J.M.SISO MARTÍNEZ
Guido Sosola
Fuese
académica, artística, deportiva o gremial, se ha afianzado la idea de que todas
las especialidades son incompatibles con la militancia partidista. Acotemos,
algo muy distinto a cuidar y profesar la independencia política individual,
convalidada por el rechazo a todo oportunismo, viveza e improvisación, por lo
demás, características muy acusadas de la cultura petrolera.
La aparición,
configuración y vigencia de los partidos en medio del oleaje de la
modernización venezolana del siglo anterior, obligó a sus fundadores a la
paciente captación y formación de la dirigencia a todo nivel que incluyó a
juristas, educadores, entrenadores deportivos, economistas, literatos, expertos
petroleros, etc. Parecía lógico, aunque
todavía no es tan obvio, por aquello de aspirar a la dirección del
Estado que fuerza a montar gobierno y contar con voces calificadas para ello;
por distintas circunstancias y asombrosas convicciones, los partidos surgidos
en la presente centuria, objetivamente están anclados en la premodernidad.
La fundación
del Partido Comunista y, al poco tiempo, la de Acción Democrática constituye un
buen ejemplo de nuestra premisa en torno a la modernización política del siglo
XX. Empero, la experiencia más consumada es la de los adecos que replicaron
pronto los urredistas y copeyanos ya extinguidos en el XXI. La clave estuvo en
la condición policlasista que les permitió un mayor desarrollo, aunque la
consabida preponderancia del Estado y sus riquezas, impidió acercar y
comprometer al liderazgo empresarial con el ideario y entidad partidista.
Valga el dato
histórico y sociológico, el modelo betancurista de partido que no, aprista
(según dijera Carlos Rangel), como en otras áreas, exhibió sendos referentes en
el campo educativo, como Luis Beltrán Prieto Figueroa, Mercedes Fermín, Luis
Manuel Peñalver, Ruth Lerner de Almea, José
Manuel Siso Martínez, entre otros, quienes tuvieron por oficio el aula y, al
mismo tiempo, sostuvieron una inequívoca responsabilidad partidista que los
llevó a ocupar altas posiciones de Estado. Hablamos de un largo y macerado
proceso resueltamente cívico que arrojó resultados positivos; ahora,
quebrantado, nos da una noción cierta de los inmensos desafíos que están pendientes
en una Venezuela muy distinta.
Una tarde, transitando
las calles céntricas de la ciudad capital, conseguimos un puesto informal de
venta de libros usados, donde estaban expuestos dos de los títulos de Siso Martínez
bajo el sello de la Editorial Yocoima que fundó con Humberto Bártoli, destacado
referente urredista, en el exilio mexicano, según el diccionario histórico de
la Fundación Polar. Proveniente de Upata, egresó simultáneamente del Instituto
Pedagógico Nacional como profesor de ciencias sociales y de la Universidad
Central de Venezuela como doctor en ciencias políticas y sociales, esto es,
abogado; e impresiona la larga trayectoria laboral y política, añadido el
periodismo y el parlamento.
Llama la
atención que fuese director de la escuela de Historia de la citada universidad,
entre 1959 y 1964, en tiempos de la inaudita insurrección leninista que anidó y
también se acuarteló en la casa de estudios. Tratamos de imaginar la escuela de
un arrogante fanatismo marxista y tan
sensible al ánimo subversivo, quizá harto conflictiva, dirigida por un
connotado adeco.
Luce
interesante el caso del especialista que incursionó en un partido político, sin
ambages. Entendemos, le prestó un gran servicio al país, por lo que es injusto olvidarlo.
Fotografía: LB (CCS, 02/05/2023).
30/09/2024:
https://www.lapatilla.com/2024/09/30/guido-sosola-j-m-siso-martinez/
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