño de un oficio inmediato y
la calificación de otros convertidos en una profesión digna y rentable.
Prometida
hasta la saciedad una definitiva redención del pueblo, en una gesta inaudita y enfermiza
del nefasto populismo despilfarrador de la renta, desde tempranas horas, el
obrero calificado no tuvo empresa a la cual trabajarle, acreditada y confiable,
y, mucho menos, ocasión de crear la propia, ingresando a los sectores
marginales de toda ciudad y pueblo que alguna vez tuvieron pretensiones de gran
metrópoli. Excepto las anchas veredas del delito que conducen a una apuesta
macabra por la propia vida y la de los más cercanos, fuere o no de cuello
blanco, sólo queda el camino de la buhonería irremediablemente masiva para
realizar la mercadería legal e ilegal por la que seguramente rivalizarán los
capitostes de un socialismo afincado en los eufemismos de oportunidad: el
“emprendimiento”, sagaz consigna,
contribuye a ocultar las cifras reales del desempleo al mismo tiempo que
asoma otras tareas tradicionales de aristas novedosas.
Desde hace
relativamente poco tiempo, el llamado colector del transporte público
superficial es una pieza indispensable para el conductor que muy antes podía
sólo en las urbes congestionadas y
violentas del país. Además de cobrar el pasaje, hace de copiloto ideal para las
acrobacias del movimiento y frenado, lidiando con otros competidores que incluye
a los fieros motorizados; vocea constantemente la ruta, como todo un tribuno
del asfalto caliente; saca provecho del espacio vehicular disponible, llevando
a los pasajeros casi en el techo; impone orden y concierto en la unidad,
batiéndose en duelo rápido con el que ose malandrearlo;
conoce a los vendedores de golosinas de la ruta, exentos de multa; cohíbe a los
potenciales asaltantes y ayuda a cubrir cualquier emergencia mecánica, afanado
en ganar tiempo y pasajeros. Empero, impresiona
el repertorio de maromas que lo autoriza para despachar desde la puerta de la
buseta, subir o bajar aún con el carro en marcha y no soltar jamás los billetes
que empuña con la otra mano, despuntando las más asombrosas destrezas en una
dura faena que es la de una muy literal supervivencia.
Acaso, uno de
los más elaborados productos del socialismo en curso, el colector no dispone de
mecanismo alguno de seguridad vial, porque se le requiere de mucha soltura para
desplazarse rápidamente dentro y fuera de la unidad, siendo unos más cotizados
que otros por la rapidez de sus acciones.
Hablamos de personas de cualquier edad y sexo (hemos visto a niños muy
avispados), que perciben alrededor de quince dólares por todo el día para las rutas
cortas y medianas, llegando a 25 en el caso de las largas, aunque se nos ha
dicho que, a veces, mala la jornada, chofer y colector reparten por partes iguales los pocos bolívares conseguidos.
Hemos dado
alcance a algunos de los comentarios facilitados por el tedioso tráfico
automotor, donde el tripulante de cabina,
a veces, apenas bachiller, u, otras, reminiscente de su viejo y estable empleo,
agradecen que, por lo menos, haya la posibilidad de acometer una actividad para
ganarse unos realitos pa´la casa, advirtiendo que no se meta el gobierno para imponer condiciones irrealizables que, faltando
poco, siendo su mayor ventaja, no tiene que ocuparse de nosotros. Un
muchacho bastante locuaz para sus catorce años, lo razonó así: si la policía se pone muy cómica con la
edad, yo no tengo dónde trabajar y tampoco dónde aprender a hacer algo, o me meto en la bandita del barrio que ya
está llena o busco chamba en un colectivo.
En verdad, el
gobierno de la transición que iniciará Edmundo González, encontrará una
situación laboral de franco retroceso por el promedio de los ingresos reales
del venezolano, la ficción de empleo, la
inexistencia de sindicatos independientes, la desinversión productiva, la
deplorable ambientación y condiciones para el trabajo, entre otras facetas que
habrá constatado la misión de la OIT que, entendemos, permanece todavía en
Venezuela. Todo apunta a una ya antigua y radical flexibilidad laboral en la práctica, la sostenida práctica de un
socialismo que la exhibe como un incentivo para las llamadas zonas económicas
especiales también fracasadas.
Son varias las
medidas urgentes a implementar en la materia en los cien días iniciales de la
transición, pero nada se hará sin el enérgico y diligente reordenamiento del
ministerio del ramo, y el llamado a la unidad y al diálogo social que haga
posible afrontar una dura y compleja realidad que pega en el fondo del alma y de la
cual – calculan y aspiran perversamente sus creadores – la futura oposición antidemocrática
pueda sacar un magnífico y veloz provecho. Tengamos en mente al joven colector
de la buseta necesitado de iniciativas específicas y concretas que le permitan
llevar el pan a casa con la prontitud que clama a los cielos, y, por ello, González, el candidato del consenso nacional,
encabeza un inmenso desafío de características históricas.
Collage y fotografías: LB (CCS, 29/04/22 y 08/05/24).
16/07/2024:
https://www.elnacional.com/opinion/realidad-laboral-y-candidatura-del-consenso-nacional/
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